Un año después de ser elegido presidente del Athletic, Jon Uriarte sigue buscando su mejor postura en el sillón de Ibaigane. Lo que desde fuera parecía pan comido, en unos meses se ha transformado, como no podía ser de otra manera, en algo que no venía en ninguno de los diseños de la campaña en forma de propósito o power point. La realidad no tiene nada que ver con las teorías de aquellos que basan su modus vivendi en una colección de críticas a todo lo que se hace cuando ellos no están en nuestro querido universo Athletic.

Cierto es que Uriarte no deja de ser un fichaje de un grupo que llevaba mucho tiempo rondando con un dossier el Palacio de Ibaigane. El Athletic 3.0 tenía que llegar, así lo entendían quienes permanentemente ponían en cuestión cualquier cosa por nimia que fuese. El caso es que los socios votaron y decidieron por amplia mayoría otorgar la confianza para los próximos cuatro años a un joven talentoso de Bilbao, de nombre Jon, junto con un grupo de directivos denominados en otros tiempos JASP (Jóvenes aunque sobradamente preparados).

Pasamos de una directiva cercana al socio a otra que se relaciona mucho mejor a través de la pantalla del ordenador y con mensajes vía redes sociales

Pasamos de una directiva cercana al socio a otra que se relaciona mucho mejor a través de la pantalla del ordenador y con mensajes vía redes sociales, otros tiempos. Todo cambia y en esto quizá también deba ser así. El problema es que ya puedes ser un crack en el negocio que, si la pelota no entra, no vale para nada todo lo anterior. Mientras los resultados aguantan nadie habla de presidentes y directivas, cuando esto no es así, empezamos a conocer los nombres de todos y cada uno de ellos. Si encima alguno habla más de la cuenta o saca la patita fuera del tiesto o la sacó en otros tiempos, la fiesta está garantizada.

No sé si por estrategia o por falta de experiencia quedó claro desde el primer momento que Uriarte y su equipo fiaban su suerte a Ernesto Valverde. El técnico, acostumbrado a manejar marrones, lo ha hecho en otros equipos, ha ejercido de portavoz, director deportivo y, por supuesto, entrenador. Todo perfecto mientras la clasificación colocaba al equipo en puestos destacados. El Mundial permitió pasar este campeonato en puestos Champions, pero luego tras él, los leones empezaron a caerse y la irregularidad acabó generando muchas dudas en la parroquia de San Mamés.

Sobre Lezama es muy pronto para hacer un análisis. Hay que dejar trabajar, aunque Sergio Navarro, que es un auténtico pico de oro, nos ha regalado algunas perlas que pasarán a la historia. Su amigo Álex Pallarés, los del teletrabajo y la eliminación del talento local para traer a gente de fuera, no ha recibido respuesta por parte de una directiva que parece no le importa qué está pasando por ahí. Lo de que los niños duermen muy bien, fue terrible.

Gran campaña del juvenil, en la línea de los últimos años, y del Basconia. Los frutos de este trabajo los veremos en los próximos años. Me tranquiliza que Mikel González parece haber asumido también el control de nuestra factoría.

Hay algo que sí me parece muy importante y es que Jon Uriarte, que de tonto no tiene un pelo, se ha dado cuenta de la dificultad de la empresa y que después de estos primeros 365 días tiene momentos de sobra para evaluar en qué ha acertado y dónde no. Deberá separar el grano de la paja con más mimo y marcar su impronta y no manejar permanentemente el guion que le impusieron y que podía haber liderado otro, ya que lo que faltaba era un cabeza de lista.

El Athletic es un club muy complejo. Tiene muchas cosas a favor, pero también, probablemente, a nivel deportivo sea el más complejo de todos. Inventar está muy bien, pero aquí eso es prácticamente imposible. Sigo pensando que hay que dejar trabajar y apoyar, porque se nos llena la boca diciendo que somos muy del Athletic, pero a veces no lo parecemos.

Tres años por delante y muchos sueños por cumplir y, por supuesto, objetivos. Jon Uriarte como los anteriores, trabaja día y noche por hacer un Athletic mejor, y espero que de todos. Los fundamentalismos y las batallas entre familias solo se atajan si desde las dos partes hay una buena comunicación. Precisamente, por aquí debe empezar el segundo capítulo de su legislatura. Mucha suerte y salud, presidente.