Nobel de la Paz
EL presidente Obama recibió el Premio Nobel de la Paz en el año 2009. Muchas personas teníamos la esperanza de que, con su presencia en la Casa Blanca, algo iba a cambiar en el mundo, pues las cosas no podían seguir funcionando de la misma manera, sobre todo, a nivel internacional, y mirábamos con desazón el cementerio de Irak, que sigue manteniendo su horror.
Hace todavía no muchas fechas, el presidente Obama visitó Estocolmo para recabar apoyo ante un decidido ataque a Siria. ¿Un Premio Nobel de la Paz promoviendo la alternativa militar como única posibilidad? Conocemos los señuelos que han servido a lo largo de la historia para justificar intervenciones militares. Y con ello no queremos decir que no es una locura la utilización de armas químicas en una guerra, pero en una guerra en la que han muerto cien mil personas hay siete millones de personas refugiadas en los países vecinos, e incontables personas que sufren de mala manera sobre sus cuerpos las heridas provocadas por la metralla, la guerra química, a pesar de su brutalidad, es un color más de la vergüenza del comportamiento humano.
Cuando el presidente Obama se colocó en el lugar en el que Martin Luther King, otro premio Nobel de la Paz, proclamó su sueño en 1963 en el que decía: "Somos los amos de nuestro destino", quizá pensaba: "Somos los dueños del destino del mundo". Y cuando reprochaba a algunos miembros de la comunidad afroamericana su actitud de defender la utilización de la violencia para conseguir sus reivindicaciones, los aplausos quizá ocultaban su decisión de una intervención violenta en Siria.
Uno está convencido de que la actitud de Obama no es la misma que la del expresidente Bush, pero sus condicionamientos en relación a intereses económicos, armamentísticos y geoestratégicos, con Israel al fondo, siguen siendo similares. Quizá son esas preocupaciones las que han traído a su rostro algo más de dureza y un aumento de las canas en sus sienes, porque "el arco moral puede doblarse hacia la justicia, pero no se dobla solo" y, al parecer, sigue habiendo miles de adolescentes negros en "escuelas mal financiadas y cárceles llenas de gente". Y "cuando millones de ciudadanos de cualquier raza o religión se unen en un espíritu de hermandad se pueden mover montañas". Es la interpretación presidencial del legado de Luther King ya que en este momento estaba hablando de "mermar las desigualdades económicas".
Pero los discursos se los lleva el viento cuando se trata de tomar decisiones, especialmente en el exterior. Ante el problema de las armas químicas ha dicho que "la decisión moral no es quedarse quieto y no hacer nada". Para ello apelaba a los centenares de niños sometidos al gas y más de un millar de civiles que han muerto. Pero también el presidente Putin ha actuado con una propuesta diferente, aunque sea debido a intereses geoestratégicos y económicos. Y la pobre ONU, como una pordiosera de quien siempre se habla para justificar una acción armada, pero se la desoye si se cuenta con respaldo militar y económico suficiente para emprender la acción, ha vuelto a mostrar su ineficacia.
Siria, hoy, es un país en ruinas, con millones de personas refugiadas, heridas, llorando a las víctimas de uno y otro lado, con poca esperanza, porque sigue la guerra, aunque las voces del armamento químico se hayan aplazado. Pedía el Papa Francisco el abandono de cualquier pretensión de una intervención militar porque "elegir el bien comporta decir no al odio fratricida y a las mentiras que utiliza, a la violencia en todas sus formas, a la proliferación de las armas y a su comercio ilegal". Por cierto, que en la vigilia organizada por Francisco contra la utilización de armas químicas y contra la intervención aliada en Siria estuvo presente el Nobel de Literatura Dario Fo, quien tanto ha arremetido contra el Vaticano. Son signos de esperanza.
Dice el poeta sirio Ali Ahmad Esber, conocido como Adonis, también propuesto al Nobel de Literatura: "En primer término, deberíamos entender que no hay un solo Oriente y un solo Occidente, hay muchas variantes, no solo a nivel cultural, sino económico y político. Hay que entender que también hay un Occidente imperialista, así como hay regímenes totalitarios árabes, la clave es comprender esta complejidad". En el poema Epitafio para New York señala: "Entre tales frutos y muerte / sobrevive un truco de ingeniería: / Nueva York, / llámele una ciudad a cuatro patas / rumbo al asesinato / aunque el ahogado ya gime / a la distancia. / Nueva York es una mujer / que sostiene, según la historia, / un trapo llamado libertad con una sola mano / y estrangula a la tierra con el otro".
Cien mil personas muertas, siete millones de personas desplazadas. Medio billón de dólares es el gasto en armas de cien empresas de armamento que necesita ser utilizado. El grito de dolor no se apaga ni en los campos de refugiados, ni en Damasco, ni en la desesperanza. Ojalá cesen las armas totalmente en una conferencia de paz que no desprestigie más a un Nobel de la Paz.