Arrancó ayer el montaje de las txosnas para Aste Nagusia. El lunes, doce días antes del txupin, nos enteramos, porque así lo contó Bilboko Konpartsak como que no quiere la cosa, que en esta edición habrá una txosna más.
Hace tres meses hubo una polémica ante la decisión de la misma Bilboko Konpartsak de negar la instalación de una txosna a Luberri, comparsa -o así- perteneciente al movimiento GKS (Gazte Koordinadora Sozialista), es decir, el movimiento comunista de jóvenes disidentes de la izquierda abertzale. Entonces, 150 artistas (músicos, actores, escritores, bertsolaris y representantes, en general, del mundo de la cultura vasca, muchos de ellos muy relevantes y reconocidos) denunciaron los “vetos incomprensibles” que los proclamados representantes y guardianes de la ortodoxia de las “fiestas populares” estaban imponiendo a este colectivo discrepante y rival.
Curiosamente, una de ese centenar y medio de firmantes era la actriz Itziar Ituño, que recientemente ha sufrido también un veto por sus posiciones ideológicas y que, por casualidad, ha sido elegida la pregonera de esta Aste Nagusia.
El caso es que la polémica de Luberri ha bajado de intensidad. Pero seguimos ignorando por qué los adalides de las fiestas más participativas e inclusivas aceptan a unos y vetan a otros.
La organización de las comparsas hace y deshace, y habla de compartir sus valores, pero no dice cuáles son. La libertad y la transparencia no son el fuerte del régimen festivo del 78.