I NCLUYO a Sánchez, Casado, Rivera, Iglesias o Abascal y añado otros como Rufián, Artadi, Errejón, Álvarez de Toledo, Arrimadas o Lastra. Todas y todos, ya sean de derechas o izquierdas, unionistas o independentistas, caminan igual, hablan con los mismos tics y a veces uno tiene la sensación de que en el fondo piensan lo mismo. Recordemos aquí a Fukuyama. Pero quizás donde más se demuestre la inmadurez de quienes nos dirigen sea precisamente en los instantes poselectorales. Los ganadores utilizan los mismos vocablos y los perdedores, las mismas excusas, y existe un elemento común a todos: una vez fuera de la búsqueda del voto, olvidan sus promesas y programas. Donde dije digo, digo Diego. Y lo hacen sin siquiera ruborizarse.

Así, Pedro Sánchez, después de una campaña típicamente de izquierdas, en la que dejaba entrever que esto acabaría en un pacto con Podemos que excluyera entendimientos con la derecha extrema, ahora ha dado a entender que todo es posible, incluso un entendimientos de mayor o menor nivel con C’s o UPN. Es lo que denomina “acuerdos puntuales”. La realpolitik, o sea la política o diplomacia basada en intereses prácticos y acciones concretas, sin atender a la teoría o la filosofía como elementos “formadores de políticas”.

Pero si lo de Sánchez es de manual de Maquiavelo, lo de Albert Rivera le supera. Todo lo que aseguró en campaña de que antes muerto que llegar a acuerdos con el PSOE figura ahora en el baúl de los recuerdos. Mientras como un prestidigitador de poca monta flirtea constantemente con PP y Vox. La caída del veto a este último con la entrevista entre Aguado y Monasterio supera todo lo previsto. Un genio.

Mientras tanto, Iglesias ignora que ha perdido casi la mitad de su electorado y escaños y sigue con el discurso prepotente de 2016. Y Abascal, por su parte, oculta que en la noche electoral hablaba de 60 o 70 diputados, se ha quedado en 24... y va del yin al yang con PP y Ciudadanos.

Pero Casado supera a todos en su papel de truhán. Ahora ya no son Abascal y Vox un socio preferente de gobierno, sino que un día se ha convertido en un partido de extrema derecha y al siguiente vuelve a la casilla de inicio. Incluso reniega de su mentor Aznar y por supuesto le oculta.

“Cambia, todo cambia”, cantaba Mercedes Sosa. Pero ¿tan rápido? ¿Con tan poca vergüenza? La pregunta es: ¿A cuántos votantes han engañado con su campaña y no les votarán después de lo que ocurra con Ayuntamientos y Comunidades Autónomas, o con el Gobierno central, debido a esos cambios? ¿Sería lícito gobernar haciendo lo contrario de lo que se prometió? ¿Para qué sirven entonces las elecciones? O, quizás, la pregunta debiera ser: ¿en función de qué parámetros vota la ciudadanía actual?

¿O quizás es que, si tenemos en cuenta las teorías de Bauman, a la gente le dan igual esas cosas tan serias y no le afecta que después de depositar su voto le engañen vilmente? Malos tiempos para la lírica, malos para la ética, la dignidad, la coherencia y la seriedad. Esto ya no es como antes y llegar a un compromiso con los votantes ahora ya no obliga a nada.

¿Qué pasará a partir de ahora? Pues cualquier cosa puede ocurrir, desde pactos PSOE-Podemos, PSOE-C’s, PP-C’s-Vox o cualquier otra variante. Porque los que nos dirigen, o nos intentan dirigir, ya no tienen la seriedad de sus mayores, quizá porque ya no les interese cumplir un programa, o aplicar una ideología, sino solo y exclusivamente acceder al poder. Y para eso vale todo, incluso el engaño.

Esta visión general también es de aplicación a Navarra, donde al parecer todo es posible porque María Chivite dice blanco; Carmen Calvo, negro; Ábalos matiza y luego posibilita, lo convierte en gris y luego lo blanquea; Pedro Sánchez parece que va, pero realmente viene... La política del esperpento, de película de los Hermanos Marx. Y UPN que hasta se ha vuelto de repente cómplice de la posibilidad de un gobierno socialista utilizando Navarra como moneda de cambio. No se sabe muy bien si con la aquiescencia de sus socios de C’s y PP (solo recordar que de los 20 parlamentarios de Navarra +, 3 son de C’s y 5 del PP), pero... yo te doy mi voto para tu investidura si tú me entregas Navarra.

Llevo 50 años en política y reconozco que jamás he vivido y sufrido una situación tan vergonzosa, ausente de principios y de ética. Creo que aún me queda un atisbo de lucidez y que entiendo perfectamente el castellano, pero juro que hay veces que los escucho con atención y no entiendo absolutamente nada.

Simplemente recordar a PSN y PSOE, a Chivite y Sánchez, que una parte de esos 70.000 navarros y navarras que les hemos apoyado (32.000 provenientes de Podemos e I-E), lo hemos hechos para que sus 11 parlamentarios colaboren en un gobierno de progreso, de colaboración de las diferentes izquierdas que, por cierto es lo que llevan repitiendo desde hace un mes. Un gobierno liderado por PSN al ser la lista más votada de ese sector, con el apoyo del resto, Geroa Bai, Podemos, I-E y Bildu. Sí, sí, Bildu, porque es un partido legal con el que, especialmente desde la desaparición de ETA, se puede dialogar, acordar y pactar.

Aún recuerdo mis años de concejal y parlamentario, cuando les decía, precisamente aleccionado por mis mayores, aquello de “señores de la izquierda abertzale, cuando ya no apoyen a ETA, todo será posible con nosotros, dialogar, pactar, acordar. ¿O es que el PSOE puede hacerlo cuando hace unas semanas solicitó y aceptó su voto para sacar adelante en la Comisión Permanente del Congreso los Proyectos de Ley de las medidas de los famosos viernes sociales y el PSN ni siquiera podría aceptar su abstención para que María Chivite sea la próxima presidenta de Navarra? ¿Es peor aceptar esa abstención que el voto de Vox que sin ningún pudor mercadean PP y C’s? ¿Por qué pueden en Madrid, capital y comunidad, arrebatar el poder a la lista más votada con los apoyos de los herederos del franquismo y en Navarra no podemos hacer lo mismo con quienes colaboraron en que ETA dejara de existir? ¿Recuerda Sánchez que llegó a la situación de privilegio actual gracias a una moción de censura contra Rajoy con el apoyo entre otros de Podemos, IU, PNV y Bildu, justo los que se necesitan en Navarra? ¿Entonces, por qué iba a ser él sí y Chivite no?

El socialismo en Navarra se está jugando en este envite la honestidad y la coherencia, cumplir con la palabra dada en las elecciones o traicionar sus principios. Además, si como parece Pedro Sánchez acaba siendo de nuevo presidente del Gobierno, va a tener que decidir si quiere pasar a la historia como aquel que acabó con las tensiones centro-periferia en este país. Y lo que pase en Navarra será clave.

Solo un aviso: cuidado con lo que se vaya a hacer los próximas semanas, porque quizás un día esa misma ciudadanía que en estas elecciones ha acudido en masa a votar porque ha recuperado la confianza en la política, se canse de engaños y traiciones. ¿Tan difícil es realizar una política seria y rigurosa en la que se cumple el contrato al que se llega en el periodo electoral, el yo te doy mi voto, tú cumples tus promesas?

Quizá sea que, instalados en su torre de marfil, solo escuchen a sus asesores de marketing y solo lean los estudios demoscópicos que, desde luego, no les van a indicar que deben cumplir su palabra, caminar derecho y no zigzagueando y ser coherentes y leales a sus principios. Si es que en los tiempos actuales aún los hay.