La semana ha resultado de lo más esclarecedora. La rueda de prensa que los responsables del Athletic ofrecieron el lunes fue un compendio de mensajes huecos, consignas inspiradas en el voluntarismo; valoraciones sin fundamento sólido o, si se prefiere, opiniones perfectamente rebatibles; y una serie de tergiversaciones referidas a iniciativas que han culminado en nada, a modo de guinda del indigesto pastel cocinado en los despachos de Ibaigane y Lezama.

Ni un solo reconocimiento de los errores cometidos en la gestión correspondiente a la temporada previa. Por supuesto, ni mención al más grave, que desembocó en fracaso histórico del filial. Apenas algún comentario de pasada, sin profundizar un centímetro, en torno a la trayectoria del primer equipo, manifiestamente negativa durante la segunda mitad del calendario. Sucede que la crítica no hubiese cuadrado con la prematura renovación de Ernesto Valverde, quien a partir de su condición de “líder” del proyecto está además eximido de dar cuentas. Por cierto, el técnico es asimismo partícipe en los ruinosos fichajes del pasado verano, pero da igual.

Lo de colocar a Valverde, como mínimo en el mismo plano que la directiva y los profesionales contratados para el área deportiva, será lo que sea, pero en absoluto práctico ni lógico. Los directivos, que en campaña alardeaban de ser legos en materia futbolística, de desconocer por completo las entrañas del club, actúan como si ya dominasen el asunto. Visto su proceder, creen haberlo aprendido todo y se permiten el lujo de asegurar que a día de hoy la entidad ha experimentado una evolución positiva. La primera plantilla, el femenino, el organigrama de Lezama, la captación de jóvenes, la política de cesiones, todo ha mejorado gracias a una sapiencia adquirida en tiempo récord. Lo dicen ellos, abiertamente. Sin complejos. Y sin datos que lo avalen, cabría añadir.

Si se rasca un poco, aflora la inconsistencia de las teorías que propugnan como innovadoras y claves para un futuro exitoso. Por ejemplo: establecer objetivos “para que el Athletic sea una organización orientada al resultado”, según expuso Jon Uriarte, “y “compartirlos con el socio y la afición”, queda muy bonito, suena de cine, pero de poco sirve si luego no se acomete un análisis serio de lo realizado y se toman las medidas pertinentes. En vez de medidas correctoras, autocomplacencia y tira para adelante.

Otra: el presidente explica que no se pone un objetivo definido en la Copa, dado que el torneo está muy mediatizado por los emparejamientos que deparan los sorteos. Sí, obvio. Puede pasar que en semifinales se eluda a Madrid y Barcelona y el bombo te adjudique Osasuna con el segundo partido en San Mamés y ello suponga la eliminación.

Una hora larga ante la prensa da muchísimo de sí, aparte de lo que se trae preparado para exponer se han de responder las preguntas, normalmente efectuadas con munición de fogueo y una tendencia a la reiteración. No debería ser complicado salir airoso del trance, salvo si los mensajes que se lanzan dan pie a que determinados temas despierten la curiosidad, cuando no la sospecha razonable de que la mesa trata de dar gato por liebre.

Esto último no es solamente una impresión que el periodista capta. Qué va. En los días posteriores van brotando declaraciones de las personas implicadas por la directiva en sus gestiones que corroboran que, en efecto, había gato. Tampoco era preciso que salieran a la palestra Azpilicueta, Laporte y Goiria, director deportivo del Amorebieta, para desmontar las historias expuestas por el presidente y Mikel González.

De entrada, es sospechoso que unos dirigentes empeñados en no dar razón de las operaciones con jugadores, algo entendible, de repente no tengan inconveniente en revelar sus pasos, sin regatear detalle incluso. Gestiones que encima no han progresado, que mejor estarían metidas en un cajón. Es evidente que les mueve el interés por convencernos de cuán buenos, ágiles y trabajadores son.

Qué sentido encierra desvelar en septiembre que fueron a por Azpilicueta, que fichó por el Atlético de Madrid el 6 de julio, y Laporte, captado a golpe de talonario para el fútbol árabe. Dos movimientos abocados al fracaso por motivos que ni hace falta exponer. El Athletic no puede ofrecer nada atractivo a esta clase de futbolista, ni en lo deportivo ni en lo económico, nada de lo que está al alcance de los clubes de primer nivel.

Hay que ser muy ingenuo para imaginar siquiera una sola probabilidad entre cien de que vengan al Athletic. Por si aún hubiese dudas, ambos jugadores niegan haber recibido una propuesta concreta para fichar por el Athletic. Pero Uriarte, cansado de que les interroguen sobre Laporte, remata (con la puntera): “Tuvimos la mala suerte de que irrumpiese el Al Nassr. No pudimos entrar en la puja. A pesar de que estábamos dispuestos a hacer un gran esfuerzo, al final el jugador se escapó. Mi opinión es que estaría con nosotros si el Al Nassr no hubiera aparecido”. Olé.

Luego va Laporte y dice que no era el momento de ir al Athletic, que tuvo más pretendientes y que no sabe dónde colgará las botas, si en el Girondins o en el Athletic, con el que mantiene una relación desde que saliera al Manchester City. En fin. González insiste en la teoría del presidente, quien para dar mayor verosimilitud al episodio menciona una comida con el jugador meses atrás.

Laporte sabía que no seguiría en el City y no tenía prisa por moverse; fue contactado por el Al Nassr en julio, le daba 20 kilos anuales, la Juventus también le tocó y el Madrid cuando Militao se lesionó en Bilbao; esperó a que Gvardiol llegase al City y el Al Nassr volvió a la carga. No solo le subió en cinco millones la ficha, asimismo abonó entre 25 y 30 kilos al City para que le liberase de los dos años de contrato que aún debía cumplir en Manchester.

A diferencia de Azpilicueta, Laporte prefirió el dineral a la Champions, pero sin dicho aliciente un internacional de su edad no hubiese renunciado al torneo que acaba de ganar con Pep Guardiola. No obstante, aquí alguien lleva meses filtrando que la opción Laporte es real y ahora, el pasado lunes, se descubre el porqué. Era el momento elegido para dar carpetazo a una ilusión equivalente a la impulsa a abrillantar el zapato en la noche del 6 de enero, solo que sin padres por medio.

Lo de Martón, el Mirandés y el Amorebieta es para nota. Goiria desmonta con sencillez el argumento esgrimido por González para decantarse por el club burgalés y descartar al convenido. No importa: en Son Moix los jugadores saltan con los nombres de equipos modestos vizcainos impresos en las camisetas. Vale, no hay que mezclar, pero dado que la prioridad es vender imagen, no cabe omitir que algo chirría. Tantas cosas chirrían.