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Homenaje a José María Portell

ANOCHE, en la sede de EITB, se entregó el premio Portell a la Libertad de Expresión 2010 al periodista Terry Gould. El premiado este año ha escrito un libro impactante: Matar a un periodista. Lo leí y me emocioné, porque ese periodista era José María Portell. Solo con el prólogo me atrapó. Contaba situaciones y momentos que yo había vivido. Frases como estas me abrieron las heridas: "Cuando un periodista es asesinado, su vida y su trabajo explotan, y los fragmentos se clavan profundamente en el cuerpo de sus más allegados". "Si los periodistas pueden ser asesinados como represalia por su trabajo y los asesinos no pagan por su delito, las sociedades en las que se producen esos asesinatos estarán a merced de psicópatas". "Sigo sin estar seguro de si todos (los periodistas) eligieron de forma deliberada el martirio o simplemente utilizaron la aceptación de la muerte como una herramienta sicológica necesaria para llevar a cabo su trabajo".

Terry Gould, también es como los periodistas casi anónimos (salvo Anna Polittvskaya) que, según cuentan sus biografías, sabían que corrían peligro, pero el deseo de contarlo, de ayudar, de continuar -ese veneno de ser periodista-, es un sino corrosivo pegado a la piel de todo profesional de raza. Como decía en DEIA en una entrevista: "Los periodistas asesinados querían ganar al miedo". Maruja Torres escribía que "los buenos periodistas que mueren por contar la verdad mueren por nosotros".

Cuando asesinaron a José Mari me quedé con el silencio y cinco hijos a los que tenía que contar ese silencio. Y hablamos poco, porque yo quería que crecieran sin el peso de saber que a su padre le habían asesinado. No es fácil explicar el porqué a unos niños de entre 3 y 12 años. El por-algo-habrá-sido quedó en el aire. Y pasaron los años. Mi silencio quizás no ayudó suficientemente a mis hijos. Siguió pasando el tiempo. Cuando la Asociación Vasca de Periodistas pensó en crear un premio en nombre de José Mari y de la Libertad de Expresión, me emocioné. Era lo que de verdad quería y hubiera querido José Mari. Un premio de periodistas para periodistas. Entonces quizá no supe decir lo que de verdad significó para mi la institución del premio. Fui nombrada presidenta y consideré un honor el título. En el primer premio elegimos a Elena Tregubova, periodista rusa que vivía exiliada en Londres, amenazada. Debimos elegir tan bien que no pudo venir a Bilbao a recoger el premio. Corría grave peligro. Terry Gould es un periodista americano que vive en Canadá. Matar a un periodista es un alegato para los periodistas anónimos que pasarán a la historia quizás con alguna duda de por-algo-será.

Después de 32 años del asesinato de José Mari estuvimos en el acto del premio que lleva su nombre: mis hijos, mis nietos, Dani, las hermanas de José Mari y toda la familia que pudo venir. También asistieron los amigos que a él le hubiera gustado tener cerca -hasta aita Agirre vino del monasterio de Lazkao-, las autoridades y, sobre todo, los periodistas. Para José Mari, el periodismo era su vida y por el periodismo la perdió. Pienso que secretamente estaba enamorado de la Dama del Alba, y la muerte se lo llevó. Pero él le pidió elegir su adiós y se lo concedió. Murió como él quiso, sin doblegarse, por decir lo que quería sin miedo al peligro y en acto de servicio. Quizás muchos no sepan que su asesinato fue considerado accidente laboral. Entonces no existía el victimismo de hoy y yo fui a trabajar como una periodista, una más, sin prerrogativas de nadie y con muchos silencios dentro, sin saber quién era amigo y quién enemigo. Aún hoy, me siento igual. Porque el perdón es una gracia del olvido que borra de la memoria un hecho sucio y sólo nos queda la luminosidad del entorno.

Quizás cerca de aquí esté quien le mató. Una posibilidad que acepté el día en que perdoné. Es el precio del perdón y de la libertad. Creo que con odio no se puede vivir. Pero tampoco os puedo mentir. Llegar hasta este día no ha sido fácil, porque la libertad es carísima.

Desde DEIA, donde llevo escribiendo tantos años, quiero daros las gracias a los que me habéis acompañado en este tiempo. Y quiero hacerlo porque después de 32 años quedará en esta Euskadi de mis dolores y de mis amores un premio de Libertad de Expresión con su nombre, pensado por la Asociación Vasca de Periodistas, y para un periodista de cualquier rincón del mundo que haya luchado por ser periodista. Hoy, ese periodista es Terry Gould.