Síguenos en redes sociales:

De galaxia a agujero negro

EL conjunto de los productos impresos recibió todavía no hace muchos años el nombre de Galaxia Gutenberg, en homenaje al inventor de los tipos móviles, claves para la difusión mayoritaria de unos libros hasta entonces limitados a élites. Poco después empezarían a llegar los periódicos y los diarios, multiplicados en los dos siglos anteriores, antes de los grandes procesos de concentración de empresas y especialización por territorio o materia. Hoy, todos los datos conducen a pensar en la transformación de la galaxia en agujero negro, que absorbe energías, capitales, y profesionales. La crisis se lleva por delante cabeceras históricas y amenaza otras, algunas de gran potencia hasta hace poco. Los expedientes de regulación se suceden, en el conjunto del Estado son ya miles los comunicadores que han perdido su puesto de trabajo y los especialistas auguran que en lo que queda de terrible y bisiesto 2012 se añadirán un millar más.

La clave del desastre no es tanto la irrupción de la constelación virtual, que absorbe al menos una parte de los desocupados y de los diarios muertos en papel, sino la fuerte caída de la principal fuente de financiación, que siempre ha sido la publicidad: las empresas en problemas tienden a elegir como primer ahorro la supresión o la rebaja sustancial de los esfuerzos en marqueting, en general, y de las campañas publicitarias, en particular.

Si los grandes grupos multimedia en el Estado afrontan graves problemas, otros, más recientes o con larga trayectoria, desaparecen o están a punto. Incluidos los gratuitos, absolutamente damnificados por la falta de ingresos publicitarios. Fue el caso de Metro, todavía en el 2011, o el más reciente de ADN, mientras el Qué se reinventa y lanza una campaña de difusión a través de la radio que se intuye gesto de desesperada huida hacia delante. La retirada más sonada entre las recientes ha sido la de Público, que representaba un espectro muy diferenciado, en lo ideológico y en el estilo, al de la resta de diarios clásicos. De un izquierdismo sin vinculación con los partidos clásicos de la izquierda española, populista, popular, con un precio de venta por debajo de la competencia, no se ve la posibilidad de un producto similar.

Público fue creado por Mediapro, la empresa del comunicador y productor catalán Jaume Roures, que revolucionó el mercado del fútbol televisado y patrocinó proyectos de éxito en la gran pantalla, sobre todo los dirgidos por Woody Allen. Entró en concurso de acreedores y no ha podido refinanciar una deuda relativamente pequeña, si se compara con otras: nueve millos de euros.

En concurso de acreedores ha entrado también una cabecera territorial histórica en Catalunya, La Mañana, de Lleida, propiedad de los hermanos Dalmau, de la órbita de Unió Democràtica, que se quedaron con uno de los títulos de la vieja Prensa del Movimiento y le dieron un giro radical, lanzados a la creación de una amplia cadena privada, en catalán y de ideas naciónalistas en los 90 (cuando la crisis anterior, menor pero también dura) con adquisición de cabeceras en las cuatro provincias, incluído el decano de los rotativos del Principat, Diario de Barcelona, el viejo y pluricentenario Brusi. El buen proyecto en el peor momento se fue al traste y puso en peligro la cabecera madre, que ya hace dos décadas empezó a afrontar serias dificultades. Las deudas ascienden a poco más de cinco millones de euros. Con todo, la pérdida más sensible para los nostálgicos sería la cabecera paradigmática de la Catalunya de la transición, un año anterior a DEIA y Egin, el Avui, creado con capital por suscripción popular, lanzado en aquel ilusionado Sant Jordi de 1976. Poco a poco fue perdiendo difusión y apoyos. Se intentó salvar mediante una venta política al grupo Godó, el de La Vanguardia, y luego intentó mantenerlo el hasta hace poco boyante El Punt en un cabecera fusionada como El Punt-Avui. Las últimas y recientes noticias son de un alivio de la imprescindible reducción de trabajadores, de los 86 previstos por los empresarios a 51, con la contrapartida de una rebaja de sueldos de entre el 30% y el 40%. Ojalá consigan salvarlo.

Todos los datos tienden a confirmar la conversión de la Galaxia Gutenberg en agujero negro. Y los periodistas, en el sentido restrictivo de autores de textos impresos, ya somos una especie en extinción.