EL genial Forges tiene la bendita costumbre de reservar un hueco en sus viñetas con la leyenda "y no nos olvidemos de Haití" (o de otros sitios), contribuyendo a que nuestras conciencias no se apaguen cuando ha pasado el primer fogonazo de la tragedia. Más que nunca debiéramos seguir su ejemplo solidarizándonos con recordatorios similares, como es el caso de Siria, aunque sean tantas las devastaciones y pogromos que necesitan una llamada similar... Al parecer, España, Italia, Francia y los miembros del Consejo del Golfo han cumplido con la estética de llamar a consultas a sus embajadores en Siria. Seis mil muertos después, llamada al embajador. El régimen sirio debe estar temblando a tenor de lo que sigue ocurriendo allí como si nada. Y la respuesta de Damasco poco importa, la verdad, porque se ha olvidado mientras aquellos y otros países más consienten que el sanguinario dictador El Assad mantenga su poder y, diseminados por el mundo, cuentas corrientes y fondos varios de inversión en bancos serios y respetables, si es que quedan de estos.
El caso sirio es de manual. Estamos contemplando a un régimen asesino al que condenamos de boquilla, con unos aliados mediocres y cínicos a quienes culpar por no dar su merecido al dictador en el Tribunal de la Haya. Estos nos dirán que querían ayudar, pero que los rusos y los chinos con su poder de veto amenazante se lo impiden de continuo. Como si fuera la primera vez que alguien usa su derecho de veto en la ONU y la primera vez que intereses más suculentos le fuerzan a levantarlo.
Pero parece que no hacen falta grandes explicaciones ni posturas justificativas para que Siria esté cayendo en el olvido. Y con él, los cientos de miles de víctimas inocentes masacradas que no tiene voz ni a nadie que se la ponga, en el desamparo más absoluto y con un futuro sin esperanza. Empezaron con protestas y el gobierno se embarcó en una guerra contra su pueblo para reprimirlas. El último doble atentado suicida, que dejó 55 muertos y 372 heridos hace unos días en Damasco, ha sido atribuido a grupos terroristas armados por el Gobierno. Pero los demás miramos para otro lado,
Somos muchos los que nos sentimos solidarios con la causa siria, igual que con todas las protestas ante las dictaduras de nuevo cuño que estamos permitiendo que se consoliden sobre las cenizas de la primavera árabe, no sea que su democracia nos traiga más problemas de los que tenemos a este neoliberalismo decadente.
Las denuncias en el nuevo Túnez deberían poner en guardia a la comunidad internacional que mantiene su apuesta por la democracia. El problema radica en que a Occidente siempre le ha encantado aprovecharse del modelo de regímenes corruptos y represores cuando se trata de relacionarse con lo que no es cristiano ni neoliberal. Pero esto se ha acabado, al menos con las caras a las que nos tenían acostumbrados. A partir de ahora, veremos en qué queda todo, pero lo que venga será sin el socorrido asidero de la defensa de los valores occidentales y cosas así, porque estamos totalmente desvalorizados.
Si al menos mostrásemos menos indiferencia y pasividad en la causa Siria, quedaría un rescoldo de credibilidad. Pero allí el negocio es la venta de armas, y eso va viento en popa. No olvidemos a Siria, a sus valientes defensores de la libertad, que están dando una lección de humanidad y libertad al mundo con su desafío al régimen de El Assad. No dejemos solo a Forges con sus diarias llamadas éticas. Aunque solo sea porque la injusticia, como nos recuerda el historiador y político Adolphe Thiers, es una madre jamás estéril que siempre produce hijos dignos de ella.