“A diferencia de Quebec y Escocia, en Catalunya no hay camino de salida claro”
Experto en nacionalismos y profesor en la Universidad de Aberdeen, Keating (Inglaterra, 1950) reflexiona sobre Catalunya y los referéndums de Escocia y Quebec
donostia - ¿Qué factores llevaron a Escocia y Quebec a sus referéndums de independencia?
-Son casos bastante diferentes. El primer referéndum de Quebec (1980) fue un proceso de construcción nacional que se inició con la revolución tranquila de los años 60 y la transformación del quebequense desde un grupo etnolingüístico a una nación con reivindicaciones de autogobierno territorial y mucha construcción institucional. Una rama de esa coalición nacionalista modernizada consideró que la consecuencia de ese proceso era lograr un estado independiente. Cuando fracasaron los acuerdos que pretendían garantizar un estatus especial a Quebec dentro de Canadá, se dio el movimiento por la independencia, aunque de una forma vinculada a Canadá. También se daba una división lingüística muy importante, en tanto que la mayoría de los francófonos querían la independencia mientras que una amplia mayoría de anglófonos se oponía.
-No existe este factor lingüístico ni la historia de aflicción debido a este factor. En Escocia siempre ha habido conciencia de ser una nación, algo que el Gobierno británico nunca ha negado. Como en Quebec, hubo un proceso de modernización a partir de los años 60 con la expansión del Estado de Bienestar y de los gobiernos intervencionistas del Reino Unido. Las nuevas instituciones se crearon en el marco institucional escocés y casi los únicos responsables británicos que se veían allá eran los recaudadores de impuestos. La policía, los profesores y demás eran escoceses, lo que fue generando una sensación de comunidad política más allá de la comunidad histórica.
¿Y el debate previo al estatus escocés que hubo antes del referéndum?
-Hubo una creciente frustración con las competencias administrativas porque Escocia contaba con dos de los tres pilares clásicos del Estado: tenía su propio poder ejecutivo y judicial, pero no un parlamento. Este déficit democrático produjo un movimiento al que hay que sumar la sensación de alienación política.
¿A qué se refiere?
-Entre 1979 y 1997, Escocia fue gobernada desde Londres por el Partido Conservador, con muy poco apoyo en Escocia. En Escocia la oposición a lo neoliberal se asoció a la cuestión nacional. Donde la clase social ya no funciona, la nacionalidad se convierte en el vehículo para expresar distintas concepciones de la solidaridad social. El nacionalismo giró de la derecha a la izquierda y ocupó muchos espacios socialdemócratas ocupados por los laboristas. Los conservadores ya habían desaparecido en Escocia pero desde ese momento también comenzaron a desaparecer los laboristas. En este contexto, surge la opción como una posibilidad real. Los nacionalistas ganaron las elecciones en 2007 y se posicionaron a sí mismos como el mejor partido para proteger a los escoceses. El apoyo a la independencia crecía pero no cuando ganaban los nacionalistas. Finalmente, cuando pudieron celebrar el referéndum, el apoyo subió de un 35% a un 40% o incluso 45%. Al igual que en Quebec, mucha gente votó por la independencia a pesar de no ser necesariamente independentista, porque quería dar una señal de que quería algo más que seguir con el statu quo.
¿Cómo explica el resultado escocés?
-Alex Salmond, el líder del nacionalismo escocés, articula el unionismo tradicional a conciencia: afirmó que hay seis uniones y que él solo quería desprenderse de una: la política. Frente a esto, mantenía las otras: la unión monárquica, monetaria, social, de Defensa y la UE. “Soy un buen unionista”, dijo Salmond. Fue brillante.
¿Y los unionistas?
-Durante mucho tiempo no tuvieron un discurso más allá del “sed británicos y olvidaos de ser escoceses”. También perdieron el argumento sobre el bienestar. El SNP no tiene una propuesta de bienestar particularmente convincente, pero se posiciona como probienestar en oposición a la postura proausteridad de Westminster. Y por último, el argumento económico: los nacionalistas fueron capaces de neutralizar este argumento porque los unionistas se aferraron al discurso del miedo sugiriendo, especialmente al final de la campaña, que Escocia era demasiado pobre. Muchos escoceses lo recibieron como un insulto y depositaron su confianza en el SNP. Eso explica que el resultado alcanzase el 45% que nadie había previsto al inicio de la campaña.
Tras sus referéndums, ¿cuál es el escenario de futuro en Escocia y en Quebec?
-En Quebec, dado que su progreso constitucional parece bloqueado y no parece que haya ganas para un nuevo referéndum, hay un proceso de construcción nacional de facto. Están construyendo Quebec como una comunidad política, como un estado de bienestar separado. Es algo muy quebecoise, los ciudadanos consideran Quebec como el punto primario de referencia y Canadá como el marco secundario. Participan en la política canadiense pero no en el gobierno canadiense.
¿Y en Escocia?
-Algo similar. Escocia se ha vuelto el principal marco de referencia de los escoceses. Se han desarraigado de las elecciones británicas porque no han escogido unionistas para el Parlamento de Westminster (3 de 59). Se centrarán en construir Escocia como una comunidad política, en conseguir competencias clave que les permitan expresar eso así como en proyectar Escocia como un agente internacional. No veo a los partidos unionistas reconstruirse en Escocia porque creo que pertenecen a otra era. Veo a los partidos escoceses evolucionar en torno a la cuestión nacional aunque no veo al SNP siendo hegemónico.
¿La situación de Catalunya es comparable con Escocia y Quebec?
-En buena parte. El proceso catalán es un proceso de construcción nacional que compite con el español. Los catalanes han estado más o menos acomodados hasta cierto punto durante los últimos 40 años, pero ahora el escenario está más y más polarizado.
¿Por qué?
-Uno de los motivos es la crisis del Estado español que no solo se refiere a Cataluña, pero en el que Cataluña es un elemento clave. La opinión pública catalana ha tendido a una posición más favorable a la independencia debido al intento fallido de reforma del Estatut, de encontrar una tercera vía. A diferencia de Quebec y Escocia, no hay un camino de salida claro. Porque en Quebec hubo un referéndum. Si los quebequenses quieren hacer otro referéndum, el Gobierno federal pondrá todas las trabas posibles, pero lo habrá.
¿Cómo ve el panorama?
-No veo realmente hacia dónde va, es muy complicado, porque permanentemente se están perdiendo las oportunidades para el acuerdo por ambas partes. Así que no, no tengo ni idea de hacia dónde va igual que nadie en Catalunya tiene idea de hacia dónde va. Y ahora tenemos elecciones que no dejarán un resultado claro, habrá un Parlament muy fragmentado, lo mismo que a nivel estatal. Y, por tanto, no habrá partes negociadoras claras. Así que creo que el proceso se alargará por un largo tiempo.
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