PARTO de la base de que este artículo no va a descubrir ningún secreto, más bien se trata de trasladar algunas cuestiones que me preocupan. No es lo mismo hablar de ciencia que de política, las dos me interesan, les he dedicado y dedico una parte importante de mi tiempo. Por eso sé que tampoco es lo mismo un científico que un político.

La mayoría de los científicos se sienten más cómodos hablando de ciencia que de otras cuestiones y la mayoría de los políticos lo hacen hablando de cualquier cosa, incluida la ciencia. Un tarea apasionante para los científicos consiste en realizar hipótesis y predicciones y un aspecto positivo de la clase científica es que en la ciencia del error se aprende, se guardan evidencias para su análisis a posteriori, se hace una crítica científica feroz de los resultados y el o la científica se pone a trabajar inmediatamente en la mejorara del modelo. Aunque no siempre lo consiga. Es un proceso basado en planificación, acción, evaluación y reacción.

La política en nuestro territorio es muy mejorable y las claves para hacerlo son meridianas. No hace falta ser científico para darse cuenta de que para mejorar su valoración la llamada clase política tiene que ser sencillamente más sincera, tiene que implementar el contacto con sus electores y ocuparse de resolver los temas de interés para sus votantes. Si lo consiguieran, su imagen mejoraría ostensiblemente y el resultado de su trabajo otro tanto.

Para eso harían falta personas aptas, entregadas, sinceras, que no tuvieran entre sus objetivos permanecer contra viento y marea en el cargo, las mejor cualificadas en cada momento y las mejor consideradas por la sociedad en la que viven. Me viene a la mente Camps y su abandono del cargo, me asombra oír que ha realizado un gesto valiente y generoso; quizás para un político sí, pero creo que ha tardado demasiado tiempo en tomar esa decisión. Es lo mínimo exigible a personas de su rango, aunque otros muchos no lo hagan.

En el momento de escribir estas líneas han pasado poco más de dos meses de las elecciones municipales y forales en Gipuzkoa, poco más de un mes de las nominaciones de alcaldes y alcaldesas, y pocos días de otras en las diputaciones. Nos trasladan que es razonable que las personas demos tiempo a los partidos políticos y a los nuevos gobernantes y opositores, cien días de rigor. Me viene a la mente el personal técnico de ayuntamientos y diputaciones, al que jamás se le pasaría por la cabeza pedir esos cien días para adaptarse a su puesto. También hay políticos vergonzantes en Vitoria-Gasteiz y Madrid que se están tomando años.

Una cuenta aritmética simple nos revela que los cien días nos cuestan demasiado, en concreto tres meses de salario de cada cargo cada cuatro años y un largo parón administrativo. No estamos en situación de esperar cien días y menos años, ni de parar la administración. Los y las políticas deben tener claro cuando se presentan a unas elecciones qué es lo que van a hacer desde el primer día.

Todos, científicos y políticos, se pueden encontrar con sorpresas en el desempeño de sus funciones. A juzgar por lo que se publica en prensa, a los partidos políticos guipuzcoanos el 22-M les ha pillado con el pie cambiado, como mínimo. Insisten en que Bildu ha sido como un huracán, imparable a su paso, pero la realidad es que después de su paso el huracán está ahí, y sigue alimentándose de la energía del medio que le rodea.

Mientras los y las políticas que no han conseguido predecir ni contener ese huracán están en medio de su ojo, inmersos en una falsa calma chica. Obvian la autocrítica y tienen una necesidad enfermiza de buscar la explicación a lo sucedido en circunstancias excepcionales. En este punto es claro que el nuevo escenario político tiene muchas oportunidades: para Bildu demostrar a través de su gestión su capacidad; para EAJ/PNV la posibilidad de volver al centro sociológico y recuperar una senda que ha sido tan valorada por sus votantes en el pasado; al PP-PSE, la oportunidad de volver a ser lo que son, PSE y PP por separado; y al resto, lo que les queda: poco o nada.

Una última cuestión. A los científicos se nos exige que demos nuestra opinión, la razonemos y defendamos. Y precisamente por eso mismo opino que a un partido que gobierna se le debe exigir que lo haga bien, que tome en consideración al resto, que gestione adecuadamente y que no se dedique solo a repartir, que dé a conocer su programa de trabajo y que se ponga a trabajar desde el primer día; de la misma manera a un partido que aspira a gobernar y no lo consigue, se le debe exigir que asuma sus errores, que actúe en consecuencia, que se ponga inmediatamente a trabajar en la solución a estas cuestiones y que encuentre la cintura política que no ha tenido para buscar los votos y los acuerdos necesarios para gobernar. Es decir, a unos y a otros, que realicen acciones que realmente sirvan para que la sociedad siga avanzando; que aúnen esfuerzos poniendo en primer lugar los intereses de las personas y no los suyos.

Termino con una consideración: el nuevo ciclo político en Gipuzkoa ha empezado mal. Ha fallado la planificación, la acción no ha dado el resultado deseado, no ha habido evaluación honesta de lo ocurrido y hay poca reacción a lo sucedido. Ya se pueden aplicar porque todo apunta a que los mencionados cien días de rigor no serán suficientes.