bilbao. Hace veinte años era un enamorado de esta prueba. Pero luego, y durante tres lustros, las obligaciones le llevaron a colgar las zapatillas; por eso hoy, después de haber cogido 10 kilos en sus días de vino y rosas, intenta ponerse al día. Entrena en la pista que circunda el polideportivo de Txurdinaga y da unas diez vueltas al circuito, a kilómetro por vuelta. "Vamos diez o doce pero ellos ya están a otro nivel, son maratonianos y la Herri Krosa se les queda pequeña". Para él, no es una carrera menor; él intenta recuperar el tiempo perdido y retomar a su antigua forma física. Tras una pausa demasiado prolongada, admite que ha vuelto a engancharse. "Para el que corre habitualmente esto es como una droga, sana, pero droga al fin y al cabo porque crea adicción".

siempre a mediodía El temporal de esta semana no le ha mantenido quieto. "Nosotros entrenamos siempre al mediodía, haga el tiempo que haga. Da igual que nieve o que estemos a 50 grados. Si por alguna razón, no puedo salir, ya me encuentro mal, me lo pide el cuerpo".

En la actualidad su reto es ir engañando al tiempo. Está en los 48 minutos. "Hace veinte años estaba por debajo de los 40 minutos y mi objetivo final sería volver a hacer esos tiempos". Esta vez no confía en llegar antes del 2.000. "Ten en cuenta que en sólo cinco minutos pueden entrar más de mil atletas". Con cincuenta años y tanto tiempo sin correr se reconoce falto de fuelle. "Antes, en dos meses ya cogía la forma y ahora llevo más de un año y todavía no he soltado el lastre que he acumulado. Deben ser cosas de la edad", se justifica.

Cree que la máxima aspiración de cualquier participante de una carrera popular es llegar a acudir a una maratón. "Aunque uno se llega a picar consigo mismo y eso tampoco es bueno porque te vuelves un poco obsesivo y te crea demasiada frustración", sentencia.