BILBAO. Tie-break del primer set. Rafa Nadal pierde su ventaja y cede al checo Tomas Berdych su quinto punto para llevarse la manga por un exceso de vista. Suyo, y del juez de silla brasileño Carlos Bernardes, que no corrigió una pelota que se había marchado fuera antes de que el balear decidiera continuar por un acto reflejo y no protestar. Desató la furia del manacorí. "No vienes aquí de espectador Carlos, no das una", le espetó fruto de los nervios. Cedido el set, se plantó en el segundo en similares circunstancias pero esta vez su rival no acertó con una fácil volea y propició la igualada. El principio de su fin y de la resurrección de Nadal, que acabó derrotándole 6-7 (5), 7-6 (6), 6-4 y 6-3, tras cuatro horas y 16 minutos de emoción y grandes golpes. Su victoria deriva en que mañana (9.30 horas) se mida en semifinales del Abierto de Australia a Roger Federer -que derrotó a Del Potro-, un duelo que cumplirá su capítulo número 27, con un bagaje de 17-9 favorable al isleño. Curiosamente, en Melbourne se han cruzado en una sola ocasión, la final de 2009 que coronó al sobrino de Toni y que se recuerda por las lágrimas derramadas por el helvético en la recogida de premios.

Tras levantar en vano cuatro puntos de set adversos en el primer asalto y salvar los muebles en el posterior, el tercer set devolvió al mejor Nadal, al de las bolas imposibles y un resto demoledor al segundo saque de Berdych, que, aun entero, iba engordando los errores no forzados. Primero remontó el de Manacor un 2-0 y cuatro juegos consecutivos le dieron el sosiego para reencontrarse con su versión de gigante y su velocidad de crucero. Agresivo, mandaba como quería. La rotura inicial que logró en la cuarta manga le espoleó aún más. "Ahí pude ganar ya con el tenis. Antes, había tenido el brazo encogido y tiraba más de corazón", admitió exultante, sabedor de lo que le aguarda ahora. "Mi única opción ante Federer es jugarle de tú a tú", reconoció. El suizo había cumplido con los pronósticos en su partido número 1.000 y tras 2.002 sets ganados. Se impuso a Del Potro 6-4, 6-3 y 6-2 en 119 minutos tras pasar el rato previo al encuentro jugando a las cartas en la sala de descanso de los tenistas, con un rostro relajado que se transformó en feroz bajo el ardiente sol del verano australiano en el Rod Laver Arena. Prácticamente no le dejó respirar y se adelantó pronto 3-0, al que siguió un recital de puntos ganadores mientras el argentino protestaba al juez de silla acerca de los tiempos entre saque y saque, entre otros temas. La aceleración o el ángulo extremo en el momento justo fueron siempre del helvético, que resumió el choque cerrándole con un revés paralelo excelso. Visto todo ello, Nadal lo tiene claro: "Nos conocemos muy bien el uno al otro. Sé que saldrá a jugarme otra vez agresivo, como me hizo en el Masters de Londres, donde le funcionó muy bien, y yo tengo que estar más vivo de piernas". Hoy llega el turno de David Ferrer, con expectativas de, al menos, hacer con Djokovic lo que otros casi ni intentan: ponerle en aprietos.

melbourne se rinde a clijsters Kim Clijsters, vigente defensora del título, venció -6-3 y 7-6 (4)- a Caroline Wozniacki, actual número 1 del circuito -privilegio que cederá cuando expire el torneo- y que seguirá sin ganar un grande, accediendo a semifinales, donde ahora se cruzará con Victoria Azarenka, verdugo de Radwanska -6-7(0), 6-0 y 6-2-. La pegada de la belga (20 winners) hizo correr en exceso a la danesa, que acostumbrada a llevar la iniciativa sufrió moviéndose por los límites del tapete. Clijsters persiguió con acierto las líneas, llevando la voz cantante de los intensos intercambios desde el fondo de la pista y siendo resolutiva al resto. Su revés paralelo martilleó el endeble muro nórdico; la experiencia ganó la batalla de nervios y el tiovivo de emociones; y el público aclamó a la reina de Melbourne.