Hay elementos simbólicos que parecen estar sustentados en sobredosis de testoterona. Se producen, fundamentalmente, para poner en evidencia la superioridad, la dependencia o el carácter patriótico del ámbito representado. Es como demostrar a los ojos ajenos quien “la tiene más larga” o “quién manda” de verdad en un territorio. En ese aspecto, las banderas juegan un papel icónico. Cuál es la más grande o la que se sitúa en el mástil más alto. Así, la enseña que preside la Comandancia de Marina en Bilbao, con metros cuadrados de tela rojigualda, destaca en el paisaje urbano neutro del ensanche de la villa.

En ese imaginario de totemizar la presencia del “poder español” en Euskadi están igualmente los edificios públicos. Aunque de escasa utilidad porque las competencias y los quehaceres reservados al Estado en la Comunidad Autónoma son escasos y limitados, las sedes de sus delegaciones (gobiernos civil y militar, acuartelamientos, etc) se erigen como baluartes de españolidad. El Estado no abandonaría tales emplazamientos en ningún caso. Son antenas icónicas de la españolidad en Euskadi.

Idéntico interés por “hacer valer” a la ciudadanía vasca el carácter “español” de Euskal Herria fue la cruzada llevada antaño por el ex delegado del gobierno, Carlos Urquijo y su por entonces “brazo derecho ejecutor”, la abogada del Estado Macarena Olona, contra los ayuntamientos e instituciones vascas y la colocación oficial en sus sedes del pendón rojigualdo. Expediente tras expediente, hasta la amenaza de la inhabilitación de los cargos públicos a cambio de una bandera el la balconada.

Algo similar ocurre con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Pese a que sus funciones aquí están restringidas a actividades extracomunitarias, y su ámbito de acción es reducido (artículo 17 del Estatuto), la dotación de policías y guardias civiles en Euskadi es numerosa. Es difícil conocer a ciencia cierta el número de efectivos desplegados en Euskadi. Pese a que la Delegación del Gobierno aporte datos “oficiales”, nunca hemos llegado a saber de verdad cuantos funcionarios policiales españoles actúan en la Comunidad Autónoma Vasca.

Es más, de un tiempo a esta parte, la percepción indica una expansión en la actuación practicada particularmente por la “benemérita”. Hemos conocido a través de los medios de comunicación actuaciones de la Guardia Civil contra el tráfico de estupefacientes, contra la trata de personas, falsificación y espionaje industrial, o las mafias en la práctica de circulación de personas migrantes. Actuaciones de lucha contra la delincuencia organizada que debieran ser abordadas por la Ertzaintza, o que, cuando menos debieran haberse llevado a cabo en colaboración policial.

Pero aún hay más. Estirando como un chicle los supuestos explicitados en el mencionado artículo 17, cada día es más notoria la presencia de patrulleras de la Guardia Civil no solo en la costa, sino en los cauces fluviales navegables en acontecimiento lúdico-festivos (en Bilbao en Aste Nagusia, en las regatas de la Concha o en los puertos pesqueros en festividades tradicionales como El Carmen, las Madalenas, etc).

Por si fuera poca la incursión “benemérita”, ahora le toca el turno al medio natural, pese a que su gestión sea competencia exclusiva de los territorios vascos. Pese a ello, la SEPRONA apatrulla por nuestros montes y ríos. ¿Con qué función?

A este despliegue se suman determinados magistrados que bajo su criterio y sin ningún otro argumento que lo justifique solicitan la presencia de policías nacionales y guardias civiles en labores de “policía judicial”, relegando a la Ertzaintza a un segundo plano. Poco a poco, gota a gota, lo simbólico, lo icónico español va ganando espacio. Con normalidad y sin sobresaltos.

El Estado y quienes lo dirigen siempre han estado tentados de hacer valer esa presencia de “dominio colonial”. A ese afán correspondía el reiterado interés por traer a Euskadi a la Unidad Militar de Emergencia (la UME). Primero en Zaldibar con el derribo del vertedero y después, con la pandemia, para instalar hospitales de campaña en diversos puntos de Euskadi. La negativa del Gobierno vasco a esa presencia la costó no pocas críticas de quienes exigían aceptar la “solidaridad” de los cuerpos militares. Aunque se demostrara que no hacía falta su intervención o que su pretendida labor resultaba inútil.

Militares, policías… servicio de información, inteligencia. Cuando la Ertzaintza comenzaba su andadura, el departamento de interior del Gobierno vasco contrató a especialistas israelíes y británicos para formar a agentes vascos en la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado. Cuerpos especializados para una policía integral. De aquellos cursos surgieron los grupos de intervención, análisis, información, etc. Los israelíes y los británicos estudiaron la realidad de Euskadi con sus ojos especializados en seguridad. Su diagnóstico encontró una realidad desconocida por el nivel de vigilancia y escucha que existía en los tejados de Euskadi. Solo habían conocido otro punto en el mapa internacional con similar grado de control informativo; Irlanda del norte. Algún día sabremos los incalculables medios materiales y humanos utilizados por los aparatos del Estado para, supuestamente, combatir el terrorismo.

El intento de dominio y control de los resortes de poder del autogobierno vasco, su dominación e infiltración no han cesado desde que se conformó el primer poder autonómico hasta nuestros días.

Hoy la principal amenaza sigue estando en la Ertzaintza, un cuerpo policial con ocho mil agentes, pilar fundamental del autogobierno.

En medio de la legítima pugna de su colectivo humano por la mejora de sus condiciones laborales, en medio de la tensión propia de un proceso de negociación entre la patronal –la Administración- y la representación de los trabajadores –sindicatos-, ha irrumpido un cuerpo extraño desestabilizador. Se trata de una plataforma autodenominada “Ertzainas en lucha” que amenaza con boicotear la salida del Tour de Francia de Euskadi si con anterioridad a este evento internacional no se renueva el convenio colectivo.

Este movimiento fantasma, sin responsables identificables, se declara “a-sindical” y utiliza para comunicar sus decisiones, convocatorias y consignas, las redes sociales (en Instagram tienen abierto el canal “ertzaintza.es”) en las que cuelan mensajes “anonimus”. Esta plataforma, con acceso , vía WhatsApp y Telegram, a un numeroso grupo de ertzainas en activo, tiene características similares a otra organización alternativa infiltrada en los Mossos d´Esquadra, si bien su tipología y hasta sus reivindicaciones se asimilan a las formaciones “Jupol” y “Jucil”, pertenecientes a la Policía Nacional y a la Guardia Civil y con quienes algunos activistas de “Ertzainas en lucha” ya se habían puesto en contacto para copiar su fórmula de blindaje frente a posibles castigos disciplinarios.

Los cabecillas de las movilizaciones internas que despotrican abiertamente contra los representantes sindicales, exigen del Gobierno vasco un incremento del salario medio mensual para los agentes policiales de 1.100 euros. Y como medida de fuerzas para conseguirlo amenazan con hacer inviable la partida de Bilbao de la gran carrera ciclista mundial; el Tour de Francia, seguido por millones de espectadores.

Resulta alarmante que quienes están llamados a hacer cumplir la legalidad en Euskadi amenacen con sabotear un evento por el que las instituciones vascas han trabajado conjuntamente para demostrar al mundo el prestigio, el atractivo y la potencialidad de nuestro país. No se entiende que quienes se dicen “cuidadores del pueblo” amenacen con actuar contra la representación institucional de ese mismo pueblo, y contra la oportunidad singular que el Tour ofrece a este país. ¿Acaso su pretendida reivindicación laboral esconde otros intereses?

Esperemos que la sensatez triunfe en este desagradable episodio. Que las reivindicaciones legítimas discurran por el carril de la negociación colectiva y que prospere un acuerdo, por difícil que resulte de antemano. Lo contrario, será abonar la desnaturalización de la Ertzaintza . Alejarla del servicio público.

Amenazar con no garantizar la seguridad en el inicio del Tour puede ser entendido como el oscuro objeto del deseo de buscar la implicación de la Guardia Civil en dicho evento. Quizá sea eso, cambiar el tricorno por la txapela, lo que algunos estén buscando. Confiemos en que ahora tampoco lo consigan. l

Miembro del Euskadi Buru Batzar de EAJ-PNV