Este mediodía ha culminado el que seguramente ha sido el momento parlamentario más extraño de la legislatura, una moción de censura que ni siquiera el grupo que la proponía, Vox, ha terminado de entender.

Con un candidato independiente, Ramón Tamames, que casi desde primera hora levantó suspicacias en la formación ultra debido a su tendencia a ir por libre, los de Santiago Abascal aspiraban a poner en un brete al PP pero, al final, han acabado pidiendo la hora y respirando aliviados al concluir la moción. El resultado, más o menos el esperado, con únicamente 53 votos a favor –los 52 diputados de Vox más Pablo Cambronero, ex de Ciudadanos y ahora en el Grupo Mixto–.

De esta manera, el no a Tamames ha sido apabullante –201 votos en contra–, mientras que el PP se ha mantenido hasta al final en su postura de la abstención, en previsión de futuros pactos con Vox después de mayo.

La esperpéntica moción ya ha terminado y queda para los anales de la historia del Congreso de los Diputados. Lo relevante ahora es ver cómo salen de ella tanto el Gobierno como los principales grupos parlamentarios.

Para Pedro Sánchez y el PSOE, el marcador final resulta bastante alentador. Y es que el presidente español ha conseguido que se pase página de las broncas internas entre socios en Moncloa, ya que su gabinete ha dado una imagen de cohesión que, aunque probablemente sea fingida, no se había visto en los últimos meses.

Mientras tanto, los socialistas han marcado perfil de izquierdas en la segunda jornada con un vehemente discurso de su portavoz parlamentario, Patxi López, que ha atacado con contundencia a la ultraderecha y ha desmontado las falacias discursivas de Tamames. “Le va a dar un infarto”, le ha replicado con sorna el veterano economista.

A la otra pata del Gobierno español, el espacio hasta ahora conocido como Unidas Podemos, tampoco parecen haberle ido mal las cosas; sobre todo a su líder, Yolanda Díaz, que ha podido aprovechar la ocasión para presentarse como presidenciable bajo el paraguas de Sumar, su nueva marca.

Asimismo, la vicepresidenta segunda ha intentado tender puentes con las dirigentes de Podemos, Ione Belarra e Irene Montero, cuya labor en sus ministerios alabó en su intervención, buscando así que el partido morado confirme de una vez por todas su adhesión a la futura plataforma electoral de la izquierda.

Está por ver sin embargo si los gestos de Díaz convencen a un Podemos muy reticente con la fórmula elegida por la vicepresidenta para presentarse a las generales de fin de año.

PP-Vox, entre la pugna y el pacto

Así como en la izquierda Sánchez y Díaz se necesitan para reeditar el Gobierno de coalición, en la derecha ocurre un fenómeno similar ya que, aunque PP y Vox compiten por un electorado cercano, van a verse obligados a pactar en numerosas instituciones después de las elecciones municipales y autonómicas de mayo, o tras las generales si les dan los números.

Es por ello que en el PP, aunque la moción de los de Abascal iba dirigida en buena parte contra ellos, han optado por no enemistarse abiertamente con la ultraderecha y han mostrado perfil bajo en todo lo relacionado con la extravagante iniciativa de censura.