DECÍA Borges, el gran y displicente escritor bonaerense, que cuando llegara el fin de los tiempos el mejor lugar para vivirlo era Uruguay porque allí todo llegaba 50 años mas tarde…
Cuando yo mismo llegué por primera vez al aeropuerto internacional de Carrasco en Montevideo a fines de los 80 había allí una pintada que decía: "El último que salga que apague la luz". En mi primer taxi, el conductor, licenciado en económicas, me trazó una semblanza sociopolítica del país que ya hubieran querido ser capaces de hacer muchos PDG de empresas europeas. También me refirió que su Mercedes de los años 50 tenía ya más de un millón de kilómetros. Lo cierto es que por aquel entonces el pesimismo invadía profundamente el país y por una conjunción de causas sucesivas entre las que se encontraba el declive económico, la guerrilla tupamara, la dictadura militar y las propias políticas comerciales europeas, la que antiguamente se conocía como la "Suiza de América" estaba en acusada decadencia. Alguien me dijo muy deprimido que no se trataba de un país en vías de desarrollo sino de un país en vías de subdesarrollo… La verdad es que muchos miles de jóvenes universitarios abandonaron el país y emigraron a Europa, llegando a puestos de mucha responsabilidad. Sin embargo, y pese a que los tres líderes políticos que se disputaron la presidencia en las últimas elecciones eran de origen vasco (Mujica por el Frente Amplio, Larrañaga por los blancos y Bordaberry por los colorados) hoy el Uruguay sigue siendo aquí un gran desconocido que la mayoría solo conoce por sus grandes futbolistas.
Hace 30 años, la atmósfera del Uruguay tenía algo de irreal, algo no solo de utópico sino también de ucrónico. La gente era extremadamente cortés y pausada y todo se vivía sin consumismo, stress ni fruición, casi a cámara lenta, según rituales pautados como la ceremonia de calentar la pavita y cebar el mate para luego beberlo tranquila y sosegadamente compartiéndolo. Había numerosísimos universitarios y muchos grandes conversadores de polifacética cultura renacentista. La gente era muy longeva, por ejemplo el fotógrafo Silva que me hizo las fotos de carnet, lo había sido también de Gardel, la generación de pintores que me fue presentada como "joven" rondaba los 70 años y mi amigo el Dr. Tálice, líder del Partido Ecologista jugaba diariamente a golf a sus 93 años. Por las calles circulaban innumerables coches antiguos o "cachilas" en los que la gente iba a trabajar y que se valoraban según la lógica aplastante de que un vehículo debe ser mas barato cuanto mas viejo y así un Ford T de 1915 era mas barato que un Plymouth del 29 como el que compré yo y mucho mas barato que un Renault del 70. Muchos políticos tenían un envidiable pico de oro en la mejor tradición de Castelar. Incluido el propio presidente de la República, eran muy accesibles y uno se los podía encontrar y charlar con ellos en el asado de cualquier amigo. La comida y sobre todo la carne era de las mejores del mundo y las ciudades tenían unas dimensiones humanas que recordaban a Cádiz con algunas pequeñas incrustaciones de París. Todo parecía conjurarse para hacer de aquel lugar un paraíso terrenal si no fuera por los fuertes contrastes sociales y la creciente depauperación: recuerdo que un refinado amigo poeta me llevó a la triste choza en que vivía en un "cantegril" (nombre con el que se conoce a los barrios marginales de Montevideo), donde lo único que conservaba de un pasado esplendor era un piano que por cierto tocaba magníficamente al ritmo de tango suburbial.
Mi presencia allí fue para abrir la primera Delegación diplomática de la Comisión Europea ante Uruguay, Paraguay y un incipiente sosias de la CE, el Mercosur. Una de las primeras visitas obligadas de cortesía fue a la influyente Embajada de la antigua potencia colonial, el Reino de España. El embajador, un vasco con mucha experiencia a sus espaldas, tuvo la amabilidad de trazar para mí una descripción simple y comprensible pero no por ello menos aguda del último siglo de la República Oriental del Uruguay (ROU). Se trataba de un país bipolar. Todo estaba dividido en dos bloques casi inamovibles. Empezando por lo mas importante, por un lado estaban los famosos equipos rivales de fútbol Peñarol y Nacional. Luego estaba la profunda dicotomía entre Montevideo con la mitad de la población de la nación y el interior y los dos bloques principales de inmigrantes que formaron el país: los "tanos" (italianos) y los "gallegos". En realidad como me dijo una vez el presidente Laca-lle hay también un grupo fundamental de vascos ya que un 40% de los habitantes del país se dicen de ese origen.
En política existía desde el siglo XIX un bipartidismo formado por el Partido Colorado, laico muy influido por la masonería, urbano, donde se integraban mayoritariamente los inmigrantes de origen italiano, y el Partido Nacional (blancos) rural, conservador, católico, integrado fundamentalmente por descendientes de peninsulares. El sistema formado desde 1903, cuando asumió por primera vez la presidencia el célebre José Batlle y Ordóñez, estuvo en realidad prácticamente monopolizado por el Partido Colorado, que controló el gobierno central durante décadas con manifestaciones practicas tan curiosas de su laicismo y anticlericalismo militante como que la Navidad se llamaba oficialmente "fiesta de las familias", la Inmaculada "fiesta de las playas" y Semana Santa "semana del turismo".
Batlle obtuvo gran estabilidad política sin los altibajos de otros países vecinos y con un sistema electoral muy democrático en el que en primera vuelta la gente vota por listas de ideología y programa muy diversos al interior de cada partido y en segunda vuelta el voto de todo el partido se canaliza a su lista mas votada. Sin embargo, en paralelo a dicha estabilidad se fue produciendo progresivamente una depauperación social y económica. Esto llevaría a la guerrilla urbana de inspiración cubana de los tupamaros en los 60 contra la que reaccionaron los militares.
La situación política empezó a cambiar el final de los doce años de gobierno militar (1973) y con la llegada al poder en 1989 del primer gobierno blanco de Luis Alberto Laca-lle y el rápido hundimiento de los colorados. El Frente Amplio, liderado históricamente por el general Liber Seregni, se fue consolidando desde su feudo en la Intendencia de Montevideo donde un austero, algo distante y autoritario, masón, socialista y prestigioso médico oncólogo, Tabaré Vázquez, se dio a conocer y mostró al mundo que no era tan fiero el león… De hecho, como ya había previsto en los 50 el histórico líder comunista Rodney Arismendi, su partido no podía llegar al poder solo sin estar en coalición con otros sectores progresistas desde los tupamaros a los socialistas y a los demócrata cristianos. Después, tras la gran crisis económica de 2002, cuando el corralito de la Argentina destrozó años de crecimiento del Uruguay (se dice que cuando la primera estornuda, el segundo coge una pulmonía), la economía se contrajo un 11% y en 2004 se llegó a tener un 31% de la población bajo el umbral de la pobreza. Y se produjo una primera revolución con la llegada dicho año por primera vez a la presidencia del Frente con el gobierno prudente y moderado de Tabaré. Con Vázquez, los sectores "clasemedieros", progresistas llegaron por primera vez al poder.
Pero la gran revolución, el terremoto, llegó con la elección en 2009 a la presidencia de un líder histórico del Frente Amplio, un antiguo tupamaro de fuertes creencias comunistas que estuvo 15 años encarcelado por la Junta, pasando dos de ellos en el fondo de un pozo y al que algunos llamaron "el Mandela uruguayo", pues iba a asegurar la reconciliación nacional y la transición pacifica del Ancien Régime a uno totalmente nuevo y solidario. En un principio, Mujica cayó muy bien intra y extra muros porque vivía en una modesta chacra rural sin ningún tipo de comodidades, nunca usa corbata, su única posesión es un viejo Volkswagen escarabajo y eludió mudarse al palacio presidencial. Las murgas carnavaleras a las que tan aficionados son los montevideanos dicen que su perra Manuela tiene solo tres patas "de puro proletaria" porque si tuviera las cuatro sería ostentación. No sólo había triunfado el Frente Amplio sino que por primera vez en toda la historia del país su fuerza dominante estaba enraizada en los sectores mas desfavorecidos. Me decía quien seguramente es el político uruguayo mas inteligente en activo, Enrique Iglesias, que Mujica había impresionado muy favorablemente a la clase política pues había reservado una cuota importante de puestos administrativos de responsabilidad a representantes cualificados de los dos partidos perdedores lo que no es nada usual en ningún lugar. Pepe Mujica, presidente "cantegrilero" se ha centrado en la educación y en terminar con la miseria y la exclusión social y ha conseguido disminuir sustancialmente las cifras de la pobreza. Tuvo que aceptar la economía de mercado a cambio del mantenimiento de una retórica revolucionaria. Aunque en lo internacional Mujica se distanció de Chaves y Morales y se aproximó a modelos moderados de centro-izquierda como los de Lula da Silva o la chilena Michelle Bachelet, se trata de un experimento peculiar en la América Latina de hoy y por eso la Secretaria de Estado Hillary Clinton inició una gira por la región asistiendo a la asunción del nuevo mandatario.
La economía, hasta hoy boyante con crecimientos de hasta el 10% anual, ayudó mucho. La inversión extranjera ha hecho que las ciudades conozcan un boom inmobiliario, la ROU es el país con el mayor índice de desarrollo humano y de alfabetización de Latinoamérica y, según un reciente estudio, el noveno país más verde y con mayor calidad de vida del mundo y el primero de toda América.
Pero la suerte puede que se le esté terminando a Pepe Mujica y aunque el país fue de los pocos que no entró en recesión a fines de los 2000 con la crisis financiera global sí es cierto que con el ralentizamiento económico actual cada vez recibe más críticas por sus comentarios desatinados o a destiempo. Tal vez sea hora de que como hizo muy sabiamente su modelo Mandela se percate de que su misión histórica esta ya cumplida, que ha realizado una difícil transición en concordia y que ha llegado el momento de dejar paso a generaciones más jóvenes. Paradójicamente, quizás con Mujica el revolucionario aquel entrañable paisito que tanto había cambiado no haya hecho más que retornar a sus viejas tradiciones.