En los últimos años, la relación entre alimentación y salud ha cobrado una importancia cada vez mayor en la investigación médica. Uno de los datos más alarmantes en este contexto es el aumento del cáncer en personas jóvenes.

Estudios recientes indican que los casos de cáncer en menores de 50 años han crecido más de un 80%. Este fenómeno preocupa a la comunidad científica, que busca comprender sus causas y cómo prevenirlo.

Una de las hipótesis más relevantes apunta hacia el papel de la insulina en el organismo, especialmente cuando sus niveles se mantienen elevados de forma crónica.

La insulina es una hormona esencial producida por el páncreas, cuya función principal es permitir que la glucosa entre en las células para ser utilizada como fuente de energía. Sin embargo, cuando se consume en exceso ciertos alimentos, especialmente aquellos con alto índice glucémico, la insulina se dispara desproporcionadamente.

Esta sobreestimulación del sistema puede derivar en hiperinsulinemia crónica, una condición en la que los niveles de insulina permanecen altos durante largos periodos de tiempo.

Aumenta la probabilidad de cáncer

Según señala el cardiólogo Aurelio Rojas, popular por compartir consejos sobre salud con sus más de 500.000 seguidores en Instagram, esta situación actúa como un "fertilizante" para las células tumorales. Es decir, la insulina no solo regula el metabolismo de los carbohidratos, sino que también estimula procesos de crecimiento celular. Si existe una célula precancerosa o una mutación celular, el entorno hiperininsulinémico puede favorecer su multiplicación y supervivencia, acelerando la formación de tumores.

En particular, se ha observado una relación entre altos niveles de insulina y ciertos tipos de cáncer, como el de colon, mama, próstata y páncreas.

Esta conexión resulta especialmente preocupante en el caso de las personas jóvenes, que en muchas ocasiones adoptan patrones alimentarios poco saludables desde edades tempranas, siendo el azúcar y las harinas de trigo refinadas las causantes.

La ingesta frecuente de refrescos, bollería industrial, pan blanco, pasta refinada y otros productos ultraprocesados, junto con el sedentarismo, crea un entorno metabólico propicio para el desarrollo de enfermedades crónicas, incluido el cáncer.

La bollería contiene una cantidad muy elevada azúcares. Freepik

La importancia de la alimentaión

Para contrarrestar esta tendencia, los expertos en nutrición y salud pública insisten en la importancia de adoptar una dieta basada en alimentos reales, rica en vegetales, frutas enteras, legumbres, frutos secos, proteínas magras y cereales integrales.

Este tipo de alimentación no solo ayuda a mantener estables los niveles de insulina, sino que también reduce la inflamación y favorece un entorno metabólicamente saludable.

Además, se recomienda limitar el consumo de productos azucarados y de harinas refinadas, así como practicar actividad física de forma regular. El ejercicio, además de sus múltiples beneficios cardiovasculares y musculares, también mejora la sensibilidad a la insulina, ayudando al cuerpo a utilizarla de forma más eficiente.

Prevención del cáncer

La relación entre alimentación e insulina es una pieza clave en la prevención del cáncer. Adoptar hábitos saludables no es solo una cuestión de bienestar general, sino una estrategia concreta para reducir el riesgo de enfermedades graves en el futuro.