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La que se puede armar

Ni siquiera se vislumbra el límite de los efectos de permitir a las máquinas pensar por sí mismas pero la sesera humana, eso gris tan analógico, y su sentido común ya han empezado a temerlos. La que puede por sí sola armar, nunca mejor empleado el verbo, la inteligencia artificial, y por tanto ajena a principios éticos y morales, si la que la naturaleza nos repartió de modo tan desigual es capaz de organizar este caos. Porque natural será, pero lo otro... A ver quién explica cómo va a desarrollar eso que llaman inteligencia humana y que no es sino otra especie poco protegida y en vías de extinción, una artificial más y mejor, o sea, carente de nuestros errores y taras, que evite el ejercicio de pensar pero no sea capaz de suplir a la que se nos extingue. Recuerden la teoría de la evolución de Darwin. De momento, nuestra privilegiada mente, es un decir, ya desarrolló la comunicación universal, capaz de guardar el conocimiento y la realidad globales en nuestros bolsillos y lo que llevamos a cuestas ha acabado siendo un surtidor inagotable de ignorancia y bulos... por no hablar de su invasión de lo personal y privado. Tanto que, al parecer, se hace necesario legislar sobre su uso y abuso. No, no hace falta ser de Hizbulá para que portar un dispositivo resulte harto peligroso. Así que no les digo la amenaza que supondrá llevar a cuestas un cerebro artificial extremadamente inteligente si con uno natural no demasiado listo estamos como estamos.