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Mesa de redacción

Igor Santamaría

De Miribilla al cielo

Aquel sábado invernal, 13 de diciembre de 1986, quedó para la posteridad de un mocoso de camiseta blanca y rayas azules, con el 6 a la espalda, que venía de su pachanga escolar en el getxoztarra patio del desaparecido San Agustín. Encendió su radio y, ver para creer, el Cajabilbao de Josean Figueroa acababa de tumbar en cuartos de Copa al Real Madrid, ejercicio siempre edificante si para colmo este es el rival. No fue un triunfo más sino el trampolín para que muchos niños vizcainos quisieran ser Llorente, Davalillo, Llano, Lockhart o Kopicki, un quinteto que recitábamos de carrerilla como si del Athletic campeón se tratase. El baloncesto, cuyo arraigo lo implantó antes el Águilas, lucía esplendor en el botxo, en la vetusta cuadra de La Casilla, donde años después, como aficionado, uno tuvo que ver de todo. Incluso el desprecio institucional. Por todos esos recuerdos en los que aparecen muchos de los que ya no están –los aitas que me compraron las primeras J’hayber o uno de mis primeros compañeros en este diario que era un artista de la estadística–, a uno se le aflojó la mejilla con el bocinazo final de Salónica. Aquel sueño auriazul viste hoy de negro, se levanta, pico y pala, en Miribilla sobre un majestuoso recinto y luce el primer titulo europeo de un equipo profesional en Bizkaia. Ojalá el éxito sea que un tropel de críos quieran emular a Pantzar. Y que nadie eche todo esto por tierra. isantamaria@deia.eus