Hoy se cumplen quince años desde que Edurne Pasaban (Tolosa, 1973) holló el último de sus 14 ochomiles, y se coronó como la primera mujer del mundo en pisar las cimas más altas del planeta.
Su vida ha cambiado en todo este tiempo, aunque reconoce que sigue siendo una mujer “de llorar”, como siempre ha sido. No le da vergüenza admitirlo. Vive en el valle de Arán, con su marido e hijo. Tiene empresas, da conferencias, viaja y le ha dado por “correr en montaña”, a lo que dedica “bastante” tiempo de entrenamiento pese a las primeras protestas de su rodilla derecha. Tiene un aspecto envidiable a sus 51 años y acaba de llegar de correr por el monte más de tres horas, con su perro, cuando se sienta a atender a NOTICIAS DE GIPUZKOA por videoconferencia.
¿Es nostálgica?
Un poco.
Eso quiere decir que bastante, ¿no?
(Ríe) Sí, porque normalmente no nos atrevemos a decir que realmente somos nostálgicos. Y no sé por qué, porque sí lo soy. Vivo de los recuerdos, vivo con nostalgia el pasado, porque cuando miro para atrás, es un pasado en el que lo pasé muy bien. O sea, todo el mundo puede pensar que lo mío era un reto, una competición, pero para mí fueron años de mi vida que me divertí un montón, viajando y haciendo lo que más me gustaba.
¿Si pudiese volver a tener 20 años, haría lo mismo? ¿O ya vale?
Ahora mismo me dicen: Vuelves a los 18, y firmo. Volvería a hacer lo mismo. Los 51 algunas veces me pesan por eso. Nostalgia de tener un objetivo como los 14 ochomiles. De poder compartirlo con mis compañeros, de un grupo de amigos que lo pasábamos de la hostia en el monte y fuimos adolescentes y jóvenes durante mucho tiempo, porque eso nos mantenía súper vitales.
Volvamos atrás pues. Edurne Pasaban cerró su etapa deportiva como la primera mujer en hollar los 14 ochomiles del planeta, pero acabó envuelta en una especie de carrera con la alpinista coreana Oh Eun-sun. ¿Cómo vivió aquellos momentos, el verse en una disputa que no buscaba cuando lo suyo seguramente había sido un reto personal?
Pues tú lo has dicho más o menos. Para mí, los 14 ochomiles eran un objetivo más bien personal. No veía una carrera contra nadie. De hecho, había otras dos chicas, una austriaca y una italiana, Gerlinde (Kaltenbrunner) y Nieves (Meroi), y también hacían los 14; pero yo nunca, ni ellas tampoco, vivimos esa competición entre nosotras. Tengo relación con ellas, sobre todo con Gerlinde, mucha. De hecho, íbamos algunas veces juntas, coincidíamos. Nunca lo vivimos así. Yo creo que ninguna de las tres, pero cuando apareció la coreana es verdad que era otra cosa.

La carrera de los ochomiles: una vorágine final
Patrocinios, presión, país...
Empezaba ya un estilo totalmente diferente, que, jolín, ahora criticamos todo esto de las comerciales y cómo se ha masificado el Himalaya, pero ella ya venía con eso.
¿Era el embrión de lo que vemos hoy?
Era el embrión. Yo recuerdo en el año 2007, cuando llegué a la (cara) sur del Shisha Pangma, ella estaba con un grupo de sherpas. Habían equipado hasta arriba la ruta británica, que es mítica, y era como un pecado aquello. Iba con un montón de sherpas. El de ella era un estilo totalmente diferente al nuestro. Y yo veía que a nosotros nos había costado mucho currarnos el llegar hasta ahí, porque al principio no te apoya ni Dios, y bueno, ya sabes como es en Euskadi también. Y sí, luego te metes en una vorágine que, como dices, es la hostia. Íbamos a pico y pala nosotras y viene alguien con unos poderes y con un país detrás que quiere poner a la primera mujer en el mundo en subir los 14 ochomiles. Y sí, eso pesa; y aprieta.
¿Cuándo fue usted consciente de que apretaba?
Casi al final, en el año 2009. Veíamos que se nos escapaba de las manos, que nosotros teníamos un planning ya y habría sido 2010, 2011, 2012… Ahí habríamos andado. Pero es que esta iba a cuchillo. Y ahí, en el Kangchenjunga (8.598 metros), mi decimosegundo ochomil (mayo de 2009), ya me di cuenta de que, o nos centrábamos y cogíamos esto como un reto y un objetivo, o no íbamos a terminar los primeros. Y ahí empieza a pesar un poco.
¿Y empiezas a disfrutarlo menos, verdad?
Ahí ya vamos a lo que vamos. O sea, hemos disfrutado, pero la tensión en el equipo también se notaba, claro. Porque la gente que tenía alrededor mío ha sido súper fiel, han sido los mejores.
¿Aquí ya entraría la estrategia a la hora de planificar las expediciones por parte d todo el equipo, no?
Se volvían locos. O sea, recuerdo en el año 2009 después del Kangchen, ir al Shisha Pangma y tuvimos súper mala suerte: se nos pierde el campamento y no sé qué más. Y Alex (Txikon) y Asier (Izagirre) diciendo: ¡No puede ser, vamos a Katmandú, vamos a recuperar tiendas, tenemos que terminar esto…! O sea, todos cambiamos un poco. Nos pesó a todos. No era yo la que terminaba los 14 ochomiles. Era el equipo entero.
La cultura de la montaña
Usted estuvo en las labores de rescate de los cadáveres de los cinco jóvenes de Azpeitia que fallecieron en el Pumori (7.161 m.) en 2001. Ahí hay una cultura de montaña. ¿La Edurne que ya al final se metió en la carrera de los ochomiles con la coreana, habría podido parar en 2010 para ir a ayudar como hizo en 2001? ¿Ha pensado alguna vez en eso?
No entiendo. O sea, ¿tú crees que no hubiera sido la misma en 2010?
Ésa es la pregunta. Si cuando ya vas a saco, a terminar primera, ¿habría actuado igual?
Habría sido lo mismo. Creo que ése es el valor y la diferencia de la montaña. Las cosas ahora, a lo mejor no se ven de la misma manera, pero en el año 2001, cuando yo me meto a rescatar a estos jóvenes, a intentarlo, yo había perdido a Pepe Garcés en mi expedición al Dhaulagiri. Yo venía con mi mochila, y estaba haciendo los papeles de defunción para traérselos a su familia. Otoño en el Dhaula. Pero esto luego se me quintuplica con cinco más.
¿Hay fechas que no se olvidan, verdad?
No. Eso no se olvida. Y yo creo que hay valores; y que no importa cuántos ochomiles hayas hecho o cuánto de reconocida seas ya. Creo que haría lo mismo. Seguro.
Zanjemos lo de la carrera con la coreana, que en principio holló su última cima unos días antes que usted, pero luego surgieron las dudas sobre si había alcanzado la cima del Kanchenjunga realmente. Y ahí emergió la figura de Elizabeth Hawley, la notaria del Himalaya, que la situó a usted como la primera. ¿Cómo lo recuerda?
Hawley falleció hace cuatro o cinco años. Estuve en contacto con ella casi hasta el final. Yo tenía muy buena relación con ella cuando hubo el tema de los 14 ochomiles. Elizabeth Hawley hacía The Himalayan Database y justificaba las cumbres que la gente había hecho en los ochomiles. Entonces, con el tema de la coreana y yo, mucha gente le pidió que fuese la jueza. Y ella de alguna manera se quitó un poco la responsabilidad de dar una respuesta tan tajante y se limitó a decir que no le constaba que Oh Eun-sun hubiese subido, pero no se quería mojar, yo creo.