SE ha vuelto a alborotar el patio mediático con esa noticia en la que se indica que científicos estadounidenses han dado los primeros pasos hacia la creación de vida artificial. Se habla de la primera célula controlada por un genoma sintético. Pero llevamos millones de años evolucionando y resulta que ahora, a consecuencia de las últimas investigaciones realizadas, todo va a cambiar.
Es verdad que desconocemos los grandes avances de la robótica y de la genética. Que si no estuviesen a buen recaudo algunos avances quizá temblaríamos un poco más de lo que lo hacemos habitualmente por cuestiones más nimias. El caso es que ya se están realizando consultas populares para saber qué impacto van a tener estos descubrimientos, como si pudiese decidir la mayoría en una cuestión de este estilo.
Se afirma que el doctor Craig Venter, que es el director del estudio, pretende que con estos avances se puedan crear bacterias útiles que sirvan para generar energía, luchar contra el cambio climático o producir vacunas. Todo ello muy necesario para la humanidad. Se supone que estos frentes ya estaban abiertos hace muchos años y que las nuevas bacterias, siempre hemos de comenzar por lo más elemental, son un pequeño, o gran atajo, para conseguir por otros medios lo que no hemos conseguido hasta ahora. Y ya sabemos las causas.
Hay quien cuestiona el hecho de que con los recientes descubrimientos se pueda hablar verdaderamente de vida artificial porque el material genético sintético fue colocado en una célula natural. ¡Qué importante es el lenguaje! Pero bueno, así como en otros momentos, en vez de hablar de asesinatos decimos "daños colaterales", pues ya nos inventaremos alguna terminología que nos deje tranquilos y, con la mente en blanco, podamos suponer que tenemos en nuestras manos la capacidad de crear vida humana, como el doctor Frankenstein. ¿Habremos creado nuevos monstruos? ¿Conseguiremos elaborar poderosas armas biológicas? No hay más que echar un vistazo al pasado siglo XX y comprobar que la capacidad de destruir vida es inconmensurable: ejércitos, armamentos, asesinatos, torturas, destrucciones, atentados, violaciones, injusticias, hambre, paro, dos guerras mundiales? Con todos estos ingredientes, la vida humana se convierte en no vida.
Eso sí, y sin despreciar en ningún momento lo que se hace en un laboratorio, es más interesante hacerlo así, y nos llena de curiosidad saber hasta dónde se puede llegar. Sobre todo si por ese medio realizamos atajos, o podemos hacer algún desafío interesante a un concepto de Dios todopoderoso y ausente.
Pero lo más difícil es lo que se encuentra cada día en nuestras manos, no sólo en la de los científicos. Lo más difícil es lo que hay en nuestra conciencia, en las decisiones diarias que tomamos, en nuestras relaciones personales, en los esfuerzos que hacemos cada día para que el paro, el hambre y la injusticia no conviertan a nuestro mundo en un infierno -el infierno son los otros, decía Sartre- porque otro concepto de Dios, de auténtica vida humana, es el que se encuentra en un cambio radical de relaciones humanas en las que el altruismo, e incluso el amor -¿quién menciona ya estas palabras?- sean mecanismos humanos que se están convirtiendo en artificiales si dejan de pertenecer a lo que aún nos queda de humanidad.
Decimos que creamos vida, ya no se sabe lo que es natural o artificial, pero crear una vida no es solamente dar a luz, es mantener la llama transparente y encendida hasta que la vela se apague, pero con dignidad, tratándola siempre de esa manera, y no como un objeto? artificial.