NI círculos ni círculas. Aquello pasó a la historia. En Podemos manda la pareja del “casoplón” y el que se mueve no sale en la foto. Pero no solo Errejón se fue de la casa con piscina y juguetes de Galapagar a casa de la amama Manuela. Lo cierto es que tienen un jaleo montado de esos difíciles de arreglar. Al margen del innegable batacazo electoral (y van dos seguidos), les crecen los problemas territoriales: dimisiones, gestoras, diferencias de trazo grueso con la dirección...

La dirección de Castilla-La Mancha ha dimitido en bloque y Podemos tiene que nombrar gestora, convirtiéndose en la cuarta CC.AA. que tendrá al mando comisariado político designado desde el “casoplón”. El caso es que los de Galapagar mandan vía referéndum de inscritos y que la debacle del 26-M, a la vista del incesante coladero de votos, está teniendo sus graves consecuencias. Una hemorragia en toda regla que Echenique parecía haberse empeñado en cerrar con tiritas.

Sí que es cierto que, con la boca pequeña, Podemos reconoce que la falta de estructura territorial puede ser uno de los motivos del desplome de votos en todas las Comunidades Autónomas. Al margen de Castilla-La Mancha y Aragón, el líder de Castilla y León, Pablo Fernández, dice estar en estado de shock pero no por ello deja de achacar a Galapagar el “fracaso rotundo” de los resultados al pasar de nueve procuradores a solo uno. Aragón y Andalucía reivindican un “perfil propio” frente a la dirección matrimonial mientras el resto de territorios sigue analizando los resultados. Supongo que se les queda la misma cara de estupefacción que a Pablo Iglesias, esa cara que recordaba a Pío Cabanillas cuando dijo aquello de “yo, ya no sé si soy de los nuestros”.

En Aragón, su coordinador y candidato, Nacho Escartín, tampoco tardó en salir a la palestra para culpar a los dirigentes estatales de los malos resultados de las municipales y autonómicas achacándo la debacle al “efecto arrastre de la marca”. Aquí también están divididos entre afines y críticos con el amado líder Iglesias (y su lideresa consorte). Los más críticos quieren marcar un perfil propio “más allá de Podemos”, siguiendo el ejemplo del citado Kichi y las plataformas de Ada Colau y Manuela Carmena.

En Andalucía han levantado el hacha de guerra y también defienden el “perfil propio” frente a la Ejecutiva de Galapagar. Le faltó tiempo a la anticapi Teresa Rodríguez para salir al día siguiente de las elecciones a destacar que Andalucía era la Comunidad en la que se habían conseguido mejores resultados, destacando el éxito de Kichi en Cádiz, donde se quedó a un concejal de lograr la mayoría absoluta. No sé por qué me da que no quieren saber nada del polit-buró de Galapagar. Basta con observar cómo los andaluces tuvieron un duro enfrentamiento con la dirección estatal por defender la marca Adelante Andalucía frente a la de Podemos. Y es que es objetivo decir que les va mejor por su cuenta.

También en Cantabria y La Rioja se rigen por gestoras o comisariados políticos. En el caso de La Rioja, acabaron montando la marimorena. Rompieron el grupo parlamentario en dos, terminaron en los juzgados y se llevaron por delante las primarias del partido. En el caso de Cantabria, Galapagar decidió nombrar komisariat tras meses de conflictos internos. Ha sido otro de los territorios en los que se han quedado sin representación parlamentaria. Madrid también dispone de comisariado desde la dimisión de Ramón Espinar, que ahora dice que vuelve, tras la alianza de Errejón y Carmena.

Pero no acaba todo ahí. En Asturias hubieran conseguido superar las barreras para tener representación o conseguir más diputados si hubieran ido juntos Podemos e IU. La eterna pelea de a ver quién es más rojo.

En Nafarroa asumen que los resultados son malos, pero destacan su voluntad de participar en la gobernabilidad a partir de un acuerdo programático que sea “estable”. Los dirigentes creen que se tiene que abrir un espacio de “reflexión” y “autocrítica” propia territorial y estatal ya que señalan que ha habido un voto útil al PSOE que ha presentado las elecciones como una segunda vuelta electoral. Mientras, y en la misma línea, en la Región de Murcia, Óscar Urralburu también reconoce como “muy malos” los resultados. De nuevo, los atribuyen a Galapagar.

En el resto de Comunidades Autónomas el efecto interno ha sido menor. También es cierto que en Euskadi, Catalunya, Galiza y en la Comunitat Valenciana no ha habido elecciones autonómicas, aunque la pérdida de apoyo en las urnas de ciudades y municipios también ha sido como para hacérselo mirar.

Otro día me centraré específicamente en Podemos, Elkarrekin, Goazen, y el sinfín de marcas locales de la formación que lidera Lander Martínez. También por estos lares han entonado el habemus batacazum. Y es lo que pasa cuando se tiene una fijación obsesiva por criticar al de enfrente en vez de proponer algo tangible al electorado. El jaleo surge cuando ese de enfrente te gana holgadamente y uno sigue con la matraca. ¿Qué ocurre? Que “la gente” (como les gusta llamar al electorado) pasa olímpicamente del soniquete.

En resumen, tras lo de las cloacas de Villarejo, a los de Galapagar les ha entrado la fijación de reclamar asientos en el Consejo de Ministros. Dicen (o traducen) que es la “voluntad de la gente”. El caso es que parece que lo tienen más claro que el caldo del asilo. Y, por si no tenían suficientes frentes abiertos, para rematar la jugada, no se le ocurre mejor cosa a la candidata a la Comunidad de Madrid (Isa Serra) que meterse con Amancio Ortega y sus donaciones de aparatos de última generación a todas las Comunidades Autónomas (también en aquellas en las que Podemos apoyaba gobiernos y no dijeron ni mú).

¿Y qué puede ocurrir? Pues que les digan que Amancio Ortega paga la Seguridad Social de todos sus empleados en España y no como su compañero de partido Echenique. Que les digan que Amancio Ortega no cobra becas por un trabajo que no realiza como su excompañero Errejón. Que les digan que Amancio Ortega no ha sido investigado por Hacienda por cobrar por un trabajo y no declararlo como su compañero Juan Carlos Monedero. Que les digan que Amancio Ortega compra edificios en distintos lugares del mundo y lo hace con su dinero y con luz y taquígrafos, no como su compañero Pablo Iglesias y su compañera Irene Montero con su “casoplón” de Galapagar. O que, en algunos lugares de España, les digan que sí, que gracias a las donaciones de Amancio Ortega se consigue no tener que esperar tres meses para hacerse una simple radiografía. También les han llegado a decir que se lo digan a las y los enfermos de cáncer y a sus familiares, o cosas tan curiosas como la de a ver cuándo, por ejemplo, Pedro Almodóvar hace una donación similar.

Entre lo del “casoplón” (sede del politburó), los komisariat implantados para purgar y controlar las broncas en sus incontables reinos de Taifas, las donaciones de Ortega, la espantá de Errejón y que cada día se parecen más al ejército de Pancho Villa (por aquello de que tenía más coroneles que cabos porque todos querían ser generales) pasa lo que pasa. Y pasa que andan sin frenos en plena caída libre y con cierta tendencia a la inmolación.