Síguenos en redes sociales:

El primer recuerdo

LOS biznietos y tataranietos de aquellos señores que empezaron -hace casi un siglo- la primera guerra mundial han demostrado ser mucho más inteligentes y educados que sus bisabuelos y tatarabuelos y, en lugar de despanzurrarse con las bayonetas enemigas en las trincheras del Marne o morir ahogados por los gases de mostaza en Verdún, han decidido convocar -como les tocaba a su generación- una tercera guerra mundial pero esta vez en el ciberespacio, sin muertos ni heridos, sin barro y bayonetas: la primera infoguerra mundial ha comenzado y el campo de batalla es Wikileaks. La primera reflexión nos invita a saltar de gozo al comprobar que se trata de una guerra sin sangre, de una guerra puramente intelectual en la que nos jugamos algo, tan etéreo como importante en este siglo veintiuno, como el dominio de la información.

Mi segunda reflexión es clarísima: o somos mucho más inteligentes que nuestros políticos -cosa nada difícil- o tenemos mucha más imaginación que ellos porque he visto a escasísimos lectores sorprendidos al comprobar los chivatazos de Wikileaks. Algunos periódicos han dedicado páginas y más páginas a la garganta profunda en que se ha convertido la empresa del pobre Julian Assange pero la verdad es que no han dicho nada nuevo o nada que nadie no se esperara.

Vamos a los hechos: los cables de los diferentes embajadores americanos dijeron que "había que controlar a Sarkozy", normal, un tipo bajito que utiliza calzas siempre es un peligro ambulante, luego nos relataron la inquietud yanqui "por la personalidad y el modo de trabajar de Kirchner", también normal, una persona que se ha embadurnado el cuerpo entero - cerebro incluido - con tanta silicona no puede ser de fiar al mando de una nación. También desvelaban los papeles Wikileaks las maniobras americanas en la Audiencia para frenar las causas Guantánamo, Couso y los vuelos de la CIA y los lectores pensábamos, pues normal, ¿para qué le pagan si no al embajador americano en Madrid?

Y seguían los informes con mayor número de obviedades si cabe y el ánimo del lector permanece frío al leerlos sintiendo que todo es normal, que todos los datos revelados ya nos los imaginábamos. Que la única ventaja de las filtraciones de Wikileaks ha sido verificar lo que todos intuíamos. Es como si ahora nos contaran que fueron los aviones americanos los que bombardearon el palacio de la Moneda con Salvador Allende dentro. Pues no sé si alguien lo habrá reconocido pero claro que fueron ellos y luego tuvieron el morro y la diplomacia necesarias para conseguir el Nobel de la Paz para Henry Kissinger a quien solamente le faltó pilotar alguno de aquellos aviones.

Otra afirmación obvia de los últimos tiempos: Felipe González confiesa que pudo haber ordenado volar la cúpula de ETA, es decir, confiesa que estaba al tanto de todos los tejemanejes de los GAL. ¿Y quién pensaba lo contrario?, ¿existe acaso algún alma cándida en este país llamado Euskadi que piense que el terrorismo de Estado en aquellos tiempos nació por generación espontánea? Una cosa es la calificación legal y moral que merezca que un presidente democrático se dedique a esa clase de guerras sucias pero otra es reconocer los hechos. Si era -que lo fue- terrorismo de Estado, el presidente del gobierno debía de estar enterado y quizás mejor que lo estuviera. Imagínense que la decisión de volar o no la cúpula de ETA hubiera dependido de un sargento chusquero o de algún secreta matón de aquellos que se jugaban los fondos reservados en el casino de Biarritz. Vamos, que ni Wikileaks ni Felipe, ya casi ninguna información-revelación de los últimos tiempos nos pilla de sorpresa. A ver si ahora que comienza la primera infoguerra mundial nos enteramos de alguna información más sabrosa?