PUEDE que al oeste de los Urales el nombre de Kazuya Hiraide (Fujimi-Nagano, 1979) no sea tan conocido como en su lado del mundo, pero lo cierto es que este alpinista japonés ha hecho méritos suficientes para ser venerado por los amantes de la montaña. Al menos por los buenos amantes. Y es que Hiraide es lo que fue Johan Cruyff en el fútbol, o Elvis Presley en la música, o Pablo Picasso en el mundo del arte. Un revolucionario. Un innovador que en el boom de los ochomiles fijó su vista en cumbres más bajas y en vías nunca transitadas. Que se salió de las cordadas mediáticas para tomar el camino de la exploración y llevar al límite eso que llaman estilo alpino y ligero. Así, el japonés se convirtió en una de las grandes referencias de este siglo en escaladas de extrema dificultad tras protagonizar algunas al alcance de los elegidos como la de Kamet (7.756 metros), la del Shispare, su montaña (7.611); y la del Rakaposhi (7.788). Tres expediciones por las que le concedieron los tres Piolets de Oro, algo así como los Óscar en esto de la montaña, logrados en 2009, 2018 y 2020.

Es más, este año las quinielas volvían a erigirle como el favorito a llevarse el mayor galardón del alpinismo por su trabajo en el pico pakistaní de Tirich Mir (7708 metros); pero aunque finalmente el Piolet de Oro recayó en otras manos, esta expedición le valió para volver a salir ovacionado de la décimo sexta edición del BBK Mendi Film Bilbao-Bizkaia. Y es que Rope (en castellano se tradujo como Encordados), la película en la que narra su última aventura junto al compañero con el que ganó sus dos últimos Piolets Kenro Nakajima, pudo disfrutarse el pasado sábado. Sin embargo, encandiló de tal manera a los asistentes que el certamen patrocinado por DEIA volverá a proyectar el estreno internacional esta noche (22.15 horas) en los Cines Golem de la Alhóndiga.

Kazuya Hiraide protagoniza la apertura en la cara norte del Tirich Mir con Kenro Nakajima. KAZUYA HIRAIDE

Se trata de un documental grabado con unas minúsculas cámaras situadas en los cascos de Hiraide y Nakajima, en el que tan solo se ven a dos hombres con sus mochilas y la muralla virgen de la cara norte del Tirich Mir. Un planteamiento sencillo y artesanal que engrandece la gesta lograda en estricto estilo alpino, sin oxígeno suplementario, sin cuerdas fijas y sin porteadores; en la ladera hasta entonces jamás transitada de la montaña más grande del planeta fuera de la cordillera Himalaya-Karakorum. De hecho fue precisamente eso, ser un territorio desconocido, lo que hizo que Hiraide se obsesionara con ella. Veinte años estuvo el japonés rumiando esta aventura en un lugar nunca antes documentado, del que ni siquiera había fotografías. Ni una escueta línea: “Quería ver con mis propios ojos qué había ahí”, decía Hiraide. Y tras seis días y seis noches, la cordada nipona terminó Secret Line el pasado julio, cuando abrió la primera línea de la cara norte del Tirich Mir.

Con todo, este pico pakistaní ya estaba rodeado de misticismo antes de que los japoneses acudieran con su ánimo explorador. Así la creencia generalizada en la localidad que se asienta en su valle, Chitral, era que en Tirich Mir, que significa Rey de la Oscuridad, era la morada de poderosos espíritus que cargaban contra todo aquel que osara profanar su tranquilidad. Es más, los locales tenían extrañas creencias ante la presencia del Bogazu, una rana de enorme tamaño que arrastraba al escalador a las profundas grietas en las que se decía que residía. Aunque parece que ni Hiraide ni Nakajima se la encontraron.

Muerte de una amiga

Tras toda una vida explorando lo desconocido, a Hiraide la montaña le ha dado mucho. Pero también se lo ha quitado. En ella perdió a su compañera Kei Taniguchi, con quien compartió cordada durante una década y con la que consiguió su primer Piolet de Oro con la apertura de la cara sureste del Kamet. La japonesa falleció en 2015 por una caída en el monte nipón de Kurodake (1.984 metros) y a ella le dedicó su gesta en el Shispare, esa que le otorgó su segundo Piolet, puesto que fue un sueño de ambos. De hecho, la última vez que los dos japoneses escalaron juntos fue precisamente en esa montaña, hace ya diez años. “Tras perder a mi amiga necesitaba el Shispare”, se limitó a decir Hiraide tras dominar la pirámide de 7.611 metros cuya vertiente noreste fue el primero en dominar.

Con todo, la muerte de Taniguchi le hizo replantearse su vínculo con la montaña para tratarla aún con más respeto. Entonces se juntó a Nakajima y siguió explorando lo inexplorado, mapeando un mundo maravilloso todavía desconocido y mostrándolo al resto de los mortales en obras maestras como Rope.