BILBAO - Fue un día de Reyes. En 1981. Y el Atano III aún ni siquiera había adoptado su nombre. Se llamaba Anoeta. Eso vino después, catorce primaveras más tarde, cuando lo reformaron. Era ya 1995. Mariano Juaristi, de la magnífica saga azkoitiarra, considerado uno de los manistas más importantes de la historia, cambió el apellido al añejo emplazamiento donostiarra. Pues bien, aquel 6 de enero fue cuando Roberto García Ariño puso su imagen en la historia cuatro cursos después de haberse jugado la final del Manomanista junto a su vecino y amigo Iñaki Gorostiza. Ganó el de Axpe la txapela del Parejas junto a Antton Maiz, un tipo grande, de corazón y cuerpo. Dicen de él que tenía un radar, que andaba en la cancha como los ángeles aunque su andamiaje era más de elefante que de gacela. Pero era lo segundo. Cuestión de intuición. Cuenta el ahora técnico de Asegarce que “quizás sea complicado explicar a los pelotaris de ahora cómo jugaba Maiz II. Veías a un tío tan grande y decías: ¿Cómo se va a mover? ¿Cómo va a llegar a las pelotas? Uno de los factores es que era un gran pelotari que antes de pegarle tú, él ya estaba colocado. Sabía muy bien lo que tenía que hacer, era muy seguro y podía estar tres días jugando. Entonces, por esos motivos, se acoplaba con todos: con rematadores, con menos rematadores... Con todo el que jugó hizo pareja”. Ganaron a Bergara II y Martinikorena. 22-13. Un día de Reyes. La última para Bizkaia, su último cetro de Primera en la pelota profesional. Desde entonces, travesía en el desierto. A hierro y fuego murieron los sueños vizcainos.
34 años.
Una eternidad.
Un abismo.
Un acantilado.
Y, en medio, las oportunidades de Pablo Berasaluze, Oier Zearra, Andoni Aretxabaleta? Pero sin fruto. Tal y como asegura el manista de Berriz, la gente le dice por la calle que “la pelota le debe una txapela”. Ese es el mantra. Esta es su final. Este es el día. Hoy.
Ahora.
Afronta en el frontón Bizkaia de Bilbao, a partir de las 18.30 horas, el mago vizcaino, un pelotari exquisito, eterno, cuya imagen es marca de remate, obligación y riesgo máximo, una de sus últimas oportunidades, a pesar de confesar que “vale más el cariño que he recibido en estos últimos años que un título”. Sí. Tiene 37 años, cumple 38 en septiembre, le queda un año más de contrato y su vida deportiva, por ley de vida, tiene que ir poco a poco apagándose. Por el desgaste y los años, aunque parezca eterno. No por las lesiones. Dos en los últimos dos cursos le dejaron con la miel en los labios, el estómago revuelto y la cabeza con muchas dudas. Cuando Pablito se rompió el tendón en la final del Parejas de 2013, los médicos ni siquiera sabían si iba a poder rayar al mismo nivel al que lo estaba haciendo antes de lesionarse; mientras que al resucitar se reencontró y volvió a caer. Se levantó, recayó y se volvió a levantar. Sabor a barro. Y regresó diferente. Ahora, Berasaluze II, ese artista impenitente cerca del frontis, tiene un oficio que le ha llegado de golpe. En su unión con Aitor Zubieta, el zaguero al que comentaba desde que le vio en aficionados que quería jugar con él, ha depositado aún más trabajo y empaque. Galones por encima de talento. Apóstol de la ayuda. Por encima de todo. El zaguero de Etxarri-Aranatz, cedido por Aspe para la ocasión, cuestión que ha acabado con dos parejas en la final de Asegarce y ninguna de la empresa eibarresa, es un guardaespaldas fuerte y exquisito, con una postura de zurda que clava la perfección, pero al que quizás le cuesta más moverse de forma explosiva en el frontón. Eso lo ha tratado de solventar el berriztarra sacrificando su vena artística. Sobre todo, en los dos últimos partidos de la liguilla de semifinales, en los que impusieron empaque y cemento al colmillo.
La gestión de la tensión por parte Berasaluze también supone un punto a estudiar. Desde que alcanzara la liguilla de semifinales, e incluso antes, la ilusión de Bizkaia ha estado puesta en él. “Este es el año”, confían desde los distintos sectores. Y, tal y como desvela Zubieta, compañero de gerriko hoy y todo el Parejas, “Pablo para Bizkaia es algo especial”. Aunque parecía que en 2013 tuvo mayores problemas para lidiar con los factores externos: nervios, entradas, medios de comunicación y el ruido de fondo, este curso afirma no “presionarse con la txapela”. Aun así, los nervios estarán ahí. Entonces, fue el más entonado del principio del partido hasta que se rompió. Y los precedentes, como en las semifinales, sostienen que en los momentos de mayor tensión no ha tomado siquiera un segundo para dudar qué hacer. El toro por los cuernos.
Sobre todo, cuando el coloso etxarriarra estaba con la zurda muy tocada. Aguantaron el empuje de Ezkurdia-Zabaleta y el mago de Berriz apuntilló la última fase, la del pase. Zubieta concreta que hoy “se pondrá más taco que durante el resto del campeonato”, pero no tiene por qué ser un factor fundamental para la conquista del partido, que se espera himalayesca. Bizkaia espera, aunque Pablo ya esté en su corazón.
el trabajo y el talento Oinatz Bengoetxea y Álvaro Untoria saldrán de azul. Son la devoción por el instante. Son el hierro en la escaramuza. El delantero de Leitza y Berasaluze II tienen un pasado cercano que les une más de lo que parece: ambos pasaron una lesión importante, Oinatz la rotura del tobillo en Huesca y Pablo la luxación de dos dedos. Les costó recomponerse del golpe en la cancha y han sumado un juego después del tiempo importante. El puntillero navarro ha sido el manista más destacado, el hombre a seguir. Siempre con una visión del juego bastante estajanovista y sacrificada, el sexto de la saga Bengoetxea ha encontrado además de un sotamano comunista, una fluidez en el remate espectacular. Desde el saque hace daño. Por eso le ha dado igual encontrarse con distintos compañeros: Andoni Aretxabaleta, el honesto titular, Ibai Zabala y Álvaro Untoria, la explosión.
La versión rematadora del leitzarra es la mejor de su vida deportiva. Descarado desde el inicio de su camino en la pelota, carne de primi, Bengoetxea VI exprimió un camino de espinas más que de rosas: defensivo, ratonero y con un sotamano desatascador. No obstante, en su regreso de la rotura del tobillo ha alcanzado una visión carnívora de la pelota. Puro ataque, él mismo analiza que ha jugado “su mejor Parejas” e incluso disputó “su mejor partido en materia rematadora” en Irun, con el agua al cuello, cuando se jugaba contra Martínez de Irujo y Abel Barriola alcanzar las semifinales. Acabó 19 tantos. Una barbaridad. Un encuentro para dejar grabado en el DVD.
El sotamano y la facilidad de gozar de Oinatz ayuda mucho a Untoria, quien quizás tenga la llave de la final. Debutante en estas lides, emergió de Segunda a medio campeonato para ganarse la titularidad. “Es la sorpresa del Parejas”, analiza Rubén Beloki, técnico de Asegarce. El najerino ha acabado con sus problemas de manos y, aunque ortodoxo en el golpeo, es tremendamente solvente. No domina, pero sufre y anda en la cancha una barbaridad. Si entra nervioso, puede vivir un suplicio frente a dos pelotaris experimentados. Ahí tomará importancia Oinatz. Su ayuda es clave.
El dinero a la par Aunque el precedente en el mismo frontón está tremendamente desnivelado hacia el terreno azul, desde las tablas de contracancha no se espera que el dinero tome un rumbo fijo. Las apuestas saldrán a la par. Otra cosa es el sentido emocional de la cátedra. Pablo Berasaluze se juega en casa, en el Bizkaia de Bilbao y en una de sus últimas oportunidades, un cetro que la afición vizcaina necesita como el comer, por lo que es posible que la fe tienda colorada y la cabeza azul. La tensión será clave en cualquier caso.
El momento es ahora.