Sueños transformadores, visiones verdaderamente innovadoras, aspiraciones comprometidas con una verdadera co-creación de valor al servicio de las sociedades de hoy y del mañana, demandan liderazgos y cualificaciones capaces de construir, gobernar, asignar y ejecutar recursos, desde la coherencia de las políticas propuestas y los programas, presupuestos y acciones ejecutivas que los hagan posibles.
Una máxima, tan simple como compleja, a la vez, como la sugerida en el párrafo anterior, claramente aspiracional,, está presente, de una u otra forma, en el debate, explícito o no, de todas las Sociedades de hoy, fluctuando entre la cooperación o búsqueda de un mundo de prosperidad (inclusiva), de crecimiento cuasi ilimitado o, por otra parte, la apuesta encaminada a la escasez propia de un decrecimiento que haga girar todo en torno a la insuficiencia para generar valor para todos, a la vez, en todo el mundo.
Soy un firme convencido de la ABUNDANCIA de recursos y capacidades de la humanidad para poner la complejidad tecnológica, la innovación disruptiva, la inteligencia acelerada (incluso la llamada artificial) y la innovación política y de gobierno al servicio del bien común, de las soluciones a los desafíos (inciertos y desconocidos) y al compromiso real de co-creación de valor empresa - Sociedad y de la siempre dificilísima coopetencia público -público y público- privada y partidaria de explorar ideas asociadas a la Abundancia (de la escuelas de Peter Diamandis-Singularity University) desarrollable en y desde las democracias reales de alta intensidad y mejor calidad, antes que de la confortable ESCASEZ de un mundo ya distribuido, facilitador de la acumulación restringida entre quienes, por una u otra razón, ya disponen y disfrutan de la confortabilidad base, o la resignación a la imposible generación de un valor compartible que satisfaga las demandas y necesidades de un mundo cambiante y exigente de una prosperidad e igualdad objetivas.
Estos días he tenido la oportunidad de leer un extraordinario libro de Ezra Klein y Derek Thompson: Abundancia: Cómo construimos un mundo mejor que, si bien está centrado y enfocado al análisis histórico y la pretensión de explicar el cómo ha llegado Estados Unidos de América a esta “desastrosa situación” motivada por una búsqueda de la abundancia y la prosperidad, ha terminado acentuando desigualdades, insatisfacciones, desapegos y una política fallida inmersa en la polarización enfrentada y paralizante de espacios de acuerdo absolutamente necesarios para la “buena política y mejor gobierno” (desde la ideología y políticas que las diferentes partes contemplan), haciendo de la deseable solución a los desafíos existentes, una imposible propuesta, obstaculizada por la perversa decisión previa de múltiples obstáculos que en nombre de una libertad y democracia “llevadas al último ámbito individual de cada individuo o grupo de interés”, nos ha terminado construyendo muros al progreso ,profesionales anti proyectos y “destructores de sueños para un mundo mejor”.
Los gobiernos, de esta manera, se ven ampliamente limitados para llevar adelante sus objetivos (“nobles o no”) y el “método” se extiende a todo espacio de autoridad o liderazgo. La sociedad quiere un fin u objetivo óptimo, principio generalmente deseado y compartido, pero se ve incapacitada para llevarlo a cabo, enfangado en las innumerables decisiones que ha de tomar, con el visto bueno de todos, superando una cadena interminable de oposiciones que, por lo general, hacen de una molestia o queja individual, una generalizada masa inhabilitante de cualquier intento real (casi siempre complejo, demandante de acuerdos y procesos colaborativos en positivo) para ejecutar y construir lo deseado. Demasiadas voces sin filtro ni ordenación verdaderamente representativa, legitimidad democrática, institucional o lo suficientemente comprometida.
Repasemos así, una sinopsis de la solapa promocional sobre el corazón de lo que pretende abordar el citado libro: “Klein y Thompson despliegan ideas convincentes para cumplir con los mayores desafíos de hoy. Una llamada a la acción que busca cambiar el paradigma de la política de abundancia, enfrentarse a los procesos que favorecen la inacción real, la no solución de problemas enunciados y el desapego a los gobiernos de quienes creyeron en ellos. Rastrear la historia supone rastrear lo inasequible y la escasez” Acuden a todo tipo de ejemplos (construcción de suficientes viviendas, limitación u ordenación de la inmigración, incapacidad real de intervenir sobre las consecuencias negativas del cambio climático, la apuesta por infraestructura energética verde y limpia suficiente, múltiples proyectos de infraestructura años y años estancados, el predominio del miedo ante la esperanza ante el enorme desafío tecnológico…).
Abundancia explica como los problemas de hoy no son resultado de los villanos de ayer o de la incompetencia de los regidores de hoy, sino que los problemas de una generación se convierten, sucesivamente, en los problemas de la siguiente (a lo que añado, las “buenas decisiones, su bondad aspiracional a la búsqueda de la mejora permanente de la democracia, la gobernanza, la voz de todos, el valor dado a la implicación integradora más allá de sus fines ha generado un efecto perverso en el amplio, complejo e interrelacionado sistema de toma de decisiones). En sus ejemplos, describe regulaciones, instrumentos, barreras que se acumulan impidiendo el logro de los “buenos proyectos que pretendían llevarnos a un futuro distinto y mejor”. En definitiva, nuestra capacidad de ver problemas se ha agudizado al extremo, mientras nuestra capacidad de resolverlos ha disminuido.”
Sin duda, hoy observamos (somos copartícipes) un rumbo incierto que no nos gusta. Compartimos “grandes objetivos planetarios, universales, intergeneracionales, inclusivos, igualitarios, democráticamente propuestos y alcanzables y apreciamos determinados liderazgos, visiones y rutas a seguir para lograrlos. Sin embargo, no nos reconocemos ni en sus resultados ni en sus plazos, ni en sus procesos y métodos. Asumimos, con entusiasmo, esperanza y un cierto temor a la vez, la realidad de un mundo cambiante, incierto y participamos de una desorientación compartida. ¿Nos acostumbramos a ser parte de un mundo distinto al que creímos recibir y/o construir y rechazamos los caminos desconocidos que habremos de transitar?
¿Aspiramos a una relativa prosperidad cuyas garantías de éxito ni están claras ni, al parecer, al alcance de todos? ¿Quiénes y cómo liderarán u orientarán los nuevos caminos? ¿Con qué equipaje habremos de recorrerlo?, ¿en qué medida contribuimos con nuestra propia corresponsabilidad en el viaje a emprender?
Demasiadas preguntas nos interpelan. Vivimos necesitados de una buena brújula que nos oriente más que rutas cerradas, que nos guíen paso a paso.
En este debate, el citado libro contrapone los conceptos perseguibles hacia la Abundancia o la escasez como guía, cuestionado si de lo que en realidad hablamos no es sino el dilema entre el CRECIMIENTO VERSUS EL DECRECIMIENTO.
¿Crecer vs decrecer? ¿Abundancia para prosperar y abrir espacios innovadores o escasez, poniendo el acento y freno para los espacios base ya conquistados (por unos pocos)?
¿Existe un bien común verdaderamente común, compartible, deseable, orientado en valores y no en acciones concretas, muchas veces incoherentes con una visión y estrategia alineada y mucho más que aspiracional, legitimadora de una dirección y gobernanza democrática más allá de innumerables grupos aislados de interés individual, ni comprometidos, ni socialmente implicados más allá de sus propias apuestas particulares?
Sin duda alguna, necesitamos (y demandamos como sociedad) cambios radicales si, construyendo los sueños transformadores. Cambios y deseos que nunca han de basarse en posiciones paralizantes sin alternativas o propuestas (la inacción también es una propuesta) destructora de la riqueza y abundancia buscada. Un mundo complejo, ayer, hoy y siempre. Estamos necesitados de sueños y apuestas comprometidas, que conllevan riesgos legitimados, y pasos firmes tras la brújula de la abundancia (con el acento no en los problemas y dificultades sino en el optimismo creativo e informado de la capacidad “ilimitada” de generación de nuevas y diferentes soluciones, oportunidades, innovación, voluntad y desarrollo compartido, colectivo, desde la infinita contribución y voluntad individual, siempre mejorable, en procesos colaborativos positivos). Así, las Sociedades y personas que no hemos disfrutado de un futuro caído del cielo, estamos obligados a imaginar futuros distintos y hacerlos posible. Son tiempos para rebelarnos ante un mundo de escasez y decrecimiento que renuncia no a “aumentar el tamaño de la tarta” sino a generar una tarta distinta de oportunidades ilimitadas, repartible entre todos, más allá de entre aquellos que hoy ya disfruten de los beneficios heredados o generados hasta hoy.
Sin duda, la brújula que nos guía es clara: elegimos un mundo, aún desconocido, que habremos de construir afrontando su complejidad, desde la óptica de la abundancia ( más allá de sueños lejanos) para todos.