UNO de los tres protagonistas de la rueda de prensa que más dio que hablar la temporada anterior, aquella en que se enunció cuál era el objetivo deportivo del primer equipo, ayer no pareció demasiado interesado en repetir dicha escenificación. Con un simple “no sé”, Ernesto Valverde se quitó de encima la pregunta de si estaba previsto hacerlo. Y añadió que la meta que se plantea el Athletic es similar todos los años, en lo que pareció un intento por restar importancia a un asunto en teoría de carácter formal, un acto cuasi protocolario. Lo cierto es que en la práctica, la media horita de marras que duró acabó teniendo un efecto que, seguramente, desbordó el cálculo de sus promotores, pues estuvo planeando sobre la actualidad del equipo cual gota malaya.

Las pocas ganas de Valverde de participar en otro acto de este tipo se entienden y no solo por la cola que trajo, con múltiples alusiones directas e indirectas, de principio a fin de la temporada, inevitables cabría señalar especialmente a medida que el proyecto fue perdiendo gas hasta confirmarse la exclusión del Athletic del reparto de plazas continentales. De hecho, se recuerda que al técnico tampoco se le vio particularmente cómodo el pasado 10 de agosto encasillado en un triunvirato cuya exposición mediática introdujo una novedad que objetivamente no rindió beneficio alguno. Más bien, a la luz de los acontecimientos, se convirtió en un factor extra de presión.

Entonces, once meses atrás, se insistió en que la presencia ante la prensa de Jon Uriarte, Ernesto Valverde e Iker Muniain para fijar la mirada en Europa, no era sino el resultado de una reflexión consensuada. Todos a una, directiva, entrenador y capitán de la plantilla quisieron transmitir una imagen de unidad y, por tanto, de fortaleza, así como alentar la ilusión de la calle. Nadie cuestionaba la existencia de un pensamiento común en los tres estamentos, pero Uriarte y sus directivos creyeron que era preciso dotar de cierto boato a una declaración que, como señala Valverde, siempre ha estado en la mente de jugadores, entrenadores y dirigentes, así como en las manifestaciones realizadas por separado, de manera individual.

Pese al desmarque que ayer tiró Valverde en Lezama, no hay que descartar que el episodio se reedite. Apuntar que recientemente, con motivo de la exposición del balance del ejercicio 2022-23, Uriarte eludió pronunciarse en torno a los objetivos para la nueva temporada. “No están decididos, necesitamos tiempo para decidir”, fue cuanto comentó al respecto. Previamente, puso en valor “la ambición”, a su juicio la seña de identidad del equipo. También catalogó de “ambiciosos” los objetivos que no pudo alcanzar, aunque semejante impresión choca con el nivel competitivo observado en la última liga, tanto en términos generales en la categoría como en lo que compete al Athletic.

Quizás la incógnita abierta por la opción de inscribirse en la Conference League, que se despejará previsiblemente en agosto, aconseje retardar cualquier posicionamiento institucional. Mientras, solo queda esperar y conformarse con la voluntad expresada de derrotar al Real Madrid, rival en la jornada inaugural del campeonato de liga. Valverde no se movió de ahí: derrotar al Madrid y luego ir a por el siguiente adversario.

Solo él sabe si prefirió tanta concisión para no meterse en camisa de once varas porque aguarda respetuoso a que la directiva tome una determinación. No vaya a ser que Ibaigane considere conveniente volver a contarnos la armonía que reina en el seno del club y se atreva a concretar dónde sitúa el listón de cara a la nueva campaña. Puede ser también que Valverde haya escarmentado en cabeza propia, pues el rendimiento del equipo y el suyo no han estado a la altura que presumiblemente barajaba cuando tomó las riendas. Por si acaso, repitió lo de vencer al Madrid ante la insinuación de que por prudencia o recelo evitaba ser más explícito. Menos da una piedra: ni tan mal, si se suman los tres puntos en el clásico.