El domingo estrené las pasarelas de madera que conectan el alto del monte Banderas, al final del cordal de Artxanda, con el monte Cabras y posteriormente con los barrios de Elorrieta y San Ignacio. Quedé anonadado con los cientos y cientos de personas que subían y bajaban por estos itinerarios acondicionados por el Ayuntamiento el pasado año. La jornada, climatológicamente hablando, alentaba al paseo zigzagueante y muy cómodo en su recorrido hacia arriba. Por ello no sorprendía la presencia de todo tipo de personal, con edades diferentes, grupos de amigas, familias con críos y cuadrillas de veteranos, algunos incluso con bastones mendizales. Nadie les había dicho que estas pasarelas, totalmente construidas en madera para no dañar las faldas de ambos montes, son más un itinerario urbano que un trayecto montañero como delataba el calzado en formato Manolos que lucía alguna treintañera con posibles. Otro dato a tener en cuenta: si una institución oferta una alternativa adecuada, genera una demanda que antes no existía. Y estas pasarelas son un buen ejemplo. Porque estas se utilizan, además descubriendo vistas inéditas de Bilbao y el resto de la metrópoli, porque antes, esas empinadas laderas se mantenían vírgenes de seres humanos. Por eso, cada pocos metros, los grupos señalando este o aquel edificio eran habituales en el recorrido y más desde los miradores esquineros habilitados. Buena idea y bien aceptada.
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