EL 1 de octubre se celebró “el día internacional de la salud del envejecimiento” con un marcado acento en “el edadismo” y “el balance socioeconómico” generable con una mejor atención a la “población mayor”, invirtiendo en sus cuidados, salud (más allá de la enfermedad) y, en gran medida, la capacidad de financiación de “su retiro”.
La importancia y el enfoque elegible para abordar una realidad objetiva, llena de aristas y características diversas, empieza por un debate previo sobre la definición conceptual más allá de una referencia exclusiva y excluyente a la edad biológica y física de la población.
La simple apelación a términos de “envejecimiento de la población”, lleva a una visión negativista y de “punto final” a proyectos vitales provocando decisiones que, pretenderían ser únicas o generalizables basadas en fechas biológicas, referencias celulares o a la capacidad pública para la financiación de una cantidad cada vez mayor de su población, supuestamente fuera de actividades normalizadas de “producción” y generación de valor. Si hoy vivimos en Sociedades (en especial en paises desarrollados como el nuestro caso), con esperanzas medias de vida en torno a los 81 años para los hombres y 87 años para las mujeres (caso de Euskadi), parecería inevitable una reflexión que lleve a la reformulación de una gran cantidad de paradigmas que continúan definiendo los principales ejes de nuestras vidas. Vivimos de la herencia de sistemas que han apostado por periodos vitales y activos hasta los 60/65 años. En ese periodo, la educación lineal llevaba a una “formación” hasta los 22-25 años, la incorporación inmediata al mercado laboral y la jubilación a los 60-65 años. Obviamente, en medio, todo tipo de variables tanto en quienes accederían o no a una educación reglada, encontrando un empleo (hace unos años se trataba más de “colocarse” en una buena empresa o en la Administración Pública” que optar a un “empleo” con prospección futura respondiendo propósitos o vocación y planes vitales, y, en muchos casos, “jubilaciones anticipadas” - forzosas o voluntarias - fruto, por lo general, de reestructuraciones de las anteriores economías existentes). Este mundo ha concluido.
Hoy (y, sobre todo, mañana), vivimos en un mundo en completa transformación. La esperanza de vida, la calidad de una vida saludable esperable, avanzan a gran velocidad y permiten horizontes diferentes. Vida saludable, envejecimiento activo, longevidad y bienestar conforman espacios “naturales” que posibilitan también, planes y proyectos de vida diferentes.
En este marco, la demografía trasciende de estadísticas y prospectivas para explorar nuevas realidades, recomendando, con su observación, todo un complejo marco de decisiones, no solo en políticas públicas sino en planes personales y colectivos. Trascendiendo de espacios y horizontes biológicos, las múltiples transformaciones que hemos de afrontar (conceptos educativos, sus sistemas y etapas o ciclos prioritarios “a lo largo de toda la vida”, el uso adecuado de las tecnologías exponenciales y disruptivas con potencial capacidad innovadora), originan actividades nuevas, capacidades y posibilidades de solución a los problemas a superar (con un inmenso margen de mejora hacia áreas aún hoy por descubrir). La inevitable redefinición de los sistemas de pensiones, la búsqueda de soluciones de renta universal que trasciendan del concepto único empleo-trabajo-ingresos, la generación de nuevos “espacios de bienestar” (integral, holístico, pleno) para todos (sanos y enfermos), la reinvención de los sistemas y modelos de salud, la explosión de modelos y sistemas de movilidad alternativa, la redefinición de las ciudades del futuro (y, ya, las de hoy que habitamos con permanente reforma), la “reconfiguración de estructuras familiares y de convivencia” (con sus demandas particulares), “nuevas viviendas que hemos de demandar”, las industrias y actividades económicas por redescubrir y recomponer… escapan de “límites temporales del pasado”.
Nuevas atribuciones y miradas
Así, hoy, proliferan todo tipo de debates para afrontar el futuro con el reclamo de una expectativa alejada de los pilares de conceptuales “clichés” del pasado, de modo que los términos al uso requieren nuevas atribuciones y miradas para convertirlos en conceptos tan naturales como llenos de oportunidades expectantes. Envejecimiento, longevidad, edadismo, cobran especial relevancia, en este caso positiva, a la búsqueda del equilibrio inter e intra generacional, país a país a lo largo del mundo. El mundo de la política cuestiona quién tiene el “derecho” a decidir el futuro de las próximas generaciones (y se pretende explicar que, por ejemplo, el Brexit en Reino Unido respondió a una decisión equivocada (salir de la UE) y fue tomada por quienes no tenían futuro (los mayores) dejando una herencia perversa a las nuevas generaciones). O, la frase maldita heredada del covid: “nos habéis engañado. Prometisteis un futuro de bienestar que no responde a la incertidumbre y complejidad del mundo actual”, y/o, de manera simple, en el mundo laboral, asimilar edad con competencias y cualidades para impulsar las estrategias transformadoras. O la conflictiva alusión simplista al supuesto intercambio entre generaciones para retirar a quienes han llegado a una determinada edad física ya que impiden la empleabilidad de nuevas generaciones, independientemente de los contenidos, condiciones, posibilidades y voluntades de unos y otros como si de un intercambio o truque mercantilista, de similar valor se tratara.
Así, sin adentrarnos en lo que para muchos pudiera ser “ciencia-ficción”, imaginando vidas eternas, fruto de los avances más que previsibles en el mundo investigador, las ciencias de la salud y la ingeniería biomédica, apoyados en nuevos activos sociales y comunitarios que prolonguen nuestras vidas, sí resulta del todo relevante repensar la trascendencia de estos términos y de las decisiones que tomemos al respecto.
Simplemente, recordemos que todo joven que termina su ciclo educativo ordinario, hoy, tiene por delante una vida profesional de 60 años, (como comentaba recientemente a unos jóvenes universitarios que están emprendiendo sus estudios doctorales y me preguntaban sobre la “lejanía de mi estrategia Bilbao-Bizkaia-Basque Country para el 2050”, recordándoles que entonces ellos seguirán plenamente en activo construyendo país, de una u otra forma). Hace unos años, por ejemplo, las ciudades, a lo largo del mundo, competían entre sí, tratando de diferenciarse según categorías y presentarse como “la mejor ciudad productiva, la mejor ciudad tecnológica, la mejor ciudad innovadora, la mejor ciudad verde, la mejor ciudad del conocimiento…, y hoy, observamos informes (Longevity and Development) con el ranking internacional de ciudades región, clasificadas en términos según las “las mejores ciudades de oportunidad para la longevidad”.
El coste del envejecimiento
No contemplan solamente indicadores de inversión en salud, inversiones sociales en conciliación familiar, en calidad de vida y movilidad, en alfabetización digital, en socialización, en salud mental y bienestar holístico, además de educación y aprendizaje permanente, sino en la proyección de la capacidad creciente y largo placista de generación de oportunidades para construir un futuro alcanzable a la vez que inacabable.
Basta señalar una serie de títulos de artículos que publica McKinsey en relación con esta celebración ya mencionada del 1 de octubre, para entender muchos de los aspectos relevantes a tener en cuenta: “El caso económico de la inversión en el envejecimiento saludable”, “el desarrollo de las naciones envejeciendo y el gap de atención y cuidados para las enfermedades crónicas”, “Apostando e invirtiendo en la ambición de OHIO para ser el mejor lugar de la nación para vivir en la longevidad” o “La edad es solamente un número: ¿cómo debe ver su vida la población adulta? , así como, “una larga vida con propósito: ¿implicaciones y compromisos para la sociedad?
Sin duda, hoy más que nunca, con una cantidad de señales negativas e inciertas que parecerían llevar a la confortabilidad de limitarnos a “vivir” el presente individual, resulta necesario insistir en la innumerable grandeza de oportunidades, ilusionantes, apasionantes, de las que todos podemos ser coprotagonistas. ¿Una era distinta en reconfiguración? Dependerá de nuestra actitud, nuestro esfuerzo y compromiso colaborativo y de los riesgos asumibles para una sociedad longeva en bienestar.