Odebrecht, Banco de España y justicia
oDEBRECHT es un conglomerado de empresas de ingeniería, construcción y energía. La empresa, brasileña, ha saltado recientemente a la fama por protagonizar el mayor escándalo de sobornos de la historia: ha admitido pagos de 788 millones de dólares a partidos entre los años 2001 y 2016. La cifra es sobrecogedora. Asusta. Antiguos dirigentes como el expresidente de Perú, Alejandro Toledo, están acusados de cobrar en torno a 20 millones de dólares. Al parecer, existen muchos países implicados, en especial en América Latina. Mientras, son conocidos por todos los múltiples casos de corrupción existentes en España. Recordemos que asuntos como los papeles de Panamá o las plataformas de ingeniería fiscal creados por los asesores financieros de las máximas estrellas del deporte siguen estando ahí. Por desgracia, han pasado al olvido.
¿En qué mundo vivimos? Cuesta comprender cómo personas que ya tienen todo el reconocimiento social se arriesgan a perder su reputación a cambio de muchos platos de lentejas.
Esto nos lleva a conclusiones importantes. Primero, todas las investigaciones en neurociencia han demostrado que el poder cambia la forma del cerebro de las personas, con lo cual la percepción que tienen del mundo que les rodea es diferente a la real. En muchos casos, se sienten autorizados para cobrar mordidas (que suelen ser para el partido) que se usan para legitimar diferentes obras públicas. Después de abandonar el cargo, cobran pastizales por conferencias donde cuentan evidencias. Segundo, de la misma forma que existe la ONU, la OMC o el FMI, va siendo hora de crear una gran institución internacional que vele por la seguridad financiera mundial para controlar la gran cantidad de dinero que se mueve en la sombra. Y no se trata sólo de sobornos. Hay dos puntos más fundamentales. Uno, la regulación financiera. Si se cumplen los peores presagios, Estados Unidos (ya ha dimitido el miembro del Consejo de la Reserva Federal dedicado a la regulación financiera, Daniel Tarullo) puede volver a tener una legislación semejante a la existente antes de la crisis financiera del año 2008. No lo olvidemos: los incentivos, incentivos son. Dos, los paraísos fiscales son problemas de magnitud mundial. De la misma forma que existen guerras de divisas, pueden existir guerras fiscales para lograr que en un territorio determinado se creen empresas. Si todos los países hacen lo mismo, el Estado del bienestar se derrumbará. ¿Podemos confiar en que se va a crear una institución de este estilo? La respuesta nos la ha dado Transparencia Internacional: el 30% de los eurodiputados, al dejar el cargo, trabajan en grupos de presión (lobbies) de empresas que buscan lograr regulaciones favorables. Está claro, ¿no?
En nuestro país, se supone que el Banco de España era la institución que se dedicaba a supervisar las diferentes actividades financieras que se realizan en la economía. Sin embargo, como es conocido, parte de la anterior ejecutiva ya está siendo investigada para saber si cumplió correctamente su papel en el caso de Bankia. Además, la unión entre los trabajadores es admirable: una recogida de firmas a favor de los altos cargos imputados, según el organismo, es algo que merece “comprensión”. ¿Para cuándo una recogida de firmas apoyando a Jordi Pujol o a Iñaki Urdangarin?
Al menos, cuando ocurren estas cosas, está la justicia. Que se lo digan a Pedro Antonio Sánchez, presidente de Murcia. La fiscalía debía debatir si se le imputaba por su participación en la operación Púnica. La cuestión es que Sánchez conoció la decisión de no investigarle por parte de la Fiscalía General ¡antes! de que se hiciera pública. De hecho, lo adelantó él mismo en una cadena de radio. ¿Cómo puede ser? Inadmisible y deplorable.
Tenemos tres problemas de arquitectura institucional gravísimos. El primero es mundial: se trata de un desequilibrio financiero y fiscal enorme. Para arreglarlo, es necesaria una gran institución financiera global con más poder que el BPI (Banco de Pagos Internacional). Por desgracia, la élite que nos gobierna no parece estar interesada en solucionarlo. No podemos olvidarlo: históricamente, los grandes cambios han venido dados por descubrimientos científicos o exigencias sociales (voto de las mujeres o derechos laborales). Segundo y relacionado con el Banco de España: el gran corporativismo existente en instituciones nacionales e internacionales crea ineficiencias enormes: si alguien actúa de forma inadecuada, sus compañeros le defienden. Tercero, el tema judicial. Sí, claro que Montesquieu, en palabras de Alfonso Guerra, está muerto. Pero ya da la sensación de que no se preocupan ni de disimular. Que un posible imputado adelante él mismo la decisión de la fiscalía es el colmo de los colmos.