Hay nombres en los herri kirolak, de esos deportistas férreos, genuinos y valientes, que se van clavando en la historia y uno de ellos es el de Nerea Egurrola. Ella ha conseguido que el binomio mujer y deporte rural vasco suene más alto, sea más visible y vaya derribando muros. Aquí y allá: en una fiesta popular o en un campeonato del mundo; en exhibición o en una competición. 2022 ha sido para esta mujer un año “de cal y arena”, como ella misma reconoce. En la parte positiva, florece una enorme noticia: los tres récords conseguidos en txingas. O sea, registros en los que ella misma fue superándose hasta establecer la marca definitiva de 86 clavos con las txingas de 25 kilos.

Esta getxotarra que reside en Lemoiz es multidisciplinar en los herri kirolak: a las txingas, se suma su poderío en trontza, yunque y sokatira, en este caso, con el flamante equipo Gaztedi SKT, campeón del mundo. Las chicas del club de Laukiz se colgaron el oro y querían repetir la gesta. No pudo ser. Ahí está la cal de 2022. “No hemos conseguido medalla, nos hemos quedado cuartas. El año anterior logramos el oro y esta vez nos hemos quedado a las puertas de la medalla en el Campeonato del Mundo de tierra. Siempre quieres repetir, pero no siempre se puede”, reconoce Nerea.

Empieza un nuevo año para renovar metas, aunque a nivel grupal, en principio, no van a ser de altos vuelos. “Tenemos el Campeonato de Euskadi de sokatira en goma. Las expectativas no son muy buenas, porque tenemos un equipo muy justito, no tenemos mucha gente. Pero no podemos perder el equipo, hay que seguir como sea, unas veces arriba y otras abajo, pero hay que seguir adelante. A ver si para verano viene más gente de refuerzo y podemos hacer algo más”, comenta la deportista.

Asimismo, este 2023 tiene una singularidad para ella. “Se cumplirán 30 años desde que empecé con la sokatira. ¡Fue en 1993!”, desvela. Y es que el tiempo, lento cuando estás haciendo un esfuerzo deportivo, pasa volando en realidad. “En las otras modalidades empecé en 2006”, añade. Ese es el camino de Nerea que va sumando kilómetros y kilómetros, décadas y décadas, siempre con pasión y con una dedicación envidiable. “Te tiene que gustar; te engancha y sigues, pero es duro; por ejemplo, en sokatira entrenamos a las 9 de la noche, porque si no, no coincidimos”, señala Nerea.