CUANDO los rojiblancos tiran de ADN propio no hay lugar a la duda. Las señas de identidad están claras y todos sabemos que los triunfos casi siempre llegan de la misma manera. En los partidos ante rivales complicados en los que la iniciativa la quieren llevar ellos, la medicina está más que preparada. Valverde leyó muy bien el partido y sabía que la Real iba a querer dominar en base a posesión y toque. Era cuestión de aguantar las embestidas del comienzo, pero, sobre todo, no permitir que los visitantes comandasen el choque. Cierto es que Silva quiso hacerse el jefe, pero los leones supieron cerrar las vías de llegada y presionar lo suficiente su salida de balón para que los de Imanol no llegasen con facilidad a la meta de Simón.
Me gustó el equipo precisamente porque apeló a aquello que mejor conoce y sabe hacer. En la sencillez está el éxito y el Athletic es un conjunto que hace de este estilo su mayor virtud. El trabajo siempre está presente en dosis descomunales y si además le sumas acierto, tienes muchísimo ganado. No fue un partido brillante, en lo exquisito, en lo laborioso, por supuesto que sí. De hecho, si pensamos en quienes fueron los mejores aparte del goleador, Iñaki Williams, nos quedamos con Dani García, Yuri y la labor de los centrales. Esto por hablar de unos pocos, evidentemente un triunfo como el del sábado solo se logra con un gran trabajo coral.
Hablando de nombres propios, es obligado mencionar a Ander Capa. Toda la semana estuvimos especulando con el nombre del jugador que reemplazaría a De Marcos. No salía el nombre del de Portugalete en muchas quinielas, pero Valverde al final optó por él. Treinta y seis minutos en dos años eran poco currículum para pensar en su titularidad. Había quien lo veía como un problema, otros como una oportunidad. Mientras le duró la gasolina cumplió correctamente y, sin alardes en ataque, guardó bien su parcela. Con los cambios de la Real se le complicó un poco el tema y la amarilla recibida en la primera parte obligó al míster a realizar el cambio. Queda claro que después del derbi, aunque no sea del agrado del técnico, si lo necesita, puede contar con él.
Los seis puntos de los dos últimos partidos invitan al optimismo. Quedan nueve jornadas, veintisiete puntos y hay que luchar todos y cada uno de ellos. Los primeros que tienen que convencerse son los futbolistas. Está muy bien que desde fuera echemos cuentas –casi nunca valen de nada–, pero en realidad los que juegan el próximo sábado en Almería son ellos. Es una oportunidad para, como decíamos antes del derbi, reivindicarse. Tres victorias seguidas ya sí que sería una declaración de intenciones en toda regla. Europa está cerca y lejos al mismo tiempo. La Europa League un punto más cerca y el séptimo sigue en poder del Athletic. Como en todos los órdenes de la vida hay que ir a máximos mejor que a mínimos. De los primeros podrás ir hacia atrás, de los segundos caes al abismo. Vuelvo a confiar plenamente, no me dejéis tirado.