Alex Prior pierde la cuenta de las veces en las que se ha proclamado campeón de España. ¿Diez? ¿Once? ¿Doce? Se lo piensa un segundo o dos y, como hubo un año en el que se marchó de Erasmus, tira por lo bajo y se queda en la decena. El deportista donostiarra del club deportivo Fortuna empezó a sumar victorias en la alta competición de esgrima en silla de ruedas hace ya una década.

En 2013 fue campeón del mundo sub-23, en la modalidad de sable, en Varsovia. Había nacido una estrella. Aunque fuese de una manera un tanto atropellada y fuera de lo común: siendo un adolescente su madre lo convenció. “Ella tiene la culpa”, sentencia Prior. “Era verano y yo tendría unos 15 ó 16 años. Me dijo: ‘No te vas a quedar todo el verano tirado en el sofá. ¿Por qué no pruebas con la esgrima? Si no te gusta habrás aprendido un deporte nuevo’”. 

Fueron dos semanas relevadoras. Empezó a batirse en duelo y salir airoso. Se le daba realmente bien, el arte de la esgrima lo había cautivado. Se sacó el título de maestro de esgrima y todo parecía ir sobre ruedas. Pero cada vez que entrenaba sentía un agudo dolor de cadera.

Tenía Legg-Calve-Pherthes, una enfermedad que destruye parte de los huesos de la cabeza del fémur y que, en su caso, se la habían diagnosticado a los dos años. Tras someterse a varias operaciones abandonó el deporte y su progresión se truncó.

Tras un periodo de rehabilitación tomó una decisión: si no podía empuñar un arma (florete, espada y sable) de pie, lo haría sentado en una silla. Con 32 años camina generalmente apoyado en dos muletas por comodidad y para amortiguar el peso de las pisadas. Está afectado en su grado más severo, el cuarto. 

Alex Prior Javier Colmenero

Prior es químico de profesión y trabaja como técnico de laboratorio en la empresa de rodillos industriales Likale, en Irun. Según explica, su trabajo consiste en “verificar la calidad de los compuestos fabricados y el desarrollo de nuevas fórmulas”. En la ciudad fronteriza abrió una escuela de esgrima junto a su hermano Gorka con el objetivo de difundir este deporte minoritario y diferente en la comarca del Bidasoa.

Las jóvenes promesas del club Gladius entrenan en un rincón del polideportivo Artaleku. Empezaron siendo cuatro alumnos en 2016 y ahora ya hay unos 20 apuntados a las clases. Sus responsables no obtienen una remuneración económica por su trabajo. “La cuota va íntegramente para la mejora de las instalaciones del club y la compra del material”, explica Prior. 

Prejuicios y mitos

Aún pesan los prejuicios y el desconocimiento alrededor de esta práctica. Hay muchos mitos. “Aunque ha cambiado un poco la visión, sigue teniendo fama de ser un deporte caro y peligroso. Pero una vez que lo pruebas ves que es todo lo contrario. La fuerza no sirve; la velocidad y la inteligencia, sí”. Menciona a un niño de 7 años que entrena en su club. “Ha perdido el miedo y se quiere batir en duelo todo el rato”, dice Prior. 

Alex Prior Javier Colmenero

El laureado tirador donostiarra del Fortuna, decimosexto en el ranking mundial, encara su asignatura pendiente: acudir por primera vez en su carrera a unos Juegos Paralímpicos. No ve claro el billete a París 2024, donde se clasifican los diez mejores. “Tengo unas opciones mínimas porque el salto de calidad que hay que dar es bastante alto”.

Prior compite contra Estados con una larga tradición en esgrima como Italia, Francia o los pujantes países de Europa del Este. Sus máximos rivales, indica Prior, entrenan ocho horas al día. Él no. Reparte su tiempo entre su trabajo diario como químico, su club en Irun y los entrenamientos en el polideportivo Pío Baroja de Donostia.

Ídolos locales

One Club Men. Como realzale, Prior siempre ha sentido especial debilidad por el excapitán de la Real Xabier Prieto, integrante de la exclusiva sociedad de los Hombres de un solo club.

Tambor de oro. Admira la trayectoria del nadador paralímpico Richard Oribe, héroe local y Tambor de Oro en 2018. De pequeño, el tirador lo veía nadar en la piscina del polideportivo municipal Paco Yoldi. “Se metía en el agua y era una flecha”, recuerda.