¿Qué fue de aquel "Kirikiño"?
Una iurretarra se pregunta si su padre murió en el bombardeo de Zalla
iurreta
ME he hecho tantas ilusiones de tener alguna noticia sobre la desaparición de mi padre, que no sé ni si quiero hablar más para los medios de comunicacion". Son sentimientos comprensibles de frustración de Mari Carmen Juaristi, una mujer que no atrinchera recuerdos de su aita. Ella es una iurretarra que tras haber compartido toda una vida al lado de una madre sola, denuncia el daño que causaron los franquistas. "¡Ojalá algún gudari del batallón Kirikiño -al que pertenecía su padre- se pusiera en contacto conmigo y me diera alguna pista sobre él!", exclama. Es unos de los 15.000 desaparecidos en la Guerra Civil.
"Mi padre salió de su casa en la plaza Aita San Miguel de Iurreta en abril del 37 y no volvió nunca", resume. Las últimas pistas sitúan a Pablo Juaristi (Ibarruri, 1906) en un bombardeo sobre Zalla -el 22 de junio de 1937-, en Astillero (Cantabria) y, también podría ser, en Orduña. Solo existen testimonios confusos de conocidos y familiares, huellas difíciles de dar orden en el tiempo.
La mujer de aquel gudari, Jesusa Zugazartaza, echó adelante en la vida, en la guerra, en pleno 37, con una situación que solo los corazones aferrados a la esperanza saben afrontar. Jesusa no supo más de su marido tras la caída de Bilbao, cuando el Kirikiño tuvo que replegarse. En ese momento, ella tenía una niña de 18 meses -su hija Mari Carmen- y, además, estaba embarazada de una niña que murió a los pocos meses de nacer.
Al mismo tiempo que siempre esperó que su marido volviera, se desvivió trabajando durante 40 años en la Ferretera Vizcaina. "Yo me crié en la calle, no había otra. Hasta que ama venía de trabajar", se muerde los labios Mari Carmen.
Jesusa, antes de morir en mayo de 1978, le dijo a su hija una dura frase que siempre retumba en su memoria. "Mari Carmen, si el padre un día viene a casa, ya le abrirás la puerta y le recibirás bien? ¿Cómo no? Yo ya sé lo que sufrió ella. Y todas las conjeturas que se hizo en su mente, que la cabeza da muchas vueltas".
Pablo Juaristi, quien también pudo haber formado parte del batallón Ibaizabal, tenía 31 años cuando partió a luchar por Euskadi ante el ejército español sublevado el 18 de julio del 36. En Bilbao se pierde su pista más concreta. A partir de ahí, según un vecino que fue sargento de Juaristi, el iurretarra Juan Zabala, "estando acampados en un manzanal en los alrededores de Zalla, les bombardearon e insistía en que mi padre no salió de allí. Nos lo decía siempre, incluso poco antes de morir, en el bar de Ereña", apunta Mari Carmen junto a su marido, José Mari Alberdi. Sin embargo, un familiar les aseguró también que un día cenó junto a su padre y el hermano menor de este, Andrés, en Astillero, municipio de Cantabria. Esta mujer partía hacia el exilio a Francia. "Nos dijo que les preguntó a ver qué iban a hacer y que Andrés -que luego murió en un accidente de camión- volvía, pero que Pablo no sabía". Una tercera pista situó a Juaristi en la cárcel de Orduña. La familia preguntó por él, pero no se obtuvo dato alguno.
"Mi madre me decía que tenía envidia de las viudas. Es que ella no sabía ni si lo era. Su sueño, como el mío, era, si estaba muerto, obtener los huesos y darles una sepultura digna. A día de hoy, enterrarlos con ella", se emociona Mari Carmen quien de su padre solo posee una foto, la de su boda. Jesusa hizo cavilaciones de todo tipo: que su marido había podido ir al exilio, que pudo rehacer su vida con otra mujer "y le daba miedo volver", que le hubieran matado en una cuneta? La madre de Mari Carmen le contaba más cosas a José Mari que a su hija. "Me decía que Pablo era un hombre formal, miedoso? Ya le dije, esos vuelven", explica. Mari Carmen agrega que era un hombre aficionado a los libros de historia de Euskadi y que en una ocasión hizo una hoguera y los quemó todos ante el temor de la llegada del ejército español. "Mi madre escuchaba en la radio todos los partes de desaparecidos por si decían su nombre. Nunca perdió la esperanza de encontrarle. ¡Ya podía llamarme alguien si sabe algo más de su paradero!", recoge el testigo de Jesusa.
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