Preocupaciones
CUANDO una de las preocupaciones de la ciudadanía es la clase política, algo grave sucede en la convivencia. Aunque nuestra sociedad no es tan pasiva como parece, y dan fe de ello diversos colectivos que se han rebelado a pie de calle, lo perverso de tal preocupación es que se haga desde la pasividad.
Se le acusa a la clase política de no representar al pueblo. No hay duda de que tratamos una cuestión compleja, porque toda la clase política no es igual. Hay, además, determinados colectivos que denuncian a la clase política pero se atribuyen la exclusiva representación del pueblo, mientras en su organización interna predomina la consigna y no precisamente la democracia interna.
La democracia es una fuerza subterránea que transita por diferentes vericuetos en el subsuelo o en la superficie del cuerpo social. Hay elecciones en las que se vota a representantes de los partidos, las personas elegidas no cumplen lo que se ha prometido, y en las siguientes elecciones se vuelve a votar a las mismas siglas. ¿Por qué sucede esto? Es un misterio de la naturaleza humana.
La corrupción de la clase política tiene que ver con la ausencia de democracia interna en los partidos. A veces hay criterios de selección de dirigentes que coinciden con el amiguismo o la sumisión. Y en función de esa escala se reparten las responsabilidades a la hora de gobernar, aunque algunas de las personas elegidas para ello no sean competentes. ¿Puede servir como explicación?
Para mejorar la situación hay quienes propugnan una democracia directa. La tecnología actual posibilita que se realicen consultas a cada instante. Eso también tiene sus riesgos porque... ¿Dónde están los derechos de las minorías?
En un colectivo educativo, un grupo de adolescentes resumía así su consejo a otro grupo: "A veces las normas no molan, pero ayudan". Reconozcamos que dirigir un país a veces significa hacer cumplir las leyes, porque ayudan. Otra cuestión es si las leyes son justas. Entonces habrá que hacer público el derecho a la objeción de conciencia. Y si una persona que tiene una responsabilidad pública dice que las normas están hechas para violarlas y además lo relaciona con el elemento femenino, hemos de reconocer que en ocasiones hemos puesto al zorro cuidando a las gallinas. Y eso desanima ante cualquier intento de defender las instituciones y la representación política.
Es necesaria, por tanto, la democracia directa en el interior de los partidos, pero unos partidos que deberían tener una afiliación popular enorme. No salva la democracia, pero la dignifica un poco más. Que se discuta, y mucho, en el interior de los partidos sobre lo que es mejor para la ciudadanía, porque la política es el arte comunitario de contribuir al bien común. Y que las personas no se afilien para obtener un beneficio. Que se elimine automáticamente de sus cargos a quienes corrompen y se dejan corromper.
Hay quienes consideran que los movimientos sociales deben estar intervenidos e influidos por los partidos. Aunque se llamen a sí mismos movimientos populares, si sólo intentan valerse de ellos con sus pesadas consignas los terminan destrozando, y ello contribuye a la desmovilización social. Creer en los movimientos sociales como independientes de los partidos significa creer en la democracia, porque en un movimiento social caben trabajando, codo con codo, personas que en algunos aspectos tienen ideologías diferentes, pero coinciden en el área concreta con el que se identifica el movimiento social.
Los partidos con democracia interna y un gran número de afiliados no tienen que hacer promesas. Deben actuar. Es una forma de imprimir legitimidad a la política. Una democracia representativa debe saber bien a quién representa, y no tiene sentido que explique sus límites, como la presión de los mercados, o las deudas a unos bancos que les han prestado o condonado mucho dinero. El máximo delito de la sociedad moderna es la pobreza. El cinismo de los mercados expresa que si no se les hace caso habrá más pobreza, cuando está demostrado que aumenta cada vez más la distancia entre ricos y pobres porque sólo se sigue el dictado de los mercados.
Un partido puede ofrecerse al servicio de los intereses de las personas más pobres, de las clases medias, o de los bancos y las grandes corporaciones. Aceptamos que se trata de una simplificación excesiva, pero así de simple es la política. Cuando se habla de que Grecia debería salir de la Unión Europea simplificamos, pero quizá debería plantearse también otra simplificación: un referéndum para que salga Alemania de la Unión Europea. ¿Sería democrático? ¿Declararían la guerra los mercados?