BARRIOLA 22- 13 SARALEGI
EIBAR. Llegaba Ekaitz Saralegi alAstelena apoyado por la afición. Envolandas.No en vano, desde las gradas,su nombre nada más saltar a lacancha se escuchaba sin ambages.Fueron estos gritos los que dieronmoral al amezketarra, que se mostróseguro hasta mediado el duelo;sin embargo, cuando Abel Barriolaengrasó sus músculos, su juego y sucerebro, un chaparrón le caló hastalos huesos y acabó con sus posibilidades.
Comenzó el delantero guipuzcoanomuy enchufado. Saralegi deleitabacon un gancho al ancho quecomenzaba a imprimir bravura alencuentro. Prosiguió el amezketarracon un saque. Barriola, en unaversión muy diferente de la habitual,no se encontraba, pero su contrincantele regaló unas alas paraque volara. También la suerte, malapara el de Asegarce, buena para elde Aspe, ya que en el cuarto tanto,cuando Ekaitz restaba un golpe deBarriola, la pared izquierda seinterpuso en el camino de su rótulay la pelota. Un grito acalló el Astelena.El guipuzcoano enfiló entrequejidos el vestuario, donde losmédicos le dieron hielo para mejorarsu dolorida rodilla y saltó denuevo a la cancha.
Renovada la pierna del delantero,revivido, pulsó sus opciones conuna dejada. Le salió bien el intentoy se creció. Un sotamano, un gancho...,pero Abel se recompuso deinmediato y sacó a pasear la táctica que había planeado desde la elecciónde material: castigar la zurdaarrimando a pared. Pelotear y alargarel tanto.
Le salió bien el invento al zaguero,a partir del 13-13, que se calzabacartones, mientras que su contrincantese diluía. El físico, definitivamenteabandonó a Saralegi, quesufrió una sangría sin límites quele apea de los octavos de final de lajaula.