Síguenos en redes sociales:

Las clases medias emergentes

Un cierto nivel de prosperidad implica opiniones diferentes respecto a la democracia, la religión u otros asuntos sociales y un cambio de valores que lleva en cierta forma a homogeneizar sectores sociales de los países emergentes con la tradición occidental.

LA creciente prosperidad de los países emergentes va unida generalmente a un mayor grado de satisfacción de sus ciudadanos con el devenir de sus vidas. Pero la prosperidad también entraña un cambio en (al menos algunos de) los valores, las actitudes y el comportamiento de las personas, como han mostrado numerosas encuestas de opinión en los últimos años y como concluye también un reciente estudio del Pew Research Center llevado a cabo conjuntamente con The Economist. El estudio confirma que en 13 países emergentes de diversas regiones del globo (Argentina, Brasil, Bulgaria, Chile, Egipto, India, Malaysia, México, Polonia, Rusia, Sudáfrica, Ucrania y Venezuela) las personas encuestadas mantienen una opinión diferente de la democracia y de otros asuntos sociales una vez alcanzan un determinado umbral de prosperidad y riqueza. Comparadas con personas de ingresos inferiores en esos mismos países, las clases medias atribuyen una mayor importancia a las instituciones democráticas y a las libertades individuales, consideran la religión como algo poco importante en sus vidas, mantienen posiciones más liberales sobre temas socio-culturales y se preocupan más por el medio ambiente. Este patrón no es muy diferente al que se observa en los países desarrollados.

Durante décadas, los científicos sociales han discutido la relación entre el desarrollo económico y los cambios en las actitudes y los valores. El estudio de Pew/The Economist sugiere que, en lo que se refiere a una diversidad de temas, las "clases medias emergentes" (personas de los países en desarrollo que ganan más de 4.250 dólares al año) difieren de los ciudadanos de menores ingresos en esos mismos países. El análisis, que se basa en la Encuesta de Actitudes Globales del Pew, confirma también una vieja hipótesis: que el bienestar económico está relacionado positivamente con el apoyo a la democracia como sistema de gobierno. Naturalmente, ello no significa que solamente las personas de clase media apoyen la democracia, pero sí se concluye del análisis que las clases medias emergentes la apoyan de manera más clara y decidida que otros sectores socio-económicos.

Desde mediados del siglo XX, cuando se postuló la teoría de la modernización, se ha venido insistiendo en que el desarrollo económico está ligado a la democracia de forma positiva. El sociólogo Seymour Martin Lipset demostró empíricamente en 1959 que los países más prósperos tenían una probabilidad más alta de mantener sistemas de gobierno democráticos, y, desde entonces, una multitud de científicos sociales, periodistas y gestores políticos no ha dejado de debatir este hallazgo. Como corolario, muchos estudiosos de la obra de Lipset han llegado a conclusiones pesimistas respecto a los prospectos de democratización de los países en vías de desarrollo. Fareed Zakaria desarrolla un argumento similar en The Future of Freedom (El futuro de la libertad). Zakaria se centra en el creciente número de "democracias aliberales" -países a menudo pobres donde tienen lugar elecciones pero donde los derechos individuales, el imperio de la ley y otros rasgos del liberalismo constitucional están ausentes- y explica que "cuando un país se democratiza a un nivel bajo de desarrollo económico, esa democracia normalmente se extingue".

Otros son más optimistas. Larry Diamond reconoce que el desarrollo económico ayuda a las democracias a sobrevivir, pero matiza que durante las últimas tres décadas la forma democrática de gobierno se ha establecido en un número sin precedentes de países pobres. Y Halperin, Siegle y Weinstein, en The Democracy Advantage (La ventaja democrática) subrayan el hecho de que, hasta ahora, buena parte de la investigación sobre desarrollo y democratización ha ignorado la capacidad de resistencia del sistema democrático en los países menos desarrollados. Los investigadores de opinión que trabajan con datos de diferentes encuestas en todo el mundo (el World Values Survey, el Afrobarometer, el Latinobarometer, el Latin American Public Opinion Project y otras fuentes) coinciden en señalar que existe un apoyo muy extendido a la forma democrática de gobierno, los derechos individuales y las elecciones libres incluso en los países más pobres. Parece claro, por tanto, que, aunque los ciudadanos de muchos países no disfrutan de la ventaja democrática, el deseo de democracia y el apoyo a esta forma de gobierno se extiende a casi todo el mundo. Amayrta Sen mantiene que, aún sin ser uniformemente aceptada o practicada, la democracia se ha convertido en un "valor universal".

Así pues, aunque la historia y la cultura locales son factores importantes en la configuración de actitudes y comportamientos, el patrón de cambio de valores asociado a la modernización socio-económica parece favorecer de forma general la expansión del ideal democrático. El cambio de valores asociado al desarrollo económico afecta principalmente a lo que Ronald Inglehart, de la Universidad de Michigan, llama "valores auto-expresivos" tales como la libertad de opinión, la tolerancia y la confianza. Las clases medias emergentes también se diferencian de otros segmentos socio-económicos en los países en desarrollo en cuanto a la importancia que conceden a la libertad en sus propias vidas. Cuando el estudio del Pew dio a elegir a los encuestados entre las llamadas "cuatro libertades" de Franklin D. Roosevelt -libertad de expresión en público, libertad religiosa, libertad del hambre y la pobreza y libertad del crimen y la violencia- y les pidió señalar la más importante de ellas en sus vidas, las clases medias emergentes seleccionaron en mayor medida la libertad de expresión y opinión, mientras que los encuestados de menores ingresos escogieron en mayor grado -y no sorprendentemente- la libertad del hambre y la pobreza.

Las diferencias de opinión entre las clases medias emergentes y otros segmentos de menores recursos son aún más acusadas en lo que se refiere a la religión y la moralidad. En general, las clases medias consideran la religión como poco importante en sus vidas, confirmando los resultados de anteriores encuestas del Pew Research Center y otros estudios en países desarrollados, que han establecido de forma consistente una correlación inversa entre grado de desarrollo económico (y nivel educativo) y creencia y práctica religiosa (el excepcionalismo americano de Estados Unidos es, a este respecto, notable). Este patrón se mantiene en prácticamente los trece países incluidos en el estudio y es independiente de la confesión religiosa. Por ejemplo, solamente un tercio de la clase media en México afirmaba que la religión es importante para ellos, mientras que casi la mitad de los mexicanos de bajos ingresos afirmaban lo mismo. Algo similar ocurre en la India (60% y 72%, respectivamente) y en Malaysia (60% y 86%). Las clases medias emergentes tampoco son proclives a creer que la fe y la práctica religiosa sean necesarias para ser moral y tener buenos valores, algo que queda especialmente claro en los países católicos incluidos en el estudio, como Argentina, Mexico, Venezuela y Polonia.

Si estos resultados no sorprenden al lector, seguramente se debe a que los patrones de opinión encontrados entre las clases medias emergentes reflejan en buena medida lo que también ocurre en los países desarrollados. Esto se extiende asimismo a las respuestas a la pregunta sobre la satisfacción general con la vida y las expectativas de futuro, que son más positivas entre las clases medias, como cabría esperar si se aceptan las consecuencias de la teoría de la modernización.

¿Qué conclusiones pueden extraerse de los resultados del estudio del Pew? La convergencia de valores entre las clases medias emergentes y los países desarrollados parece validar los argumentos que sostienen que la globalización significa una cierta homogeneización del planeta. La cultura y la política del llamado tercer mundo se han visto afectadas por la revolución en las comunicaciones y la extensión de los mercados y, de la misma manera que hay una lenta convergencia real en ingresos per capita entre países emergentes y países desarrollados, también hay una asimilación de actitudes y comportamientos políticos y socio-culturales entre ambos. La relativa homogeneización global de las clases medias significa, entre otras cosas, que vivimos una época positiva de extensión del liberalismo y los valores democráticos, y también del secularismo. En la medida en que estos valores se originaron en Occidente, no es excesivamente arriesgado decir que la globalización conlleva una occidentalización progresiva de la cultura política en otras regiones del planeta.

* Doctor por la New School for Social Research de Nueva York y por la Universidad Autónoma de Madrid