Extinguida la vía de la Copa, el próximo jueves el Athletic gestiona otro partido definitivo. Asentado en una posición ventajosa en la liga, está en juego su continuidad en el frente que más ilusión genera entre la afición y en el seno del vestuario. El regreso a la Europa League después de una larga espera ya era un motivo de celebración, pero el brillante balance firmado en la fase de grupos activó unas expectativas que siguen vigentes pese al resultado del Olímpico. El panorama no es el mejor, pero tampoco irreversible: se trata de hacer valer el factor campo para enjugar una desventaja mínima frente a un adversario que objetivamente no ha mostrado poseer un nivel superior.
Las dos bazas que favorecen las opciones de la Roma son el 2-1 de la ida y su trayectoria reciente en el plano continental, llegando lejos en varias ediciones. En teoría, esto último le otorga un crédito, pero si se repasan los dos enfrentamientos habidos, ambos a domicilio, en absoluto se antoja descabellado afirmar que los rojiblancos tienen razones de peso para no envidiar el repertorio de los italianos.
El equilibrio de fuerzas marcó la tónica en septiembre y la sensación persistió el otro día, coincidiendo con el momento álgido de la Roma. La versión más fiable y eficaz de los hombres de Claudio Ranieri solo asomó en un par de fases: como reacción al tanto de Iñaki Williams y muy al final, a raíz de la expulsión de Yeray. Si se dejan al margen dichos tramos, su actuación fue bastante discreta. Tuvo serios problemas con balón, adoptó un perfil impropio de un equipo que ejerce de anfitrión, concentró su esfuerzo en contener, eludiendo riesgos a la espera de una acción aislada que le rescatase de la mediocridad y justificara la inoperante monotonía de su propuesta.
Esta valoración no sería completa sin reconocer que tampoco el Athletic se aproximó a las versiones que viene protagonizando. Ello no impidió que como bloque funcionase con cierta prestancia. Aunque muchos de los jugadores rindieron por debajo de lo deseable y ni la inspiración ni la precisión asomaran con frecuencia, como grupo sí carburó. Mantuvo a raya a la Roma durante la primera mitad y, si se exceptúan los diez minutos finales, generó tanto o más peligro.
Que no fue el día del Athletic lo prueba que dos piezas que ni siquiera son fijas en la pizarra de Valverde figurasen, junto a Iñaki Williams, entre los destacados. Unai Gómez, un recambio que suele ser utilizado sobre todo en los desplazamientos, y Maroan Sannadi, un novato en este tipo de contextos, merecieron las mejores notas. Los habituales, en general, se movieron en un tono gris, cumplieron sin más. Como se ha apuntado, ello no fue un impedimento para que la pelea discurriese equilibrada y el Athletic aspirase a un resultado diferente. No cabe extraer una conclusión distinta de los 85 minutos jugados en igualdad numérica.
De cara a la vuelta, cuesta imaginar que la Roma asuma la iniciativa. No es el estilo que propugna Ranieri, como dejó sentado su equipo en el Olímpico. Resultó obvio que ante la dificultad su opción favorita pasa por aguantar. Ya lo hizo en la fase de grupos con otro entrenador y el de ahora nunca se ha distinguido por la valentía en sus planteamientos. Ese aguantar puede tranquilamente canjearse por especular si nos remitimos a la cita que acogerá San Mamés.
Pero bueno, esto entra en los cálculos del Athletic, que encima está obligado a buscar el gol. No uno, sino dos o tres. Nada que sea ajeno a su naturaleza, por otra parte. Hablamos de un conjunto de corte ofensivo que en su campo despliega su potencial con la máxima convicción. En este sentido, sorprendería un guion que no contemplase un dominio local persistente. El desarrollo del choque según vaya avanzando dependerá del grado de acierto.
Es para lo que se prepara el personal, un acoso que contará con el incondicional aliento de la grada. Se viene una noche de emociones fuertes, impulsada por un Athletic que no quiere despedirse tan pronto de la Europa League porque ha tenido la oportunidad de comprobar que es un participante competitivo. Le ha cogido el gusto al torneo.