AL comentar el libro de HervéJuvin La grande separation. Pourune écologie des civilisations(Gallimard 2013) en un artículo anterior,decíamos que una de las características dela civilización occidental reside en elrechazo del otro como otro, pero no porafirmación indebida del nosotros, de unnosotros excluyente de los otros (nefastacaracterística, por ejemplo, de los nacionalismosetnicistas) sino por la voluntad deimponer la mismidad universal, la uniformidadde las personas en el mundo, personasreducidas a individuos. Pero hay queañadir, además, que esta obsesión de launiformización es otra forma, más sibilinapero a la vez más real de racismo, (siemprea salvo de experiencia de exterminaciónen tiempos pasados, con el colonialismo,el nazismo, el estalinismo, etc.), pueses un racismo que niega al otro obligándolea fundirse en el magma de la mismidaduniversal. Como leo en un comentario allibro, la apuesta de Hervé Juvin es un alegatoa favor del otro, de todos los otros. Enefecto, como escribe Juvin, “el otro no nosencierra en una relación binaria (vascos yespañoles, por situarlo en nuestro contexto)sino que, en su relación, (no en su oposición)nos abre a terceros. Si hay otro, hayotros, luego no hay soledad posible, noestaríamos solos ante el mal, ante el enemigo.El otro reconocido suprime todanoción de monopolio del campo del bien,de lo bueno (que estaría solamente ennosotros), elimina toda idea de exterminacióndel enemigo, todo frenesí genocidaporque el otro es la expresión de la infinitadiversidad de todo lo que se siembra y palpitaen nuestro derredor. De ahí el alegatopor la diferencia y la pluralidad, pues si sereconoce a los otros se reconoce, al mismotiempo, lo repito, una infinidad de otros loque, a la inversa, es una salvaguarda delnosotros.

El dilema en este momento se sitúa entreuniversalismo versus pluralidad y es laapuesta por la pluralidad lo que suponeuna auténtica bocanada de aire fresco eneste mundo globalizado. La humanidad haconstatado estos últimos decenios que laglobalización nos ha llevado ?es ya unabanalidad decirlo? a un individualismodespersonalizado e incapaz de oponerse asus fundamentos básicos que Juvin describeen estos términos: “La proclamación deuna era posnacional, las agresiones organizadascontra las naciones europeas y lospueblos del mundo tienen un mismo objetivo:asegurar a la revolución capitalista elcontrol de un mundo único y de una sociedadplanetaria de individuos a su disposición”.

Aunque no hay que olvidar, me permitoañadir, que el capitalismo no es uniforme.Recuérdese el importante estudiode Michel Albert Capitalismo contra capitalismo(Paidós. Barcelona. 1992). Hoy lotrasladaríamos a la distinción entre elcapitalismo productivo en un Estado deBienestar y el capitalismo financiero, desgraciadamenteimperante (por el momento)que es en el que piensa Juvin cuandoescribe que “los índices macro económicofinancierosson los que dictan las decisionesy los comportamientos sin que su verdaderofundamento sea jamás examinado”.

No otra cosa decía, el gran sociólogoEdgar Morin, a sus 93 años de edad, enseptiembre de 2014 en una conferencia enParís: “La mundialización es un movimientototalmente incontrolado pues estápropulsado por la ciencia a su vez incontrolada.La técnica incontrolada sirve básicamentepara esclavizar al hombre. Laeconomía está igualmente incontrolada”.

De ahí, sostendrá con fuerza Juvin en lasconclusiones de su libro, la necesidad detrabajar por una ecología humana, unaecología de la diversidad de civilizacionesque es lo contrario de la pretendida unidaddel género humano. Una ecología quetenga en cuenta las fuerzas de separación,las lógicas de la distinción y de las pasionesy gustos discriminantes que conformanel honor y la vida de las sociedadeshumanas. “Una nación que no decide lascondiciones de acceso a la nacionalidad ya la residencia sobre su suelo no es unanación libre. Se pueden criticar esas condiciones,juzgar que unas son mejores queotras? pero no se puede impedir a unanación que las tenga”. En efecto, unas sonmejores que otras, me permito apostillar.Hay pueblos y naciones que acogen al diferente,al emigrante más precisamente;otros quieren construir cada vez másmuros de contención y más exigencia parapermitir la residencia del otro en su suelo.

Pero es cierto también que “una naciónque se ve dictar del exterior las condicionesde acceso a la nacionalidad, de residenciasobre su suelo, no es una nación libre. Es una nación abierta a la invasión.Es una nación cuya lengua, leyes y costumbresno son ya las propias sino la de losmovimientos de población que ella constatará,en su suelo, sin haberlos escogido,soportará sin haberlos querido, y que decidirán,lengua, leyes y costumbres, en sulugar”. Pero, afortunadamente, Juvin puntualizaestas afirmaciones para no caer enel gueto. En efecto, escribe que “no se tratade encerrarse unos y otros en un peligrosoesencialismo iletrado, que atribuya caracteresdefinitivos a la religión, el origen, laraza o la nacionalidad (de cada nación). Nose trata, ni muchos menos, de encerrarsecada uno en su etnia, en su fe o en sus orígenesen un determinismo absoluto. Pero,menos aún, identificar a los pueblos en unmodelo único, reducirlos a lo mismo, a laconformidad y a la regla de lo único”.

Como se ve, estamos en plena confrontaciónentre lo singular y lo global, lo local ylo planetario. El autor apuesta claramentepor lo primero. Lo dice así: “la ecología delas civilizaciones se desarrolla en la expresiónpolítica de la primacía de la diversidadcultural e identitaria sobre la unidadoperacional de las técnicas y de las reglas(el autor piensa en la nuevas TIC y en lapreponderancia abusiva, a su juicio, delderecho)”. OK. ¡Excelente! Y pone algunosejemplos.

Una ley en Texas difícilmente funcionaráen Grecia y un modo de gobernanza enMúnich no tiene ninguna posibilidad defuncionamiento en Luanda. Y concluyeafirmando que “nuestra tarea histórica esconsiderable: debemos hacer renacer ladiversidad colectiva. Redescubrir que lahistoria, el origen, la raza, la lengua, la fe,la cultura tienen un sentido, y que ese sentidono es el de las jerarquías actuales, elde los niveles o estados de desarrollo y elde las barreras sucesivas en la escala delprogreso”.

Como ven estamos ante un libro de tesis.Un libro que hay que leer pues rompe conmuchos clichés sobreentendidos, obliga apensar, a violentar nuestras propias convicciones,lo que no quiere decir en absolutoque haya que desecharlas. El radicalmentedisidente liberal, como etiquetaríayo al autor, no lo aceptaría pues daría en lalínea de flotación de su tesis: la defensa delos individuos como personas libres (autónomasy responsables) en sociedades ycomunidades, también libres en relación yreconocimiento del otro como tal otro.

* javierelzo@telefonica.net