El pasado jueves 1 de agosto en el diario El Correo, el profesor de Historia y Pensamiento político en la UPV/EHU Pedro Chacón escribía un artículo titulado Anasagasti, memoria democrática y nuevo estatus. Confieso que me llamó la atención que centrara en mi persona la firma a un documento reivindicativo quizás por quienes previamente lo habían hecho. Cuando me monto en un autobús no pregunto quiénes son los viajeros sino hacia dónde va el vehículo. En este caso, a un destino que hago mío.

Creo que es obligación moral y democrática reconocer en la placa en recuerdo de los donostiarras represaliados por el franquismo, que fue colocada delante del Palacio Goikoa durante la alcaldía de Juan Carlos Izagirre, el 31 de mayo de 2014. Se pide en la carta que recoja también a los represaliados por los republicanos durante el período que va del 18 de julio al 13 de septiembre cuando entraron las tropas sublevadas, cuyo número se eleva, según los estudios más contrastados, a 252 personas. Ello iría en conformidad con la propia Ley de Memoria Democrática actualmente vigente, que dice que la rehabilitación de las víctimas de aquella tragedia debe hacerse sin reparar en ideologías ni partidos. De no hacerlo se estaría incumpliendo una ley que ha sido aprobada para querer compensar una injusticia aunque el franquismo solo se ocupó de sus propias víctimas, pero una sociedad con valores debe tratar a todo el mundo igual, mucho más si eran civiles y no estaban en el frente.

Seguramente, más de uno se preguntará qué se me ha perdido en Donostia. Lo explico. Itziar Olabeaga, mi ama, ella y toda su familia nacieron en Donostia, en la calle Campanario. Viví en San Sebastián en casa de mis aitonas seis años, en la calle Prim 59, frente al Bellas Artes. Estudié en el Colegio de los Marianistas, en lo que era Aldapeta 5. Tuve como compañero de pupitre a Fernando Fernández Savater, que así se llama. Debatí con él tras su cambio de chaqueta. De escribir en Egin a ser de Vox. Conozco por tanto algo por familia y vivencias sobre la historia de la ciudad. Mi familia gipuzkoana está enterrada en el cementerio de Polloe y en Donostia viven mis primos y mi hermano, médico. Y además soy vasco y opino sobre lo que considero oportuno. ¿O está prohibido?

Artículo en ‘gara’ Pedro Chacón, por una parte, se vio contestado por Dan Álvarez, en el otro extremo y esta vez en Gara. Escribió el 9 de agosto un artículo, llevándome asimismo al titular, como si hubiera hecho algo extraordinario. “Quo vadis, Anasagasti”, me preguntaba. Me recordó a la película Quo vadis, con Robert Taylor,D eborah Kerr y Peter Ustinov, que vi de pequeño en Donostia.

Dan Álvarez Prieto, a quien no conozco y quien no me conoce de nada, a diferencia de Pedro Chacón, me criticaba con un artículo lleno de medias verdades y descalificaciones personales, a cuenta de mi firma.

Y al preguntarme hacia dónde voy, le dije en Gara que no voy a ninguna parte porque sigo donde siempre, condenando, como mi partido el EAJ-PNV, todas las violencias y todos los terrores bien sea de la guerra civil, de las torturas, de abusos policiales, del Gal, de ETA, de Netanyahu, de Putin y del sursumcorda. 

Le invitaba a que leyera la denuncia de los Amigos del Valle de los Caídos tras ser procesado por solicitar en el Parlamento la voladura del inmenso homenaje franquista de Cuelgamuros, o el juicio ante las denuncias de una asociación de víctimas de ETA, o mi petición de pensiones para milicianos y gudaris, o las iniciativas para que el PP condene la sublevación militar del 18 de julio, o mis críticas a la Ley de Memoria Histórica y los libros publicados al respecto. No, no he cambiado de bando. Sigo en el mismo, en el de los perdedores de aquella tragedia ya que mi aita, comisario del Batallón Larrazabal del EAJ-PNV, condenado a muerte, y mi ama, rapada el pelo en Zarautz a la entrada de los falangistas en setiembre de 1937 me obligan lo suficiente para que no sea un saltimbanqui. Le recordaba que nací en Venezuela en el exilio de mis aitas, y eso marca para toda la vida. Le pregunté si él condenaba todas las violencias, como hacemos los nacionalistas del EAJ-PNV incluso la de Maduro.

El trabajo de irujo Conozco a Guillermo Gortazar de la época en la que fuimos diputados en el Congreso. Militó en Bandera Roja y en el Partido Comunista de España hasta la muerte de Franco. Ingresó en el Partido Popular en 1990, organización de la que se dio de baja en 2001. Su mujer Pilar del Castillo fue asimismo activista de BanderaRoja aunque terminara como ministra de Educación de Aznar de 2000 a 2004. Guillermo es, además, historiador y acaba de escribir el libro Un veraneo de muerte: San Sebastián 1936 donde se narra lo ocurrido en Donostia aquellos terribles meses de violencia, abusos, muerte y desolación y como me interesó su trabajo le solicité vernos y así lo hicimos el mes pasado en Donostia.

Le llevé el libro de don Manuel de Irujo La Guerra Civil en Euzkadi antes del Estatuto. Es un libro fantástico de don Manuel donde narra desde la sublevación de los cuarteles de Loiola, la gestión de él como diputado del PNV junto a los diputados Lasarte e Irazusta para su rendición, y todo lo que hizo para salvar vidas humanas de uno y otro campo. Su narración sobre su inmenso trabajo en aquella orgía de sangre es muy notable y harto emocionante. Irujo es el hombre que, con una ametralladora apuntándole en el vientre, se enfrenta en la Diputación de Gipuzkoa a un grupo de milicianos que intentaban sacar al coronel Carrasco -uno de los mandos militares que se habían rendido en los cuarteles de Loiola- para defender la vida de aquel hombre. Sus principios humanistas daban el máximo valor a la vida humana como cristiano y porque su profunda formación jurídica se rebelaba contra aquella ausencia de un régimen de derecho. Un hombre de paz, como Irujo, fue también el organizador de la Comandancia en Azpeitia.

Admiro a Irujo y por eso propicié con Txomin Saratxaga la edición de estas cortas memorias, con un prólogo elogioso del entonces presidente del EBB Josu Jon Imaz, que presentamos con todos los honores en La Bilbaina, rodeados de antiguos gudaris. Publico con este artículo la portada de aquel libro con la caricatura que le hizo el famoso dibujante Bon en 1919.Y había algo más.

Un donostiarra increíble Joaquín Zubiria escribió un trabajo, todavía inédito, sobre esos meses en los que se dedicó a salvar vidas humanas. Burukide del EAJ-PNV, no dudó en enfrentarse, nada menos que en la cárcel de Ondarreta, a esos milicianos dispuestos a dar el paseo a muchos de los encarcelados. Decenas salvaron la vida gracias a Zubiria que arriesgando su vida se pasó noches angustiosas entre el Kursaal y la cárcel de Ondarreta. Caído Donostia, se refugió en la abadía de Belloc, donde coincidió con mi aita, se hicieron amigos y pudieron pasar aquel primer tiempo como refugiados en Iparralde. Un gran hombre de profundas convicciones abertzales y humanistas.

Y ojalá y en recuerdo del inmenso trabajo de Irujo y Zubiria y de todos los jelkides que se dedicaron a salvar vidas, se hiciera justicia con el deseo de aquellos héroes que demostraron su cuajo humano y su calidad solidaria cuando todo se puso patas arriba. De Joaquín Zubiria sabía que había sido comisario de Orden Público de la Junta de Defensa de Gipuzkoa creada en San Sebastián tras la sublevación militar del 18 de julio de 1936 y que, tanto en este cargo como posteriormente como inspector general de prisiones de Euzkadi, se distinguió siempre por su preocupación por la seguridad y buen trato dado a los presos políticos. Ante la inminente caída de Bilbao y en evitación de posibles represalias sobre los presos de la derecha, como había ocurrido en ocasiones anteriores, organizó por encargo de las autoridades vascas, entre las que se encontraba el hermano del consejero de Justicia y Cultura, Ricardo Leizaola, el pase de 560 de los mismos a la zona franquista por monte, en la que él mismo les acompañó. Militaba en el PNV y en STV.

A Joaquín le solicité que me diera algunos apuntes sobre lo que habían hecho ellos en la guerra y me contara aquellas vivencias. Lo hizo y me entregó un impresionante informe de lo que hicieron salvando vidas en los últimos días antes de la caída de San Sebastián en manos de los militares sublevados. Parece el guion de una película. Comenzaba así:

“Serían aproximadamente las tres de la tarde del domingo 6 cuando llegué, creo que después de comer en las Oblatas, a las oficinas del Gipuzku Buru Batzar, en las cuales me hallaba conversando con algunos amigos cuando llamó al teléfono el diputado D. Manuel de Irujo.

-¿Qué hay? ¿Eres Zubiria?.

-Sí, señor.

-Pues ven enseguida a la Diputación que tenemos una reunión la Junta de Defensa de Guipuzkoa.

-Pero, ¿cómo voy a ir yo?.¡Si hasta ahora ha ido siempre su hermano Andrés!

-No importa eso, él está hoy ocupado y no puede venir. Ven tú enseguida, que te esperamos.

-Bueno, pues ahora voy. Y colgué el teléfono. En un coche me trasladé de la calle Fuenterrabía en San Sebastián a la Diputación y después de subir las primeras escaleras que conducen al primer piso, pregunté por Irujo. Ni corto ni perezoso entré en el salón y vi que en él se hallaban una buena porción de dirigentes de los partidos extremistas de Donostia y rodeado de ellos le vi a Irujo. Toda una foto. Saludé a éste y charlamos un momento asomados al balcón de la Diputación. Yo creo que fue entonces cuando a él le dije lo que había pasado la antevíspera en Guadalupe, donde se habían producido matanzas a cargo de las fuerzas republicanas, y creo que quedamos en que durante la reunión lo planteara yo. Y allí estuve en representación del PNV y con veinticinco años cumplidos hacía veinte días. Asistíamos a la misma el Sr. Gobernador, el diputado socialista Miguel Amilibia, un anarquista Galo Díaz, creo que de Tolosa, un concejal socialista del Ayuntamiento de San Sebastián llamado Sergio Echeverria y otras cuatro o cinco personas además del Sr. Irujo y yo. El primero en hablar fue el gobernador Sr. Ortega, el cual parecía muy intranquilo. Explicó cómo se hallaban los frentes ya rebasados incluso Guadalupe, y se discutió la posibilidad de tener que ordenar la evacuación de Rentería, los tres Pasajes y Lezo. de todo el pueblo. Así se acordó.

Como yo presumiera que la reunión tocaba a su fin me permití protestar en nombre de mi partido de los asesinatos cometidos los dos últimos días en el Fuerte de Guadalupe, pues según mis noticias habían muerto asesinadas varias personas. Cerca de unas diez. El Sr. Irujo apoyó mi protesta y les hice ver, que ni todos eran indeseables, y aunque lo fueran, eran seres humanos, y que ni por justicia que es siempre la que debe dirigir nuestros actos, ni por egoísmo o tacto político se debía permitir cometer tales actos, y como vi que solamente tenía un contrario y sí muchos que cuando menos de palabra decían estar conmigo, me permití el lujo de decir que los que corrientemente cometían aquellos actos no eran incontrolables como cándidamente se les llamaba, sino unos degenerados perfectamente conocidos por todo el mundo, cuyos nombres podía darlos, y creo que al final los di, diciendo además que los cuales, lejos de demostrar su valor luchando noblemente en el frente, se preocupaban demasiado de la retaguardia y luego al anochecer amparados en la oscuridad y validos de la indefensión de algunos seres desgraciados, los sacaban de las cárceles y los asesinaban impunemente. Las discusiones tomaron un tono un poco violento y yo me vi sorprendido cuando el representante socialista tomó la palabra. Pocas fueron sus palabras, pero tajantes. Dirigiéndose a mí me dijo:

-Mira, chaval, como consigas que no maten a un preso, yo mismo te daré una ametralladora. Eso es una vergüenza, el que quiera carne de requeté que vaya al frente.

 Esas fueron poco más o menos sus palabras. Yo me crecía por momentos al ver que todo iba sobre rieles y al decirme el gobernador que todo aquello le parecía muy bien, pero que lo que hacía falta era evitar los asesinatos y aquello no se podía hacer ni allá sino en la misma cárcel, le contesté de la siguiente forma.

-Si la Junta de Defensa me da atribuciones para emplear los medios que yo estime pertinentes, yo les aseguro que no se comete un asesinato más”.

Hasta aquí el inicio de un largo informe que no me cabe reproducir en este artículo. Solo decir que ante estos testimonios, ¿cómo yo no iba a firmar y loar el trabajo de D. Manuel de Irujo y de Joaquín Zubiria?. Y es que, además, con estos trabajos fui donde Guillermo Gortazar que se comprometió en una tercera edición a incluir aquel trabajo humanitario de dos personalidades del EAJ-PNV. Esta es pues la historia de una firma ineludible solicitando que se reconozca el trabajo, entre otros, de dos grandísimos jelkides.