Bilbao
cOMO un péndulo al son del viento, a 1.300 metros de altura, Silvia Vidal se pasó 32 días colgada de la Serranía Avalancha, una remota y comprometida pared vertical de la Patagonia chilena. Completamente sola, sin más compañía que las decenas de cuerdas, enganches y clavos que la mantenían suspendida, ignorando la gravedad, la escaladora catalana ni subía ni descendía. Las lluvias torrenciales que habitualmente bañan la zona la sorprendieron en medio de la expedición hacia la cima e hicieron imposibles los intentos de ascensión. Durante ese mes, Vidal pasó 16 días en su hamaca, resguardada, durmiendo con el vacío como suelo, sin apenas moverse e incapaz de hacer cualquier maniobra, escuchando como las persistentes precipitaciones golpeaban violentamente contra su provisional vivienda. De vez en cuando, la catalana sacaba la cabeza para respirar hondo y entonces veía, estupefacta, cómo la pared rocosa se había transformado en una cascada gigante de agua dulce. "Durante esos periodos tuve dudas frecuentes acerca de si podría llegar a la cumbre o si, por el contrario, sería posible descender", afirma la escaladora. Sin embargo, Vidal se repuso de esos momentos de incertidumbre y logró abrir la vía Espiadimonis, que en catalán significa libélula: "Llegó un momento en el que era consciente de los riesgos que tenía la ascensión, pero había algo que me decía: sigue subiendo. Y yo seguía subiendo", bromea la alpinista.
Ir sola e incomunicada es para muchos un síntoma de locura, sin embargo, para Vidal es "un autorrequisito, una manera que me permite experimentar totalmente toda la intensidad de esta aventura". Ni la radio, ni el móvil, ni por supuesto Internet, ocupan sitio en sus mochilas, pero tampoco los necesita porque, tal y como ella misma reconoce, "en estos paredones, a tanta altura, aunque tuvieras teléfono, no vendría nadie a rescatarte". En cuanto a la escalada en solitario, Vidal reconoce que es una inquietud personal muy acorde a su carácter: "No escalo en solitario porque no tenga amigos, sino por una necesidad, por las ganas de hacerlo sola", explica, aunque tiene muy en cuenta que, para llevar con éxito una expedición en solitario, lo esencial es "querer hacerlo de verdad, porque si no abandonas". Sin embargo, sí existe algo que la alpinista catalana echa en falta cuando se encuentra a miles de metros del nivel del mar: el parte meteorológico. "El no saber qué condiciones van a haber te cambia mucho la toma de decisiones. No saber si hacer cumbre, si esperar una semana... Empiezo a escalar ahora, o va a seguir lloviendo, o igual para de nevar... Y es esa incertidumbre la que te complica toda la expedición, el tener que tomar decisiones con tanta falta de datos", reconoce.
Pero Vidal se repuso ante tantas incógnitas, esperó pacientemente a que las lluvias torrenciales cesaran y miró hacia arriba. Salió de su hamaca y comenzó a trepar hasta completar los 1.300 metros de altura de la Espiadimonis. Y aún no sabe cómo lo hizo. "Ahí arriba tomas una serie de decisiones que, vistas desde abajo, desde una forma racional, no tomarías. Pero cuando estás metida en una aventura de estas algo cambia y funcionas de una manera totalmente diferente a lo que haces habitualmente", reflexiona la catalana.
resumen hecho película Espiadimonis no es la expedición más difícil ni más espectacular de Silvia Vida, pero la alpinista catalana decidió grabar los 32 días que pasó colgada de la Serranía Avalancha y convertirla en película. Como no podía ser de otra forma, Espiadimonis fue el título escogido y el pasado jueves los asistentes del Mendi Film Festival tuvieron la oportunidad de verla.