Esta noche echa a andar la novena edición del Bilbao Mendi Film Festival, una cita que en menos de una década se ha convertido en un referente mundial del cine de montaña. Durante diez días se proyectarán películas y documentales, con cuarenta invitados y proyecciones y actos en cuatro escenarios diferentes de la capital vizcaina. Un evento de esta magnitud no ha surgido de la nada, sino del trabajo y dedicación de personas como Javier Baraiazarra, director del festival, que ha conseguido aunar su pasión por la montaña y su interés en el cine en una única expresión.

La idea de crear el Mendi Film, que cuenta con el patrocinio de DEIA, surge como necesidad de tapar un hueco que dejó el festival de cine de montaña que en los años setenta y ochenta se celebraba en Donostia. “A la séptima edición no pudieron hacer frente porque requería una profesionalización y, desde entonces, los que habíamos visto y acudido al festival durante un montón de años, estuvimos pensando cuándo volvería a haber otro festival”, recuerda Javier Baraiazarra. Su inmersión en el proyecto Siete paredes, siete continentes de los hermanos Pou le empujó a entrar en contacto con diferentes festivales internacionales, hasta que con Eduardo Martínez se decidió a organizar la primera edición del Mendi Film. Fue hace nueve años y fue en Gasteiz, donde se celebró los cuatro primeros años. Esta es la quinta edición que se celebra en Bilbao.

El objetivo del festival reconoce que puede ser “algo filosófico”: la conservación del cine de montaña y su promoción. “Eso es el corazón del festival”, matiza el director del Bilbao Mendi Film Festival, “de una manera más palpable, el objetivo era dotar a Euskadi de un festival y un lugar en el que todos los aficionados a la montaña y al cine de montaña se pudiesen reunir en una época del año para ver las mejores producciones a nivel internacional y, cada vez, conocer más de los protagonistas de estas películas y también de aquellos que las realizan: directores, cámaras, guionistas, etcétera?”. Pero el festival no podía limitarse a ser un entretenimiento para un colectivo concreto y limitado: “Queríamos que mostrase a nivel internacional, no solo lo que vive, respira y hace la comunidad de montañeros, alpinistas y aventureros del País Vasco, sino también que fuese una tarjeta de presentación del país en el extranjero. La montaña es parte nuestra. Desde nuestros ancestros estamos muy ligados a este paisaje. Eso es algo que a nivel internacional se observa con mucho amor e interés”.

Si Euskadi está enamorada de la montaña, parece que también lo está del cine de montaña. Los números de asistentes al Mendi Film así lo demuestran. En la cuarta edición se acercaron 3.000 espectadores y el año pasado, en la octava, el festival consiguió convocar a un total de 9.000 personas. Para Javier Baraiazarra una de las claves de ese éxito está en que el festival se ha mantenido fiel a sí mismo: “Creo que en espíritu es exactamente igual que hace nueve años y eso es lo que le da vida al festival”. En algo menos de una década el ecosistema del Mendi Film ha evolucionado y el festival no ha podido ser ajeno a ello. “Hemos vivido el cambio de formatos cinematográficos”, explica Baraiazarra, “hemos pasado a archivos digitales. Fueron años muy complicados y eso nos dificultaba mucho el manejo de cintas y diferentes formatos, con un presupuesto muy reducido y unas instalaciones que siendo buenas no eran las más adecuadas para la muestra de cine”. Ese fue uno de los aspectos que el evento mejoró sustancialmente con su traslado a Bilbao.

profesionalización Otro cambio importante ha sido la profesionalización del equipo de trabajo. “Es un esfuerzo muy importante y que marca el crecimiento en calidad”, reconoce el director del festival, “el grupo que se está formando es muy especializado porque llevamos años trabajando en este sector. Además, hay que tener en cuenta que en estos años también está la evolución brutal de la calidad de las películas. Sus presupuestos, siendo muy amateur en un principio, hoy en día están a la altura del cine comercial o de producciones de mucho valor”.

En estos nueve años la mayor dificultad en la organización del Bilbao Mendi Film Festival, cómo no, ha sido el dinero. “Tenemos un festival que vale cinco veces más que el presupuesto que tenemos”, afina Javier Baraiazarra, “eso solo se hace con mucha pasión y mucha profesionalidad. Creemos mucho en el valor que tiene el festival y lo que aporta a nivel social y de imagen del país. Además, estamos tratando con gente muy especial, gente que vive la vida con unos puntos de vista muy peculiares y que ven la vida con una intensidad tan grande que logran transmitir. Eso nos da mucha fuerza para afrontar las otras penurias”.

El resultado de esos esfuerzos salta a la vista. El Mendi Film sorprende año a año a los expertos mundiales de la industria. Tras estos diez días de películas y actos los organizadores tendrán que empezar a pensar ya en la edición de 2017, la décima del festival. “Habrá que hacer algo especial”, confirma Baraiazarra, “el año que viene va a haber mucha reflexión sobre cuál va ser el futuro del festival, que pasa por tener una estructura profesional y una financiación acorde a lo que es el evento y lo que este aporta a nivel social, económico y de imagen. Pero nuestra intención es seguir dando mucha guerra y tener, no sé si el mejor festival del mundo, pero sí un festival por el que toda la industria y todos los personajes a nivel internacional que viven de esto tengan una razón para estar en Bilbao todos los años”.