SI hay algo que nos ayuda a mirar por encima del hombro a otros pueblos es la afirmación de tener mayor tradición democrática. Aquí ya no hay dictaduras. Si las hubo no queremos recuperar su memoria histórica. Y miramos a otros países quizá alegrándonos de que no pueden presentar su certificado de calidad democrática. Así presumimos de poder intervenir en otros lugares del mundo para separarles cuando se pelean con las armas que les hemos vendido y defendemos nuestros intereses económicos con el marchamo de ayuda humanitaria.

La forma de tratar en estos lares el conflicto de Egipto es un paradigma de ultraje a la democracia. Un dictador, mantenido durante tres décadas por el ejército, subvencionado directamente por los Estados Unidos, fue derribado por el pueblo con el apoyo del ejército y encausado por un tribunal a causa de su responsabilidad en la muerte de cientos de personas en su intento por derribarlo. Los aplausos duraron aquí hasta que se supo el resultado de las elecciones democráticas.

Hace todavía no muchas fechas, el presidente, elegido democráticamente, ha sido derribado "por una parte del pueblo" contra "otra parte del pueblo, con el apoyo del ejército". No ha sido destituido por orden judicial, está ilocalizable "por seguridad", y tiene procesos pendientes, él e innumerables partidarios, también han sido detenidos, muchos de ellos son cargos electos.

El hecho de que no nos gusten algunas de las decisiones del presidente Mursi durante un año de mandato no justifica que deje de llamarse golpe de Estado a lo sucedido. Y cuando el número de personas muertas en la represión militar, también han muerto militares, supera al número de muertos de la anterior represión solo nos falta la escenificación de que el anterior presidente dictador salga de la cárcel, aunque siga teniendo causas pendientes con la justicia.

"Las fuerzas de seguridad deben aplicar una estrategia acorde con las normas internacionales que les permita tomar el control de la situación sin causar un baño de sangre", ha dicho Hassiba Hadj Sahraoui, de Amnistía Internacional. Además, esta organización añade que "los homicidios ilegítimos y el uso excesivo de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad deben ser investigados con carácter prioritario. Si no hay rendición de cuentas, el derramamiento de sangre continuará sin remedio en Egipto. La presencia de individuos armados entre los manifestantes no autoriza a las fuerzas de seguridad a disparar al azar. Las autoridades egipcias deben dejar claro que no se tolerará el uso irresponsable de la fuerza y las armas de fuego. Las fuerzas de seguridad deben proteger a todos los egipcios de la violencia sin tener en cuenta su filiación política. En cuanto a los manifestantes que usan armas de fuego, no están por encima de la ley. Toda persona que cometa homicidios debe responder penalmente de ellos".

Pero en una dictadura el estamento judicial pierde su independencia y no hay mucho interés en respetarlo. Quienes acusan a los peligrosos islamistas de haber hecho una constitución a su medida pretenden hacer lo mismo para eliminar al contrincante y mientras tanto, la "clase militar" sigue ostentando los mismos privilegios y prerrogativas que durante los últimos treinta años. ¿Dónde está la judicatura?

Cuando en Argelia, a principios de los noventa, el ejército tomó el poder y consideró que quienes habían ganado las elecciones eran unos peligrosos islamistas y no se debía seguir adelante en el proceso democrático no se alzaron apenas voces en favor de la democracia, aunque todavía no se hablaba de primaveras árabes, pero la lista de víctimas en la espiral de violencia ha supuesto doscientas mil víctimas y parece que el goteo de sangre sigue, aunque se le llame de baja intensidad.

No es fácil augurar un futuro sin más sangre derramada en Egipto. Y en el fondo, sin desvelar gran parte de los intereses geopolíticos y económicos en juego, Mursi y los grupos de oposición han sido atrapados por los militares, algo de lo que últimamente se ha librado el islamista moderado Erdogan en Turquía. Se dice que la causa de la caída de Mursi es su fundamentalismo religioso, pero seguimos ultrajando la democracia cuando no hablamos del fundamentalismo religioso como problema en Arabia Saudí porque los intereses económicos y geopolíticos se encuentran en otra dirección.

Ha habido seguidores de Mursi que han cometido asesinatos, han de ser juzgados, eso es lo que se hace en una democracia. Seguidores de Mursi han disparado a militares y destruido iglesias cristianas, debe haber juicios. También existen casos de iglesias que no han sido destruidas porque residentes musulmanes del barrio lo han impedido activamente, nos sirve para entender que no se trata de un problema religioso. Ejército y policía han actuado sin proporción y han causado más de un millar de muertos, los mandos deben ser depurados y juzgadas todas las responsabilidades. Pero se ha ultrajado la democracia mediante un golpe de estado y al parecer ya nada de esto es posible.