bakaiku - Aitor Zubieta (Etxarri-Aranatz, 1984) es un hombre positivo. En su retrovisor, maleado por el traqueteo del camino, no cabe otra cosa que una sonrisa. Recuerda, mientras recorre con la mirada el frontón de Bakaiku, que va allí para “colaborar” con la gente de la escuela de Etxarri-Aranatz, que ha crecido tanto que tiene que recurrir a la cancha de la localidad vecina para tener a los mayores. “Fíjese, vienen chavales buenos por detrás”, cuenta con una risa perenne, sentado en los bancos de piedra, mientras no pierde ojo de cómo se fajan, primero, un par de delanteros; después, cuatro manistas, jóvenes, casi imberbes. Zubieta también lo fue cuando debutó, hace más de una década, y con 31 años ya le consideran, y él mismo también lo hace, como un “veterano” del cuadro de Aspe. De hecho, quitando a Abel Barriola (Leitza, 1978), se mece como el zaguero de más edad de su plantilla. Hay un boquete en la plantilla.
El guardaespaldas de Sakana acude al frontón sin muletas y sin nada, conduciendo su coche, apenas dos meses después de haberse operado la rodilla derecha y el tendón de Aquiles de la pierna izquierda. Admite que “la recuperación va bastante más adelantada de lo que pensábamos”. “Ya ando en bicicleta y peloteo del cuatro al cuatro. Vamos adelantando algunos plazos. Las sensaciones, por ahora, son muy buenas. No obstante, en el frontón, sí que noto el estado de la rodilla y el tobillo. Es lo normal. Aun así, en el mejor de los casos, no esperábamos esto”, argumenta. El coloso de Etxarri-Aranatz tiene un pasado cargado de situaciones complicadas por los problemas físicos. En este Parejas, ha vivido la cruz. “Soy un tío positivo. Intento ver el vaso medio lleno siempre. No es fácil. De cuando me plantearon cómo iba a ser la recuperación a cómo está yendo, no esperábamos esta evolución. Va todo a buena velocidad. Pensaba que iba a empezar a pelotear a los cuatro meses y, a los dos, ya estoy en ello”, analiza. Lo cierto es que el bagaje de su pasado le viene como anillo al dedo para afrontar este tipo de situaciones. “Por mala fortuna, tengo experiencia en lesiones. Ver que día a día va mejorando me viene bien y me anima mucho. El cirujano y la rehabilitadora me están ayudando. Cuando me rompí los ligamentos de la rodilla, en tres meses ya estaba jugando. Esto va camino de ser parecido”, asegura Zubieta, quien apostilla que “en teoría tenía que estar dos meses con la bota y la muleta y ya estoy en el frontón. ¡Quién me lo iba a decir! Nadie lo esperaba. Estoy contento. Aunque se hayan adelantado los plazos, veremos en el frontón cómo estoy”.
Parte de la receta de Aitor Zubieta reside en el trabajo duro y diario. Como un mantra. Como al artista, al que le llega la inspiración con las manos en la masa. Normalmente, los frutos no viajan al sofá. “Desde el segundo día empecé a trabajar con la pierna derecha, porque en la izquierda tenía una gran escayola. El tobillo izquierdo, según me quitaron la bota, a los quince días, empecé a trabajarlo. Ya tengo la musculatura normal en las dos piernas”, certifica. Le llegaron las dos malas noticias tras quedar subcampeón el año pasado en el Parejas con Pablo Berasaluze. “Fue un campeonato muy bueno. Fue duro y largo. Quedamos subcampeones, pero terminé contento. El verano también fue bueno. Tuve un pequeño bache en Sanfermines y, para La Blanca, le di la vuelta. Antes de San Mateo, en Bermeo, me rompí el menisco. Decidí no operarme y seguí para adelante; cuando salí, tras dos partidos ganados, me lesioné el Aquiles en Donostia. Me recomendaron no operar”, recita. Con el historial plagado de problemas, el Parejas fue un pequeño infierno: “Estaba a rastras. Se veía que no estaba bien. Iba de partido a partido, porque tenía que estar toda la semana en reposo. En Arrasate el cuerpo dijo basta. No podía ni andar”. Asegura el manista etxarriarra que “no me operé antes porque los médicos me aconsejaron no hacerlo. Era una intervención complicada. Tiramos por una vía más conservadora”. El problema, como para la mayoría de zagueros, es que el “año se escapa” con el Parejas. Es su diana. A Aitor le ha pasado varias veces, pero valora “igual” estar bien en verano o en rachas largas de partidos. “No queda otra que levantarse día a día. En mi caso he tenido muchas lesiones. Por las manos, sobre todo al principio, tuve que estar parado mucho tiempo. Me las tuve que abrir. Luego, cuatro operaciones de rodilla, la del soplo, la del Aquiles... Siempre queda trabajar y levantarse”, remacha Zubieta.
Otra de las claves en la vida de Aitor es la rutina, que le “encanta”. Si puede “mantenerla”, es “feliz”. Por eso, le gustan las rachas sin problemas. La actual se basa en una sola premisa: “Vestirme de blanco”. “Por la mañana voy al fisio en Iruñea, aunque en las últimas semanas bajaré la asiduidad. Después, vengo a entrenar: bicicleta, trote suave para reacondicionar y frontón. Voy a comer y, cuando termino, voy con mi preparador físico. Hacemos un par de horas”, relata el sonriente pelotari de Aspe. Ejercitan la propiocepción, la potenciación, la elasticidad... “Le tengo que agradecer mucho. Desde la mañana hasta la tarde, solo tengo en mi mente volver a la cancha”, sostiene Aitor, quien apostilla que “es un trabajo solitario”. “Muchas veces he dicho que cuando me va bien en el pueblo me hacen fiestas; pero cuando me va mal están todos encima. No hay día que no me pare la gente y me pregunte. Es increíble”, apunta.
Rol en la empresa Zubieta debutó el 30 de enero de 2004 y ya se asoma como uno de los “veteranos”. Dice el zaguero que “todo ha cambiado mucho”. “Cuando debuté, entre los 30 y los 38 años había muchos pelotaris. Eso era muy adecuado para los manistas jóvenes. Estaban Zezeaga, Elkoro, Nagore... Te curtían mucho. Había que defender y aprender a jugar. Hay un salto”, asevera el etxarriarra y agrega que “cuando me tocaba contra ellos, me encantaba. Era una gozada. Jugaban muchísimo. Son gente de los que tienes mucho que aprender. Se echa de menos”. El mayor consejo que le dieron a Aitor fue que “tuviera paciencia”. “Les intento hacer caso, pero no sé si lo consigo”, sentencia entre risas. Echa una mirada al frontón. Hay destellos: “Hay futuro. Vienen chavales buenos”, finaliza.