CUENTAN públicamente que Artur Mas se puso lívido cuando en pleno consejo de gobierno de la Generalitat recibió la llamada de Rajoy donde le anunciaba lo de la quiebra fáctica de Bankia, el conglomerado de Caja Madrid y Bancaja, las entidades de la capital del Reino y de Valencia, de inversiones tan faraónicas como disparatadas, y campeonas de los créditos hipotecarios, con direcciones políticas dictadas por Esperanza Aguirre y el amortizado Francisco Camps, al frente de dos de las comunidades autónomas más endeudas y deficitarias.

Es un nuevo agravio comparativo, denunciado desde Catalunya, por la comparación entre la subasta de CaixaCatalunya al mejor postor, sin que acabe de aparecer ninguno, y este rescate, aunque reciba otro nombre. Por no hablar de los miles de millones que se habrán de añadir a los números rojos del Estado. Y todo a los pocos días de que las agencias de calificación dejasen la deuda pública del Principat solo un paso por encima de los bonos basura. Mientras, Alicia Sánchez Camacho, su jefa Soraya y el jefe supremo Rajoy afirmaban con toda rotundidad que defienden Catalunya como "motor económico" y el presidente, que es absolutamente falso "que intenten ahogarla". Entre todas las falsedades e incumplimientos que llevan acumulados, pocos son tan evidentes como esa afirmación por pasiva.

Demasiadas gotas para un vaso más que lleno en los últimos tiempos. El equipo de Mas y los máximos dirigentes de CiU ya venían amagando con hacer frente a la galerna procedente de secano, que no cesa, y se va cumpliendo el augurio de Duran i Lleida, del inevitable "choque de trenes" entre Madrid y la nación histórica. La asunción de las competencias sobre los ríos que discurren por más de una comunidad, con amenaza de trasvase del Ebro, ha sido otro de los motivos de alarma de recentralización añadido a tantos anteriores o coincidentes.

El primer paso en aplicación de la consigna de "hacer frente" a ese conjunto de maniobras recentralizadoras ha sido la solicitud de informe al Consell Consultiu (órgano que dictamina sobre el ajuste de las leyes al Estatuto y la Constitución) sobre los recortes añadidos desde el gobierno estatal en Sanidad y Educación, y resueltos mediante decreto-ley.

En un principio, el gobierno catalán se había quejado, pero menos, y había empezado a aplicar la normativa impuesta. El informe pedido es el paso previo a la presentación del recurso ante el TC. A sabiendas, por experiencia bien reciente y dolorosa, de que el Alto Tribunal no es un órgano neutral, cuando se trata de decidir entre Estado y autonomías. Y que los recursos de esta naturaleza no interrumpen la aplicación del texto recurrido cuando los promueve una instancia distinta que el gobierno español.

Pero el choque frontal anunciado tiene otra perspectiva más trascendente. Los catalanes más que nadie, y más allá del tópico, saben que lo fundamental son los recursos económicos. Aun sin leer a Quevedo tienen bien asumido que no hay "don" sin "din", ni soberanía política sin la fiscal. Hace siglos que transmiten la sentencia: "Salut i pessetes, que la resta són puñetes" (no hace falta traducción, como no sea la actualización de pesetas por euros).

En el último debate del Parlament, Esquerra Republicana insistió en la oferta de colaboración total con la Generalitat para hacer frente a la tormenta del centro, sobre todo en el llamado pacto fiscal. La respuesta de Mas fue insólita, por rotunda: Catalunya tendrá una Hacienda propia, sea "por la vía del pacto fiscal, o por la vía de la propia decisión". Un plante en toda regla. Algunos ayuntamientos, ciudadanos y empresas del Principat ya han aprobado o decidido ingresar sus impuestos -incluidos los estatales- en la agencia tributaria catalana o en entidades bancarias; en el caso de los municipios con el añadido "en la medida que sea posible".

Y esa es la clave, la enorme dificultad para el plante, cuando la llave de la caja, cerrada y con grandes deudas pendientes con el Principat, continua en Madrid. La intervención de la insuficiente autonomía catalana cada vez es menos un fantasma, si el choque augurado por Duran llega a producirse con toda la fuerza y velocidad de la inercia que se va acumulando.