Filipinas, un archipiélago que vive medio año bajo la amenaza de los tifones, cuenta con un equipo de diez cazatormentas que se enfrenta a las violentas tormentas para tratar de adivinar su curso y su posible comportamiento. Dos o tres días antes de la llegada del tifón a las costas filipinas, el grupo, formado por empleados de la Agencia Meteorológica del país (Pagasa), se desplaza en sus todoterrenos hasta la región donde las previsiones apuntan que tocará tierra el ciclón.
“Nuestro principal objetivo es recoger datos que enviamos a las oficinas centrales de Pagasa para que los científicos puedan analizar cuál es la intensidad exacta del tifón y cómo se va a comportar”, explicó el jefe del grupo, Robert Quinto. Los cazatormentas, llamados oficialmente Pagasa Storm Chasers, se formaron hace unos dos años ante la virulencia creciente de los entre quince y veinte tifones que azotan Filipinas durante la temporada lluviosa, que empieza en junio y no concluye hasta diciembre. Aunque Quinto y su equipo están acostumbrados a las extremas condiciones que se desatan durante los tifones, cada encuentro con uno de los violentos ciclones despierta cierto temor.
“Cada vez que salgo al terreno paso miedo, pero sobre todo pienso en mi familia”, dice el experto mientras muestra los contenidos de la modesta mochila que siempre ha de tener a punto y en la que guarda un chubasquero, un saco de dormir, comida hipercalórica y algo de agua.
Sin heroicidades El cazatormentas es muy consciente de todos los peligros a los que se enfrenta y por ello siempre tiene presente su seguridad y la de su equipo. “Lo primero es la seguridad. Siempre le digo a mi personal que de nada sirve ser un héroe si se está muerto”, resalta Quinto. El carácter arriesgado de su trabajo como meteorólogo quedó patente cuando Pagasa perdió en 2013 a uno de sus empleados durante el tifón Haiyan, una de las tormentas más potentes de la historia.
La víctima se encontraba en la estación meteorológica de Tacloban, la ciudad del este de Filipinas que quedó arrasada por el Haiyan, que mató a más de 6.300 personas. “La subida del nivel del mar que causó Haiyan se llevó por delante nuestra estación -afirma Quinto- y la observadora que estaba allí en el momento en el que llegó Haiyan murió. Nunca llegamos a encontrar su cadáver”.
En sus numerosos viajes por el archipiélago, el equipo de Pagasa se desplaza en vehículos que transportan en la parte trasera estaciones climatológicas automáticas y equipos de transmisión vía satélite. “Medimos la velocidad del viento, su dirección, la temperatura, la presión atmosférica, la cantidad de lluvia que está cayendo... Todo eso ayuda mucho para tener una idea de qué puede hacer el tifón”, asegura Quinto.
El trabajo de los cazatormentas en Filipinas ha cobrado especial importancia en los últimos años, puesto que el país ha vivido cuatro de los tifones más potentes de su historia reciente en la última década. Para el veterano meteorólogo, que trabaja para Pagasa desde 1995, también es muy valiosa la información que transmiten sobre cómo está afectando sobre el terreno la tormenta. “Desde las oficinas centrales es muy difícil saber qué está pasando en los lugares por los que pasa el tifón, hasta qué punto está dañando las infraestructuras y esa es información crucial”, añade el filipino.