El presidente saliente del EBB del PNV, Andoni Ortuzar, lleva camino de ser también el entrante, lo que ha descolocado a algunos fulanos, alegrado a otros menganos e incluso irritado a algunos zutanos.

De las primeras reacciones a su decisión, de ponerse a expensas de la voluntad de la afiliación, destaca especialmente la irritación nada contenida de los foros de la derecha española y el relato de su persona y méritos con la que los arrieros de esa opinión sectorial alimentan el calentón. Artífice del éxito de la censura contra Mariano Rajoy y sostén de Sánchez es de lo que le acusan, como si el origen hubiera sido una charla de tasca y no la sentencia del Tribunal Supremo contra el PP por beneficiarse a título lucrativo de una trama de corrupción. En ese relato es reproche lo que, en términos democráticos, igual debería ser considerado mérito.

Claro que, cuando alguno le ha dado por amortizado, ha anunciado incluso su sustituto –sí, de eso también ha habido– y ha aprovechado la tirada para afirmar que comienza el giro del PNV hacia el exitoso modelo de Ayuso y que para eso hacía falta jubilar a Ortuzar, porque le pone trabas al necesario alineamiento con el PP y con los intereses empresariales –esto se ha podido leer casi textualmente en algunas de esas corrientes en el último mes–, los cántaros rodando pendiente abajo le dejan sin riego cerebral a la mejor lechera. ¿A ver si va a ser que algunos tenían el deseo en que Ortuzar hiciera mutis? Eso, como su propia continuidad, lo tendrá que interpretar la militancia jeltzale.

Posdata: respetuoso silencio de la izquierda vasca, salvo algunos que hoy ya sabían lo que iba a ser aunque ayer no descartaban que no pasara; mejor callar mientras se ratifica la continuidad del no precisamente recién llegado Arnaldo Otegi y la opa de Sortu al puente de mando de EH Bildu.