Bilbao. El jeltzale Antón Aurre Elorrieta formaba parte de esa generación de políticos que se incorporaron a las instituciones vascas nada más recuperar la democracia tras la muerte del dictador Francisco Franco. Por ello, tras fallecer ayer en Algorta en la víspera de su 86 cumpleaños, se llevó con él buena parte de la memoria de esa agitada etapa de la política, tan procelosa como los mares que surcara durante su juventud en la marina mercante. Nacido en el caserío de Agerre de Ajangiz el 24 de septiembre de 1927, el expresidente de las Juntas Generales de Bizkaia y presidente de honor de la Fundación Sabino Arana se apagó ayer tras haber luchado durante catorce años con las secuelas de un infarto cerebral que fueron minando sus facultades físicas y terminaron apartándole de los actos públicos de la fundación hace tres años. Aurre comenzó su andadura en las Juntas en 1979. Desde esa atalaya participó en la institucionalización de la CAV y en la recuperación tras las inundaciones de 1983, al tiempo que tuvo que capear con la escisión del PNV en un momento tan complicado para los jeltzales que las pugnas llegaron a salpicar las reuniones de trabajo del grupo juntero. En ellas, se mostraba firme pero siempre respetuoso, y tanto unos como otros reconocían su autoridad.

Las Juntas pondrán en valor su legado hoy mismo iniciando el pleno de política general con un minuto de silencio y con las banderas a media asta. Mañana recibirá su último adiós en la parroquia de los Trinitarios de Algorta, a las 19.30 horas. Su trayectoria política, su condición de activo euskaltzale y su papel como difusor de la cultura vasca lo auparon también a la presidencia de la Fundación Sabino Arana, cargo que ocupó desde 1995 hasta 1999. Fue entonces cuando padeció un infarto cerebral y cuando pasó a ejercer de presidente de honor, un cargo que en su día ocupó el lehendakari Jesús María de Leizaola.

Orígenes

Como a otros tantos de su generación, a Aurre le tocó nacer en una época complicada, a las puertas de la Guerra Civil y de episodios como el bombardeo de Gernika, que él mismo contempló cuando solo era un niño, aunque no por ello se habría decantado por el revanchismo. En una nota remitida ayer por el EBB, Andoni Ortuzar quiso recordar su asistencia al homenaje de los presos fusilados del Dueso, una visita en la que Aurre trasladó un "mensaje humanista", "sin mirar al pasado más que lo justo para asegurar un futuro mejor". Militante clandestino del PNV y defensor del folclore vasco, pasó a incorporarse a las Juntas Generales tras la muerte de Franco. Fue apoderado por Uribe desde 1979 hasta 1995, aunque en los últimos doce años lo hizo en calidad de presidente.

En aquel momento, las Juntas aún debían coger forma y asumir competencias. Aquella hornada de políticos, marcada por la inexperiencia y la ilusión, comenzó a dotar de contenido y cometido a los diferentes niveles institucionales de la CAV. Fue entonces cuando vio la luz la Ley de Territorios Históricos, y cuando se decidió que las Juntas asumieran capacidad regulatoria en fiscalidad o acción social. Eran años complicados, con agrios enfrentamientos en la tribuna de oradores -los allí presentes acusan a la izquierda abertzale de haber "reventado" más de un pleno-, y también con el reto de afrontar las inundaciones de 1983. Bajo la presidencia de Aurre, las Juntas activaron una Comisión Extraordinaria que se encargó de gestionar los recursos disponibles para paliar los efectos de la catástrofe.

En esas circunstancias, con un corpus institucional que debía consolidarse, con unas reglas de juego recién aprobadas y sin una experiencia anterior de la que echar mano para solucionar los problemas, parecía necesario optar por un presidente "riguroso". Y Josu Montalbán cree que Aurre cumplía ese requisito. El exdiputado del PSOE y diputado foral de Bienestar Social durante los gobiernos de coalición en Bizkaia, opina en declaraciones a DEIA que el jeltzale "cumplía el reglamento y era contundente a la hora de llevar la presidencia". "Yo lo achacaba a que las Juntas empezaban a existir tras la dictadura y debía cuidarse que cumplieran el papel que debían cumplir. Ese rigor era positivo para la consolidación de las Juntas", explica. Sin embargo, Montalbán puntualiza que ese celo no implicaba que el jeltzale obstaculizara el debate. De hecho, Montalbán recuerda cómo Aurre colaboró con él "para que los temas propuestos salieran adelante". "Facilitaba todos los debates en las Juntas", evoca. En lo personal, el rigor tampoco se traducía en que fuera "un cascarrabias". Al contrario. "Decía las cosas claras, pero era muy cercano, afable y cariñoso", retrata. Desde la discrepancia ideológica, lo cataloga como "un nacionalista auténtico, de libro", con el mismo sello que todos aquellos que habían sufrido la guerra y la dictadura. No obstante, el socialista pone el acento en su condición de demócrata y en que no se cerrara a las ideas del adversario político.

El responsable de la Fundación Sabino Arana, Juan María Atutxa, también coincidió con el jeltzale en las Juntas, y recuerda que en esa época el PNV tuvo que afrontar episodios traumáticos como su escisión. Atutxa puntualiza que los junteros no eran ajenos a ese debate interno y que no tardarían en surgir las divergencias dentro del grupo foral.

"En ese momento, Antón fue riguroso. El grupo juntero se reunía semanalmente y surgían chispas por este asunto, pero Antón ponía orden sin necesidad de dar puñetazos en la mesa. Por unos y por otros se reconocía su autoridad. No le temblaba la mano para manejar el timón con respeto. Nadie tuvo tampoco ocasión de reprocharle un trato discriminatorio. Le tocó superar la tempestad política, ya acostumbrado a hacerlo en el mar", resume.

Su trayectoria en Juntas discurrió en paralelo a los mandatos de los diputados generales José María Makua y José Alberto Pradera, y de los presidentes del EBB Ramón Sudupe, Jesús Insausti Uzturre y Xabier Arzalluz. También durante su etapa como presidente de las Juntas se trasladó la experiencia del pacto y el entendimiento entre jeltzales y socialistas desde Ajuria Enea a la Diputación de Bizkaia. Fue en sus últimos años en la institución foral cuando asistió al diseño de grandes infraestructuras como el Museo Guggenheim, el Palacio Euskalduna o el metro de Bilbao. Más tarde pasaría a comandar la Fundación Sabino Arana.

Velatorio

Tras sufrir un infarto cerebral, vio seriamente mermadas sus facultades físicas, aunque siguió asistiendo anualmente a los premios de la fundación. No pudo hacerlo los últimos tres años, pero siguió manteniéndose al tanto de los trabajos y en contacto con sus compañeros. Atutxa recuerda cómo todos los años, mientras preservó la lucidez, los invitaba a un "piscolabis" para celebrar su cumpleaños. Todos ellos seguían retratando ayer a Aurre como un trabajador digno, a quien volverán a recordar hoy en el tanatorio Sarria de Algorta. Su cuerpo recibirá sepultura mañana al mediodía en Ajangiz.