Son jornadas locas las que comenzaron el sábado con la feria de Santo Tomás. Bueno, es un decir, porque la vorágine comprona y de consumismo masivo que invade a esta nuestra sociedad en las semanas previas a la Navidad no tiene nombre. Aunque, al loro, seguro que algún especialista en marketing avispado las bautiza y nos encontramos con otro periodo comercial en los que las grandes cadenas y marcas engañan al personal para adquirir más productos y servicios, como ha ocurrido con el dichoso Black Friday. Bueno, dejo mi perfil de Grinch con respecto a las compras sin control para tiznarme la cara y disfrutar de días que para muchos quedarán marcados a sangre y fuego en su memoria. Me refiero a esos tiernos infantes que durante estas vacaciones escolares, a las que tanto cariño profesan aitas y amas (léase con sarcasmo), van a disfrutar de lo lindo. Estas fechas son una montaña rusa de emociones infantiles acompañadas de cantidades ingentes de ilusión en vena. Primero el viejo carbonero, o Papá Noel para los foráneos, genera cascadas de esperanza para los más txikis esperando las dádivas tras la Nochebuena. Observar las alucinantes caras que mostraban el lunes al paso de Olentzero por las diferentes calles vizcainas es una gozada. Un escenario a repetir el 5 de enero con los Magos en el horizonte y con el antecedente de Nochevieja donde el jolgorio también aporta felicidad a los más pequeños. Vamos, deseo volver a ser niño e inocente. No sé si me nota. Eguberri on!
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