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Que viene el lobo

LOS líderes europeos deberían darse cuenta de que el tiempo se acaba. La situación de la crisis de la deuda es más que preocupante y el cronómetro tiene poco margen en su cuenta atrás. Impertérritos contemplamos en primera fila el triste espectáculo del empeoramiento continuo de nuestra economía, una economía que se nos precipita a golpes al abismo, en una prolongación de situaciones cada vez más preocupantes que, de no frenarse, va a conseguir que la Unión Europea acabe estrellada contra el suelo. Las pruebas de esfuerzo desarrolladas por la Autoridad Bancaria Europea (EBA) son un nuevo ejemplo del desaguisado que es en estos momentos la coordinación de políticas en la UE. Estos test son un reflejo de la descoordinación que sigue guiando la acción comunitaria ante la crisis, con una cobertura desigual de las entidades bancarias analizadas en cada país y un conjunto de criterios y escenarios no siempre fáciles de entender.

El 11 y 12 de julio pasado, cuando parecía que los especuladores iban a acabar con el proyecto común europeo más importante desde el fin de la II Guerra Mundial, los ministros de Finanzas de la Unión Europea fueron incapaces de avanzar sobre los detalles del segundo rescate a Grecia y la participación del sector privado. Al día siguiente trascendió que el viernes se celebraría una cumbre que sirviera de cortafuegos, pero a las pocas horas Alemania y Holanda bloqueaban esta iniciativa ante la posibilidad de que no se produjeran avances y esto después de que la prima española alcanzara un máximo de 375 puntos básicos, la mayor cifra desde que España entró en el euro.

La cuestión es hasta dónde puede aguantar España con un riesgo por encima de los 300 puntos. El Gobierno aprobó en mayo del año pasado el mayor recorte que se recuerda en España debido a la presión de unos mercados que habían colocado la prima de riesgo en el entorno de los 150 puntos. Ahora ronda los 350. En tan solo dos semanas ha subido un centenar de puntos, algo inédito. Si se llega a los 400 puntos, la situación sería tan incontrolable como la que vivió Estados Unidos con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008.

Las pruebas de solvencia a la banca publicadas después aparecían como una forma de devolver a los mercados ciertas dosis de tranquilidad, pero dejaron un sabor amargo. Las autoridades europeas sostienen que solo ocho bancos suspenden y necesitan apenas 2.500 millones para reforzarse; pero las bolsas respondieron con un fuerte castigo al sector financiero y pusieron en duda la credibilidad de los exámenes. La mayoría de analistas considera que si algún país se declara en suspensión de pagos (una posibilidad cada vez más cercana en Grecia) las necesidades de capital de la banca irá de los 40.000 a los 80.000 millones de euros.

Pero a pesar de que la inmensa mayoría de esas entidades financieras ha logrado aprobar el examen de solvencia (no hay que olvidar que las entidades irlandesas superaron el test el año pasado, unos meses antes de que su ruinosa situación obligara a su Gobierno a solicitar la intervención), la mayoría de ellas suspenderían en el examen de la rentabilidad. Solo una tercera parte de las entidades podría superar sin entrar en pérdidas un agravamiento de la crisis como el que dibujan las pruebas de resistencia realizadas por la Autoridad Bancaria Europea.

Mientras las campeonas de las pérdidas son entidades anglosajonas, las dos primeras por beneficio son españolas: el Banco Santander y el BBVA. El Santander, que también lideró la clasificación en las pruebas del año pasado, es además líder por beneficios en el escenario económico previsible, mientras que en este supuesto el BBVA es el cuarto. Los resultados de estos dos bancos resistirían mejor las dificultades que los de rivales como el HSBC, Barclays, BNP o ING, cuya rentabilidad se deteriora mucho más en caso de agravamiento de la crisis.

Santander y BBVA son la excepción. Solo ellos dos y Banca March resistirían sin pérdidas una situación adversa. Y solo dos cajas, La Caixa y BBK, se salvan de los números rojos siquiera en el escenario base, el más previsible, en el que también se esperan pérdidas para el Popular y el Pastor.

El mercado ya no confía en Europa ni en sus exámenes a la banca ni en sus ineficaces cumbres y está llevando hasta el límite la presión sobre Roma y Madrid, con las primas de riesgo rozando ya el punto de no retorno. Las cosas empeoran día a día y la próxima cumbre europea empieza a parecer una especie de ultimátum para el euro. Los nervios comienzan a aflorar por todos los flancos.

El apoyo de los Estados a la banca europea ha sido decisivo para superar la crisis financiera. Los datos aportados por la Autoridad Bancaria Europea en las pruebas de resistencia a la banca muestran que casi un tercio de las entidades habrían suspendido el examen de no contar con el capital público aportado mediante acciones y otros instrumentos, como las participaciones preferentes españolas. El apoyo recibido, comprometido o garantizado por los Estados para las 90 entidades analizadas suma 171.295 millones de euros, y la cifra sería superior si se hubieran examinado más entidades en otros países. Reino Unido, Irlanda y Alemania son los países que han tenido que hacer frente a una situación más calamitosa en sus sistemas financieros y son los que más dinero público han inyectado y comprometido.

El Estado español es el cuarto país que más dinero ha facilitado a las entidades examinadas, pero con la diferencia de que ha presentado a las pruebas a todo su sector financiero. Si lo que se compara es la cantidad de capital público recibido con el total de capital de las entidades, el apoyo estatal es en el caso español del 10%, por debajo no solo de los tres países citados sino también de Austria, Grecia o Dinamarca. Sin las ayudas públicas, el número de suspensos se triplicaría con creces, hasta 26. De todas las entidades españolas solo Santander, BBVA y Banca March serían capaces de resistir en beneficios ese escenario tan negativo. Todas las demás entrarían en pérdidas.

Sería exagerado decir que está en juego la supervivencia de la moneda única, pero es evidente que la credibilidad europea como área monetaria respetada y con iniciativa política depende de que los ministros de Finanzas emitan un mensaje claro y cierta calma para las deudas de los dos países intervenidos y para las economías de los dos grandes países del sur. Y es que todos los expertos empiezan a verle las orejas al lobo.