FUE como uno supone queocurría en aquellos circosambulantes del siglo XIX:una bestia parda, una fenómenode feria, ruge con fuerza ysacude los barrotes con violenciadentro de la jaula y solo el ruido yalevantaba expectación y curiosidad.Aimar Olaizola ha alcanzado yaesa categoría de animal legendariode la pelota: una suerte de minotauro,un fenómeno de la naturalezapelotazale a cuyo reclamo acudenpara contemplar cómo es capaz dedespedazar a su contrincante; en elcaso de ayer, al pobrecito OinatzBengoetxea, un muñeco roto enmanos del gigante. Ayer lo hizo enun tris, un comienzo de partido enel que batió el viento como si ambasmanos fuesen aspas de molino.

Saques fogosos o remates a quemarropa;ganchos de francotirador opelotazos que se afeitaban con la lijade la pared. Todo valía para elespectáculo. Ese arranque dejó a lacátedra boquiabierta y en el airecomenzó a flotar, entre la nube demarihuana, la sensación de que lospresentes eran testigos de la consagraciónde una leyenda. Se hablaráde Aimar en los frontones cuandono esté, durante años y años.

El dinero, que es perro viejo, olfateabala escabechina y cantaba losaleluyas a favor de Aimar desde elcomienzo: nadie se enriqueció ayeren el Ogueta. La cátedra acudió,más bien, a presenciar el espectáculode la naturaleza, del oleajedesatado, y comprobar la resistenciadel dique. Apenas la hubo. Puedendar testimonio de ello IñigoSalbidea, Borja Osés, Salva Bergara,el cocinero Karlos Arguiñano,quien se saludaba con un paisano,Juanjo Lizaso; el bodegueroFlorentino Martínez, quien secodeada con Paco Terreres y suhijo, Alberto, suministradores delos inolvidables rodaballos del asadorElcano de Getaria; el alpinistaJuanito Oyarzabal, quien llegóacompañado por el presidente de laFederación Alavesa de Pelota, FernandoPalacios, Ogueta; los pelotarisvizcainos, Pablo Berasaluzey Ander Aretxabaleta, Iñaki Iza,Jon Apertetxea, el pelotari AlexisApraiz; el histórico presidente delAlavés, Gonzalo Antón, el alcaldede Gasteiz, Javier Maroto, sobrequien cayó una lluvia de imprecacionesa la hora de la imposición dela txapela a Aimar; Mikel Rafael,Fernando Vidarte, en nombre deAspe (hubo quien, a su paso, chistóque la final era la constatación delImperio Asegarce: son ganas de...);Alfredo Iturritza, y una legión denombres propios que vieron pasarla final a reacción, en un visto y novisto que generó, todo hay quedecirlo, un punto de desencanto. Laverdad es que el Ogueta, de salida,llevaba a Oinatz en el corazón: la vieja historia de David y Goliat.Pero sus trompetas no tumbaron lasmurallas de Jericó.

Convertido el partido en un discursocontundente y duro como lapiedra, ¿dónde encontrar distracciones?Hubo quien las halló en elsimultáneo. En la era de la tecnologíael marcador electrónico hizo¡crac! y el tanteo se llevó con cartones,como antaño. Otros, sin embargo,se entretuvieron con el showdeKontuz Atsuak, ese programa chiripitifláuticodonde Anjel Alkaine Iñake Irastorza merodean cualquier circunstancia, adobándolacon su presencia chic. Llegaron,incluso, a bajar a la piedra en laceremonia de entrega de trofeos conuna caja de galletas Cuétara parareponer las fuerzas de los pelotaris.Ninguno de ellos accedió en la celebraciónmás fría que se recuerda,como si fuese el desenlace de unahistoria ya sabida.

De todo esto tienen noticia futbolistasayer presentes comoMarkelSusaeta, Óscar de Marcos, IgorMartínez, Mikel San José, JonAurtenetxe, Ander Iturraspe o eldonostiarra David Zurututza,entre otros; José Manuel Esnal,Mané, Alicia Garmendia, EstherAranguren, Aitor Zumelzu, lospelotaris Alexis Apraiz, Titín.Mikel Unanue, excampeón delCuatro y Medio, o Peio Martínezde Eulate entre otros muchos; elseleccionador de material, JuanMari Juaristi, uno de los hombresmás denostados en los días previosde las finales (nunca bota a gusto detodos...); José Ángel Balanza,Gorostiza, quien fuera oro olímpicoen parejas en los Juegos de 1992;Aimar Etxebarria, Javier Otalora,Beñat Benguria, JuankarÁlvarez, Iñaki Mendibelzua;Mamen Olaortua, Itxaso Agirre,Idoia Mujika y Josune Beltrán,quienes se dejaron el aliento animandoa Oinatz; Cristina Hernández,Sonia Barrenetxea,Asier Aranguren; el médico deAsegarce, Iñigo Simón, y muchaotra gente que se entregó en elintento de que Oinatz encontrase elaliento para hacer frente al brujo dela tribu. Fue un imposible. Lamarea de Aimar subía y subía. “Leha faltado un par para arriesgarlotodo cuando se vio acorralado”,decía una voz a la salida del Ogueta.

No era justa. Oinatz es un hombre.YAimar fue ayer, ya está dicho,uno de esos fenómenos de feria, unade las siete maravillas de la tierra.